El cenáculo de intelectuales iberoamericanos, que bajo el palio
del liberalismo trata de imponer una visión totalitaria y maniquea
del orden mundial que quisieran, le teme a las ideas.
Si se trata de pontificar instalados en columnas de opinión
generosamente pagadas en los diarios de mayor circulación —cuyos
propietarios, no es casual, forman parte de la cúpula de la Sociedad
Interamericana de Prensa o pertenecen al grupo editorial español
Prisa—, o de animar tertulias en horarios estelares de ciertas
televisoras privadas, o de comparecer en salones auspiciados por
fundaciones financiadas por el gran capital o instituciones
académicas vinculadas a los servicios de inteligencia
norteamericanos, no hay problema, ahí están con sus dicterios y
alabanzas.
Pero cuando se les invita a exponer sus opiniones y confrontarlas
con quienes no piensan como ellos y nadan contracorriente valiéndose
de argumentadas razones, hurtan el rostro y hacen mutis por el foro.
Prueba al canto, lo sucedido el último fin de semana en Caracas.
Allí, de forma paralela, se dieron cita unos y otros. El Centro de
Divulgación del Conocimiento Económico para la Libertad (CEDICE),
que se define como "asociación civil sin fines de lucro" sustentada,
claro está, por la oposición venezolana y sus aliados en Estados
Unidos y Europa, inventó un denominado encuentro internacional
Democracia y Libertad.
Desde la primera hasta la última palabra que en ese ámbito se
pronunció, los discursos siguieron un mismo guión: amedrentar a la
opinión pública con el peligro del chavismo, descalificar a los
movimientos sociales ascendentes en América Latina, denostar el
ejemplo de la Revolución cubana, aureolar al mercado como principio
y fin de todas las cosas, y proclamar la inconmovible supremacía del
modelo hegemónico norteamericano en los tiempos presentes y los que
están por venir.
Con solo observar la nómina de participantes se sabía que iba a
producirse una unidad monolítica y coral en torno a la cantilena: el
inefable Mario Vargas Llosa, tan excelente novelista como connotado
defensor de la más rancia ideología imperial; el mexicano Jorge
Castañeda —¿por qué será que los tránsfugas de la izquierda son tan
afanosos en exhibir sus nuevos ropajes retardatarios?—, el político
boliviano Jorge Quiroga, el colombiano Plinio Apuleyo Mendoza
(escribano al servicio de Vargas Llosa), el mexicano Enrique Krause,
caudillo de las huestes intelectuales de derecha en su país; y el
alcalde metropolitano de Caracas, Antonio Ledesma, que participó en
el golpe contra Chávez de abril del 2002.
Por otro lado se hallaban en la capital venezolana un grupo de
prestigiosos intelectuales de distintas tendencias políticas e
ideológicas, pero que desde sus diversas perspectivas han
reflexionado críticamente sobre el capitalismo contemporáneo, la
insostenibilidad del modelo prevaleciente, la precariedad del medio
ambiente, el relanzamiento de los movimientos sociales y el papel de
la cultura como instrumentos de emancipación.
Si hay un denominador común entre los mexicanos Gilberto López
Rivas, Ana Esther Ceceña, Fernando Buen Abad y el norteamericano
James Early es la honestidad intelectual con que defienden sus
ideas. Si existe una plataforma de entendimiento entre el venezolano
Luis Britto García, el boliviano Hugo Móldiz, el colombiano Hernando
Calvo Ospina y el chileno Manuel Cabieses, habrá que buscarla en el
profundo conocimiento que tienen sobre el papel de los medios de
comunicación en la desestabilización de los procesos sociales
emergentes.
Como quiera que Hugo Chávez celebraba el décimo aniversario de
las emisiones de su programa de participación ciudadana Aló
Presidente, este abrió las puertas a la posibilidad de un debate
en el que tanto los prohijados por el CEDICE como los que acudieron
al foro de discusión propiciado en el Centro Rómulo Gallegos (CELARG)
expusieran sus puntos de vista. El jueves 28 el mandatario
venezolano expresó: "Qué bueno sería en Aló Presidente un
debate. Yo me aparto y dejo que ustedes debatan. Yo me siento entre
el público. Los invitados especiales de la derecha y los invitados
socialistas".
El cenáculo se agitó. No esperaba que le lanzaran semejante
guante a pleno rostro. A todas luces estaban cogidos en falta.
Chávez insistió: "Vengan, serán respetados, sin evadir ningún tema,
cualquier tema es válido, transmisión en vivo y si quieren en cadena
nacional, sin barras, en un ambiente de intelectuales".
Entonces los del CEDICE inventaron una fórmula para zafar el
cuerpo: designar como único vocero a Vargas Llosa y pretender que el
único interlocutor fuera Chávez. Haciendo gala de una fina ironía,
como lo refleja EFE, este respondió:
"Es lamentable (...) no aceptan. No quieren discutir, lo que
quieren es un show", dijo Chávez, tras recibir la propuesta de los
intelectuales. (¼ ) "Yo estoy en las
Grandes Ligas. Usted en Triple A (ligas menores de béisbol)", dijo
el Presidente al escritor peruano. Al recibir la información sobre
la propuesta que hacían los intelectuales desde la sede del foro
"Libertad y Democracia", celebrado ayer y hoy en Caracas, Chávez
dijo que "aceptan la propuesta, pero no la aceptan", al aludir al
formato del debate. "No quieren discutir", agregó el mandatario.
Al mismo tiempo, el canciller venezolano Nicolás Maduro
sentenciaba ante una pregunta de la prensa: "Esta intelectualidad de
derecha es un azote contra la realidad de nuestros pueblos, incluso
reniegan de sus propios países, son la negación de su propia
expresión literaria. Han venido a aconsejar al pueblo venezolano, el
pueblo no necesita consejos, porque nuestro pueblo es culto".
Como se sabe, Vargas Llosa fue alguna vez candidato a la
Presidencia de Perú. La mayoría de su propio pueblo no lo aceptó,
perdió las elecciones y poco después se acogió a la nacionalidad
española. Puede cualquiera imaginarse lo que el peruano de a pie
piensa de una finta semejante. De ahí que ante el histrionismo
político que le valió una rechifla moral en Caracas, varias voces en
su país de origen le hayan cantado las cuarenta.
Un editorial del diario La Primera resultó elocuente. Lamentó que
un escritor de "la celebridad de Vargas Llosa haya estado dedicado a
buscar publicidad como adalid de una cruzada conservadora
injerencista en Venezuela", financiada por intereses ajenos a
América Latina. Y sobre las reacciones venezolanas contra los
ataques del escritor, el matutino compartió la opinión del primer
ministro Yehude Simón "de que a los peruanos tampoco les gustaría
que ningún extranjero venga a insultar a su gobierno".