Cuando
regrese el calor, en los próximos días, seguramente volverán los
torsos descubiertos en las calles, y no solo de infantes y
adolescentes.
¿No ha compartido espacio en un transporte público con un
descamisado? ¿O lo ha visto transitar por el barrio, en ocasiones de
brazo con su pareja "bien arregladita", cual nota discordante?
¿Acaso no se lo ha topado en una cafetería, en una tienda, en un
mercado o en cualquier otro sitio muy distante de ser zona de playa?
¡Ay, el calentamiento global! No solo disloca el clima
convirtiendo tierras fértiles en desiertos, provoca inundaciones y
sequías, arruina cultivos, extingue especies de la flora y de la
fauna¼ Tal parece que es también la causa
—¿o justificación?— de la ausencia de ropas o, dicho de otro modo,
del impudor.
Son ya tan frecuentes los "sin camisa", que nos hacen dudar si
serían nuestros antepasados realmente humanos. Cómo, con
temperaturas muy similares a las actuales, vestían con trajes, de
"cuello y corbata", sin importar si brillaban el sol o las
estrellas.
Las modas cambian; quién lo discute. Lo que es discutible es si
la comunidad debe admitir que transitar por nuestras calles a pecho
descubierto pueda catalogarse como tal, a pesar de lacerar los
buenos hábitos y el respeto a quienes nos rodean.
Entrar en la moda, según un diccionario, es "seguir la que se
estila, o adoptar los usos y costumbres del país o pueblo donde se
reside". No dejemos que, a fuerza de verlos y por indolencia
permitirlos, se conviertan los descamisados en una más; a pesar del
calor.