LAS
TUNAS.— Aunque no acostumbro a teclear sobre mis propios pasos (y no
es, en modo alguno, la intención de este momento), la "inyección" de
aliento que significan varias llamadas, mensajes y opiniones
verbales a raíz de la crónica titulada El millonario del
escobillón (Granma, 21 de mayo del 2009) me obligan a
referir la salud que sí tiene entre muchísimas personas un fenómeno
de profundo interés y actualidad: los valores.
Dicen, los pesimistas, que se han perdido totalmente los mejores
valores del ser humano. ¿De dónde vienen, entonces, el noble gesto
de un hombre como Sacarías (al devolver una cartera repleta de
billetes en divisas) y las numerosas muestras de admiración popular
hacia esa actitud?
No había llegado aún el periódico impreso a mis manos, temprano
en la mañana, cuando ya un trabajador de comunicaciones subrayaba
entre sus compañeros la decisión del modesto barrendero.
"Te llaman de La Habana" —dijo un rato después un redactor del
periódico 26. El telefonazo no resultó ser de mi periódico, como
supuse, sino de un colega desconocido, residente en Artemisa,
jubilado ya, quien entusiasmado pedía una y otra vez que le
transmitiese una felicitación y un abrazo a Sacarías en nombre del
pueblo artemiseño.
Decenas de personas conocidas y desconocidas han preguntado cómo
pueden conocer al hombre que, con sus zapatos gastados y viviendo en
la pequeña habitación prestada por un amigo, fue capaz de devolver
la cartera con tanto dinero y tan valiosas pertenencias dentro.
Esa es Cuba; la que sabe "valorar el valor de los valores", la
que opina —porque siente— como Yunnia Salas y Odalys Mompié: dos
jóvenes periodistas de Radio Caribe, en la Isla de la Juventud,
quienes en breve mensaje afirman: Nos satisface que existan personas
como Sacarías, un hombre humilde, pero poderoso por sus valores
humanos y por su sencillez. Ojalá muchas personas sigan ese ejemplo.
Experiencias así nos inspiran a hacer un periodismo que mueva
conciencias.
Y esas son, también, las razones que le hicieron aseverar al
agradecido dueño de la cartera: "Por eso, si me preguntan, preferiré
siempre vivir en un país como este, aunque tenga que comer boniato
por culpa del bloqueo, o vestir un pantalón roto, antes que vivir en
otros, muy ricos, llenos de restaurantes con carne que no sabe a
carne o de tiendas con trajes de última moda, donde las personas no
llevan dentro lo mismo que ustedes los cubanos y donde no se tiene
igual seguridad".