Estados Unidos mantendrá una enorme influencia, pero dejará de
ser el centro articulador del sistema. El camino hacia allá será
largo, dice; mientras advierte que en todas estas sucesiones
hegemónicas, el árbitro último ha sido la guerra entre potencias
centrales.
Saxe-Fernández, que participa en el XI Encuentro Internacional de
Economistas sobre Globalización y Problemas del Desarrollo, alude al
potencial empleo de armamento termonuclear en caso de producirse
conflictos bélicos durante el siglo que transcurre. Por eso asegura:
"O logramos que la guerra no sea el árbitro último, o no habrá
opción de alternativa histórica para nuestra especie".
La magnitud de la crisis toca el cielo. Antes, en la depresión
que conmovió al mundo en 1929, "se estaba asumiendo que el petróleo
era prácticamente infinito. (¼ ) Tampoco
hay suficientes recursos naturales, metales y minerales para el tipo
de desarrollo que plantea el capitalismo y se combina esta crisis
con otras dimensiones fundamentales: la ecológica, la energética; es
decir, la finitud de los recursos que tiene el planeta.
Consecuentemente, se está diciendo: apunten a algo distinto a lo que
se ha venido haciendo en los últimos 500 años".
Con razón la mayor potencia de estos tiempos, augura Saxe-Fernández,
persistirá en su propensión histórica de usar a América Latina como
reserva estratégica y como mecanismo de reconstitución hegemónica.
En la actualidad, está ensayando este proceso por la vía de una
inusitada militarización. Después del fin de la guerra fría —afirma
el investigador— EE.UU. aumentó la presencia de bases
norteamericanas en la región. Se ubican, claro está, en zonas
cercanas a los principales recursos naturales: petróleo, gas
natural, metales, minerales, biodiversidad.
A su vez, promueve esquemas de libre comercio y de seguridad que
ensaya con Canadá y con México. En el caso del país azteca, incluye
un nuevo dispositivo, émulo del Plan Colombia: se llama Iniciativa
Mérida y, advierte Saxe-Fernández, "propicia esencialmente una
integración de corte militar entre EE.UU. y México, algo de una
asimetría absolutamente insostenible por lo abismal. Es realmente un
mecanismo, como en el caso de Colombia, de ocupación territorial y
de negocios".
señala la constante hostilidad de Washington hacia Caracas y
recuerda la enorme importancia regional que tiene Venezuela para el
desarrollo de una posición latinoamericana. Viene desde allí
—afirma— el auspicio de procesos de integración muy concretamente
aterrizados al área de la energía. Un ejemplo evidente es
Petrocaribe.
La propuesta en curso de una estructura monetaria latinoamericana
en momentos en que se avizora y laten los síntomas muy claros de una
disminución del régimen del dólar, es absolutamente esencial, sin
obviar —concluye—, la necesaria soberanía sobre los recursos
naturales.