La canadiense Mary McCarthy murió. Tenía 108 años, casi 50 de 
			ellos los dedicó a reclamar a los gobiernos de Estados Unidos la 
			herencia que le había dejado su esposo, un rico empresario español 
			radicado en Cuba, al que había conocido en 1924 en la Ópera de 
			Boston.
			McCarthy hizo lo contrario de sus acaudalados vecinos en 1959. 
			Cuando la mayoría abandonó en estampida las mansiones de La Habana 
			al percibirse los primeros albores de la Revolución triunfante, ella 
			decidió quedarse y echar su suerte en esta Isla. No imaginaba 
			entonces el viacrucis posterior.
			Parece una historia de novela, pero no. Por obra y gracia de las 
			disposiciones norteamericanas que diseñaron la hostil política del 
			bloqueo, las propiedades de esta mujer fueron congeladas en un banco 
			de Boston. 
			Su historia personal es un ejemplo de lo que se pretendió desde 
			un inicio con semejante medida nacida en Washington. Doblegar, 
			llevar a la población cubana a la desesperanza¼ 
			Alto ha sido el costo en lo material y humano para nuestro pueblo.
			Según reportó este lunes la agencia Reuters, el caso de la 
			anciana dio la vuelta al mundo en el 2007, cuando se conoció que el 
			Departamento del Tesoro de EE.UU. le impedía disponer de sus cuentas 
			en aquel país. "Usaba joyas de plástico porque las otras, las de 
			verdad, estaban lejos de su alcance en un cofre en Estados Unidos", 
			señala el despacho.
			Había nacido en 1900 en St. John's, Terranova. Forjó su historia 
			de amor y decidió vivirla en Cuba, donde fundó la Orquesta 
			Filarmónica de La Habana. Enviudó en 1951. 
			Durante los últimos dos años, a instancias del Gobierno de 
			Canadá, la administración Bush le permitió, a regañadientes, retirar 
			solo 96 dólares mensuales de la suma que por derecho le pertenecía.
			Al despedirla en el cementerio de Colón, donde sus restos 
			descansan junto a los de su esposo, el cónsul canadiense Mark Burger 
			dijo que "Mary McCarthy fue quizás la mejor forjadora de la amistad 
			entre los pueblos de Cuba y Canadá". 
			Al leer las noticias sobre su deceso y redactar esta nota, creo 
			que Mary McCarthy es también otra de las víctimas de una política 
			que no ha podido poner a una nación de rodillas y mucho menos 
			negarle su derecho a existir sin amos ni imposiciones.
			Cuando la humanidad en pleno dice que tan cruel y absurda medida 
			debe eliminarse, Washington debería llamarse a capítulo. En medio 
			del clamor internacional sigue nadando contra la corriente.