Mercenarios en el cine, lo último

ROLANDO PÉREZ BETANCOURT
rolando.pb@granma.cip.cu

"Grita ¡Devastación!, y suelta los perros de la guerra", es una cita de Julio César en el acto III de la obra de Shakespeare.

Cartel de Mercenarios de elite.

Los perros de la guerra eran los mercenarios a los que el imperio recurría para sustentar su poder. El término serviría de título a Frederick Forsyth en una novela recreada en el continente africano durante los años sesenta del pasado siglo y que, tras un rápido éxito de venta, fue llevada al cine en 1981.

Ya el viejo latín puntualizaba el vocablo: merces-eris (pago), un soldado que participa en una contienda solo por beneficio económico, con poca o ninguna ideología y preferencias políticas arrimadas al bolsillo de los que sufragan.

Se asegura que el primer rostro mercenario se dejó ver en el Antiguo Egipto, unos 1 300 años antes de nuestra era, cuando el faraón Ramsés II, atribulado por los acontecimientos frente a los hititas, dispuso de 20 mil hombres que, sin interesarles a derecha por qué luchaban, se jugaron el pellejo a cambio de un porcentaje del saqueo, la comida y el agua.

Asesinos a sueldo y criminales apátridas son algunos de los calificativos que cargan en sus mochilas los mercenarios, los mismos contra los cuales arremetiera en el aspecto moral Maquiavelo en El Príncipe, aunque reconociendo ––en su tan caro "el fin justifica los medios"–– que las espadas alquiladas podían cambiarles los colores de la victoria a una batalla.

Sin embargo, si a alguien repudia el soldado regular es al mercenario por carecer de patria y causa, y al filósofo y político florentino, hábil por su astucia y duplicidad, no se le escapó la observación.

Desde su mismo nacimiento, el cine, tan apegado a las historias de violencia, tendió un halo de romanticismo sobre el viejo oficio. No era fácil defender la moral de unos hombres que mataban solo por dinero, pero se contaba con elementos tan engatusadores como el misterio, el espíritu aventurero, el constante peligro y el sexo (recordar la tórrida escena de Sylvester Stallone y Sharon Stone en El especialista).

La fórmula para el cambiazo se calcó casi al pie de la letra de las llamadas películas de piratas, que convertían a un saqueador y asesino de los mares en un héroe romántico. Por supuesto, la falacia no podía ser absoluta en el caso de los mercenarios, de ahí que cuando aparece un grupo involucrado en una misión cinematográfica, las historias personales de cada uno de ellos ––tiernas, sentimentales en su dureza–– prevalezcan por encima de las conveniencias personales.

Un mascapiedras presto a disparar sobre cualquier objeto que respire, sí, pero junto a él, el "muchacho desengañado por la vida", o el suicida nato que, tras perder a su familia, lo que anda buscando es que lo maten. En síntesis, supuestas historias humanas prestas a nublar en colectivo el sentido político que trae aparejado la nueva variante bélica de negociar con la muerte.

Los tiempos han hecho que el tema se ampare en otros pretextos oportunistas, como es el caso del filme Mercenarios de elite (Brent Huff, 1998), en el que un grupo de los llamados "soldados de la fortuna" acepta defender a un pueblo amenazado por un grupo de terroristas.

El oportunismo temático es esencial en cualquier historia sobre mercenarios, pero tal no parece ser el caso de una trama con olor a rancio que se filma en estos momentos en Río de Janeiro con guión, dirección y actuación principal de Sylvester Stallone. Se titula The Expendables y trata de "un grupo de mercenarios que lucha en un país tropical contra un cruel dictador".

Stallone ha convocado a un grupo de duros de la pantalla para que lo acompañen, entre ellos Jason Statham, Dolph Lundgren y Jet Li. A los 62 años de edad redobló las horas en el gimnasio y a juzgar por la aparatosidad del tórax y las venas explotadas de los bíceps, es de pensar que la carga de anabolizantes esté haciendo lo suyo.

La propaganda en torno a la película habla de todo ello (de los anabólicos no, porque ya tuvo problemas con la justicia en Australia al introducirlos de forma ilegal). También se ha insistido en que el actor se encuentra en tan buena forma que no acepta dobles en las riesgosas escenas de acción. Pero no obstante estar el acceso a la prensa absolutamente vetado en el rodaje, una noticia publicada por el diario O Globo aseguró hace unos días que Stallone, en el papel de un imbatible mercenario que corre y salta como un muchachito de veinte años, se había roto un brazo, algo que, en lo humano, es de lamentar.

Y máxime cuando el equipo de publicidad del filme se empeña en negar el accidente por aquello de que los mercenarios, dentro y fuera de la pantalla, deben cobrar solo por lo que han hecho.

 

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