La Flor Autóctona de la Revolución está incrustada en la roca que sobresale en la elevación, escoltada por altos arbustos y plantas verdes como el uniforme que llevó en las jornadas de guerrillera, siempre con las botas puestas. La brisa fría que golpea los rostros de estas bellas jóvenes nos hace pensar en la húmeda y fresca región de La Plata, en la Sierra Maestra, lugar por donde otras mujeres, con brazalete rojo y negro y fusil al hombro, estuvieron en la primera línea de combate. Ellas ahora, con sonrisa pura, continúan el legado. Atrás las intensas jornadas en las filas del Ejército Juvenil del Trabajo. En sus pechos la distinción de Servicio Distinguido de las FAR. Baracoa, Songo la Maya, Santa Cruz del Sur, de cualquier lugar del país. Unas eligieron el camino de ser oficiales o continuar estudios como Sargento Instructor, otras regresan al terruño con la satisfacción del deber cumplido y emprender nuevas tareas. Allá, en las montañas del Segundo Frente, dentro del corazón de otra roca y rodeada de flores, una mujer descansa tras largas luchas, satisfecha porque desde Mariana Grajales hasta la fecha, como dijo el Maestro,(...) sin sonrisa de mujer no hay gloria completa de hombre.