Pero desde entonces a esta fecha, ha experimentado un proceso de
decantación de su trabajo artístico, como el que lo hizo sobresalir
en la última Bienal del Fin del Mundo, en el extremo sur argentino
(Ushuaia), donde Kcho se convenció de que un artista como Flaminio,
interesado en indagar a fondo la relación del hombre con las cosas,
debía estar nuevamente en La Habana.
El periódico Página 12 describió así la experiencia: "Suspendidas
en lo alto del recinto, vemos una máquina de coser y una silla. En
un momento y por una escalera de cuerda sube el autor, que lenta y
pausadamente comienza a pedalear aquella máquina dejando caer una
larga tira de lona blanca. En el piso ya hay otras que sugieren la
misma operación. El rollo que sostiene en la mano y la aceleración
creciente de la máquina nos da una idea del tiempo angustiante de
aquella improbable tarea".
Flaminio tiene en el Convento de San Francisco un video –
collage, en el que superpone parte de su creación en Brasil a
imágenes captadas en la capital cubana, con lo que establece un
diálogo entre sus vivencias previas y lo que ha podido pulsar
durante su actual estancia en la Isla.
El mundo flotante de muebles, objetos y accesorios se recorta
sobre fragmentos del habitat cubano, en una especie de toma y daca
de identidades y modus vivendi. Esta concepción es coherente
con la línea fundamental de su poética, consistente en configurar
vasos comunicantes entre la realidad y el pensamiento, la ficción y
lo testimonial, la memoria y la suposición.
La experimentación objeto-espacial de Flaminio ha tomado fuerza
inusitada en los últimos años con series como Mudanzas y
Cristalerías, y la exposición que en este mismo momento está
teniendo lugar en el SESC Pompeia, de Sao Paulo.