Rolando escribe hoy su otra historia

Juan Varela Pérez
juan.pvp@granma.cip.cu

Tener un pedazo de tierra para cultivar fue siempre una frustrada aspiración de Rolando Méndez Niebla. En sus 64 años de vida ha cumplido misiones en Cuba y en el exterior, mas le faltaba llenar un vacío interior que arrastraba desde niño: sembrar, cosechar y producir alimentos. Lo tenía como asignatura pendiente.

Fotos: Jorge Luis GonzálezRolando está feliz al ver cómo ya se observan los primeros frutos de su trabajo.

El día que disponga de un pedazo de tierra para ver cómo crece y retoña el fruto de mi esfuerzo, entonces sí será plena la felicidad, confesaba a familiares y amigos. Antes de 1959 no valía la pena porque quienes nos explotaban recibían la "tajada grande" y poco o nada para los creadores de la riqueza.

Su memoria de privilegio conserva imágenes de una realidad dolorosa de la cual sus padres fueron protagonistas en Guantánamo durante la seudorrepública. Criar seis hijos, en especial para la gente de monte adentro, era un desafío en aquellos tiempos de esclavitud enmascarada, de salarios miserables.

Alcides Rivero es como de la familia y constituye uno de los puntales de la finca.

Sin saberlo, convertir en certeza el viejo sueño estaba cerca. Mediante el Decreto-Ley 259 del Consejo de Estado, cumplidos todos los requisitos, se le otorgó, en usufructo, poco más de seis hectáreas ociosas, olvidadas en un rincón artemiseño.

Quería probar, con resultados en el propio surco sus teorías e ideas sobre la agricultura y contribuir, aunque fuese modestamente, al llamado del General de Ejército Raúl Castro, quien colocó la producción de alimentos en el máximo de prioridad.

Ante las graves consecuencias que puede generar la crisis económica mundial, con énfasis en las naciones más pobres, nuestro país está obligado a potenciar sus recursos naturales para depender cada vez menos de las importaciones. Y a la vez estimular la creación de fondos exportables.

Saldar una vieja deuda

Rolando busca, sin decirlo, saldar una vieja deuda con sus antepasados. Hoy todo se ha transformado, las condiciones son muy diferentes. Lamenta que el padre, ya fallecido, no pueda disfrutar este momento de alegría colectiva, "él estaría en la primera fila, junto a nosotros".

En cambio la madre lo motiva y alienta con sabios consejos. "Todo lo que puedas hacer por esta Revolución siempre será poco", le dijo cuando llenó la documentación para ser uno de los casi 3 000 habaneros que han recibido, hasta la fecha, tierras en usufructo.

Los años de servicios en las Fuerzas Armadas Revolucionarias enriquecieron su vida y le aportaron disciplina y dinámica organizativa de trabajo. Por eso, subraya, no soportaría una jubilación apacible; darle comida al pueblo todo el año es el gran reto.

Este es de los hombres de larga trayectoria. Con sus anécdotas y testimonios darían para una novela, pero no de ciencia ficción.

A estas alturas nadie le reprocharía que dedicara su jubilación a leer, a jugar dominó, hacer tertulias con vecinos y amigos, ver la televisión y visitar los parientes en Guantánamo. Pero si tengo salud y otros esperan por lo que seamos capaces de producir —indicó—, no puedo estar cruzado de brazos y vivir del cuento.

Es enfático cuando manifiesta que es cierto, todo depende del estado físico de la persona, pero molesta ver a hombres de todas las edades, jóvenes y fuertes, en pleno día, charlando en las esquinas y los parques.

Ellos tienen una solución para todo, pero solo con la palabra. La acción se la dejan a otros. A la hora de criticar y reclamar supuestos derechos son los primeros y más exigentes. Este juicio —y algunos más duros— expresan el sentir de los trabajadores que dialogaron con el reportero de Granma.

En la finca de Rolando se respira lo contrario, el ambiente es familiar, pero de trabajo. Poco a poco suman conocimientos y pese a ser de limitada extensión, tienen sembradas calabaza, boniato, maíz y frutales que entregan para su distribución mediante la Cooperativa de Créditos y Servicios Tomás Álvarez Breto, integrante de la Empresa de Cultivos Varios de Artemisa.

Ahora son tierras productivas

Cuando recibió la autorización para explotar esas tierras predominaban las malezas. Limpiarlas e introducir cultura en las plantaciones demandó del pequeño colectivo mucha paciencia y constancia. El programa no ha concluido, pero se avanza y pronto no habrá ni un cordel improductivo.

Rolando defiende el principio campesino de que "el ojo del amo engorda el caballo". A cualquier hora puede encontrársele en lo que es hoy su pasión y donde juró echar los días que le restan. Tras cubrir la etapa inicial, pasan a la segunda: incrementar los rendimientos agrícolas.

Sea media hectárea o una, explicó, sacarle el máximo a la tierra debe ser la mayor preocupación de todos los favorecidos por esta decisión del estado cubano. Y responder con producciones que justifiquen esa confianza.

Asegura que la otra historia comienza a escribirse. No importan mis años, estoy fuerte y bien, feliz por sentirme útil otra vez y en qué tarea y momento.

Aunque recuerda con cariño a su natal El Salvador, en Guantánamo, afirma que Artemisa es su segunda patria chica.

En ese municipio de La Habana lleva casi una veintena de años y considera como el mayor privilegio de su vida el afecto y el cariño de los muchos que le conocen.

Los propios dirigentes agrícolas aseguran que pronto la finca estará entre las mejores y más distinguidas del territorio. El pequeño equipo genera no solo ideas productivas. Apela al concurso y el apoyo de organismos e instituciones a fin de embellecer el entorno, cuidar el medio ambiente y aprovechar al tope los recursos que forman su modesto patrimonio.

Es de los cubanos naturales que antes de promulgarse el Decreto-Ley no disponía siquiera de un cordel, hoy en cambio, tiene en sus manos 6,5 hectáreas que promete convertir en un verdadero paraíso.

 

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