África en la ruta de la basura tech
AIDA CALVIAC MORA
Apenas
cumplió 12 años y trabaja separando el plástico de los metales en un
"almacén" de equipos electrónicos en Ghana, para hacer algo de
dinero y llevarlo a casa. Otros, como él, juegan a la supervivencia
entre paredes de humo tóxico que hoy no les permite verse entre
sí... y mañana tal vez les impida ver del todo.
A ellos les corresponde cerrar un ciclo que comienza en
Occidente, proclive, por definición, a las "ofertas especiales" y
los "descuentos increíbles".
También así África sufre el cambio en los hábitos de consumo
estadounidenses y europeos, que le llegan disfrazados de bienes de
segunda mano o donaciones para salvar la brecha digital entre ricos
y pobres, y facilitar en las escuelas el acceso a las nuevas
tecnologías. Pero la "ayuda" se acumula en los vertederos tech
(tecnológicos).
Según datos del Programa de las Naciones Unidas para el Medio
Ambiente (PNUMA), en el mundo se producen entre 20 millones y 50
millones de toneladas de residuos electrónicos al año, y, a pesar de
las prohibiciones, el 70% se arrojaba en Asia, con particular acento
en la India, sin embargo, los receptores se han diversificado.
Ghana y Nigeria se han convertido en dos de los destinos
preferentes para los viejos televisores, teléfonos celulares,
monitores o teclados que arriban al continente; negocio rentable que
ahorra a Europa y Estados Unidos el costo de eliminar o reciclar los
equipos obsoletos con métodos ambientalmente sostenibles.
MULADAR TECNOLÓGICO
El profesor Oladele Osibanjo, director del centro de Coordinación
Regional del Convenio de Basilea para África, declaró recientemente
a la organización DanWatch que "alrededor de medio millón de
computadoras usadas entra a través del puerto de Lagos cada mes, y
solo el 25% de estos funciona, un 75% es basura. El volumen es tan
grande, que la gente que comercia con él lo quema como si se tratara
de un trámite ordinario".
Un informe de Greenpeace señala que en los mercados de chatarra
como el de Agbogbloshie, Accra, son los niños quienes manipulan los
desechos, sin medidas de seguridad, expuestos a niveles alarmantes
de sustancias tóxicas.
Los componentes más cotizados, liberados tras la incineración de
los equipos, son el aluminio y el cobre, dentro de los cables, pero
las muestras de los suelos recogidas por investigadores de la
Universidad británica de Exeter, revelaron además altas
concentraciones de plomo, causante de daños en el sistema nervioso y
disminución de las habilidades infantiles de aprendizaje, entre
otros; cadmio, que provoca vómitos severos, problemas de
infertilidad y aumenta el riesgo de padecer cáncer; mercurio, que
afecta el sistema nervioso; y cromo, que puede producir alteraciones
genéticas y debilitar el sistema inmunológico.
¿OTRO PAPEL MOJADO?
Aunque el fenómeno ha sido en varias ocasiones observado por los
organismos internacionales desde lejos, solo a través de informes
inocuos, en marzo de 1989 se adoptó el Convenio de Basilea, entre
170 estados. Se trata de un acuerdo ambiental global para regular el
trasiego transfronterizo de los residuos peligrosos, y, entre otras
cosas, exigir a las naciones desarrolladas notificar a las en
desarrollo la llegada de embarques con desechos peligrosos.
El tratado suscitó críticas y protestas tanto de los países
subdesarrollados como de grupos ecologistas, por los términos poco
estrictos en que estaba redactado. En 1995, la repercusión de los
reclamos derivó en una enmienda conocida como la Prohibición de
Basilea, que impide exportar residuos peligrosos a los países
tercermundistas.
A pesar de ello, los consumidores europeos producen anualmente
8,7 millones de toneladas de desechos electrónicos y solo el 25% se
recicla. Unos 6,6 millones de toneladas tienen un paradero
desconocido, fácil de conectar con el flujo "oculto" de aparatos
electrónicos que llega a África al final de su vida útil.
Mientras, en EE.UU., país que se negó a suscribir el acuerdo, se
calcula que más del 70% de las computadoras desechadas, así como
cuatro de cada cinco televisores, terminarán en un muladar
tecnológico... fuera de sus fronteras.
Ya la multinacional estadounidense Dell, dedicada al desarrollo,
fabricación y venta de computadoras personales, programas
informáticos y otros productos relacionados, anunció a principios de
este mes que no enviará sus restos a los países en desarrollo, pero
el compromiso llega sospechosamente a destiempo y necesita respaldo
práctico. Solo las empresas productoras, como Philips, Nokia,
Microsoft, Sony, Canon, Siemens o la propia Dell, se benefician en
este negocio, vendiendo a los intermediarios la basura, para evadir
las leyes de protección al medio ambiente y exportar al tercer mundo
una contaminación, que, en definitiva, exige cuentas a todos, aunque
le cobra primero a los pobres. |