La crisis en EE.UU.

No hay luz al final del túnel

E. FRAYSINNET

Hace cuatro años la familia Hinojosa, que tiene dos hijas en la universidad, estaba emocionada de mudarse a una nueva casa en Long Beach, después de haber vendido la primera casa que ellos compraron en la misma ciudad y donde habían vivido por más de 30 años. La nueva vivienda tenía tres cuartos en el segundo piso, que ellos ocupaban, y dos cuartos en el primer piso que ellos alquilaban.

Pero el sueño pronto se desvaneció. Los Hinojosa compraron la casa por 675 000 dólares —el préstamo solo estaba a nombre de la esposa, Rutnia Hinojosa, según un reporte de The New York Times— con una hipoteca de tasas de interés ajustables que, inicialmente, tuvo un interés del 7,9%. Ella pagó una cuota inicial del 5%. Fue un préstamo con la tasa de interés incrementándose cada dos años.

Ellos tenían planeado refinanciar la hipoteca para obtener una tasa de interés reducida, pero la recesión redujo las ventas de casas, comenzaron a tener menos ingresos, y a retrasarse en las mensualidades hipotecarias, por lo que no fueron capaces de lograr una refinanciación. El pasado mes de abril, la tasa de interés sobre el préstamo se había incrementado al 13% y los pagos mensuales habían ascendido a 5 000 dólares, incluyendo el seguro e impuestos.

Los Hinojosa tuvieron que vender la casa y, lo peor de todo, es que lo perdieron todo, ni siquiera pudieron recuperar algo del dinero que, ellos creyeron, habían "invertido" en su casa. La pareja tuvo que mudarse a la casa de una cuñada mientras están buscando un lugar para alquilar.

Pero la familia Hinojosa no es un caso aislado, es uno de los miles de ejemplos de que el tsunami de embargos hipotecarios en Long Island aún está en plena actividad. Los nuevos casos de exclusiones hipotecarias y las reposiciones de casas por parte de los bancos, hicieron saltar el porcentaje de embargos hipotecarios en Long Island en abril en un 17% más que la cifra del año pasado, llegando ahora a un 28,7%, de acuerdo a la compañía RealtyTrac, un sitio en California para la venta de casas embargadas.

¿Cuál es la razón de este cataclismo financiero que está afectando en particular a las comunidades donde se concentran afroamericanos e hispanos? La respuesta está, principalmente, en que los propietarios no sabían exactamente en los apuros financieros que se estaban metiendo a corto plazo.

En el 2003, cuando estaba comenzando a inflarse la burbuja inmobiliaria, la familia Thompson pensó que había logrado el "sueño americano": Mudarse de un edificio de viviendas públicas en Brooklyn a una casa de cuatro dormitorios en la Cumberland Avenue, en Roosevelt, NY. Para ello la familia pagó una cuota inicial de 28 000 dólares, pero desconocía el riesgo que implicaba aceptar una hipoteca subprime.

A principios del 2005, los pagos hipotecarios de la familia que eran a tasas de interés ajustables se incrementaron hasta 2 200 dólares mensuales de los 1 650 que pagaban inicialmente, y la refinanciación por una hipoteca de tasa fija que, según la familia, el banco les aseguró que se materializaría, no sucedió. Más tarde ese mismo año, su mensualidad hipotecaria subió a 3 000 dólares. Entretanto, la esposa perdió su empleo y las cuentas comenzaron a apilarse. Sus problemas fueron exacerbados el año subsiguiente por un préstamo de 10 000 dólares de tasa ajustable que ella tomó poniendo como garantía la casa, para hacer reparaciones urgentes.

"Fue la letra menuda", dijo la señora Olive M. Thompson al NYT, quien se acogió al Capítulo 13 y se declaró en bancarrota ese año. "No la leí", agregó ella. El pasado 20 de enero, el Día de la inauguración presidencial de Obama, el banco, irónicamente, le quitó la casa.

La letra menuda eran los detalles de la hipoteca subprime o de alto riesgo, la cual indica que los intereses sobre el préstamo principal son ajustables cada cierto tiempo, una trampa en la cual han caído cientos de miles de propietarios de casas desde principios de la presente década, y que desde hace cuatro años ha causado una ola de exclusiones hipotecarias nunca antes vista en el país.

Durante el periodo de 44 meses que comprende un estudio realizado por el diario The New York Times, nueve comunidades en Long Island tenían más del 10% de casas en proceso de exclusión.

En la mayoría de las áreas donde el censo indica que viven más negros e hispanos en Long Island, más del 13% de las casas están en proceso de exclusión desde el 2005 —un índice cuatro veces más alto que el de los blancos, lo que ha causado preguntas entre los defensores de viviendas sobre el por qué de estas enormes diferencias y las preocupaciones acerca del impacto de la crisis en estos barrios a largo plazo y la pérdida de riqueza.

RETRASO DE 90 DÍAS

A finales del año pasado, Nueva York y muchos otros estados empezaron a requerir a los prestamistas que les dieran a los propietarios de casa una advertencia de 90 días antes de iniciar el proceso de embargo. Ese retraso hizo bajar los números de solicitudes de embargo, pero ahora ha vuelto a aumentar tras vencerse la primera ronda de advertencias.

Sin embargo, Pat Ammirati, presidente del The Long Island Real Estate Report, dijo que cuando el primer periodo de 90 días expiró, las solicitudes de embargo aumentaron rápidamente y, para el mes de marzo, habían regresado al nivel que tenían antes de que la ley entrara en efecto. Más de 4 700 solicitudes de exclusión han sido presentadas en Long Island desde el pasado mes de enero, según Ammirati.

Y para complicar el asunto, el plan del gobierno de Obama, anunciado hace dos meses, para ayudar a millones de propietarios de casas para evitar los embargos o reducir sus pagos hipotecarios se ha movido lentamente. El número de modificaciones hipotecarias apenas son miles en un mercado de millones de casas.

Hay personas que compraron casas con hipotecas subprime a altos costos de interés. Hay personas cuyas casas valen ahora significativamente menos que la hipoteca. Otros usaron sus casas para financiar negocios u otros gastos, solo para encontrarse ahora que no pueden pagar sus mensualidades. Hay quienes adquirieron hipotecas de agentes sin entender completamente que los pagos se incrementarían más allá de sus capacidades de pagar. Y otros no pueden pagar sus hipotecas por pérdida de trabajo, divorcio o incapacidad.

En el peor de los casos, las casas son tomadas por los bancos y algunas veces vendidas en subasta para decidir la deuda. Los datos del Long Island Real Estate Report sugieren que, al menos una de cada diez, propiedades en proceso de exclusión en Long Island culminan con una subasta. (Fragmentos tomados de la Tribuna Hispana)

 

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