De
todos es sabido o debe serlo, que el 10 de octubre de1868 Carlos
Manuel de Céspedes le dio la libertad a sus esclavos del ingenio La
Demajagua y los invitó, como hombres libres, a luchar por la
conquista de la independencia de Cuba. Esa es la fecha más grande de
la historia de Cuba, a partir de ella comienzan los 140 Años de
Lucha de los que habla Fidel.
Sin embargo tendría que transcurrir un lapso para que aquel gesto
del ingenio La Demajagua, sin precedente alguno en toda la historia
independentista de América, tuviera consistencia legal en la
república insurrecta. Sería cuando firmó el decreto de abolicionismo
en Cuba en armas, redactado posteriormente: un 27 de diciembre.
Consecuente con sus ideas el que habría de ser el Padre de la
Patria, obró y seguiría obrando pacientemente para poder conciliar
sus convicciones contrarias a la repugnante esclavitud, con los
intereses de otros patricios separatistas. Estos últimos, en su
inmensa mayoría, lo daban todo por la independencia del colonialismo
español, pero su pensamiento se enquistaba al tocarse el tema de la
emancipación del negro esclavo fuese africano o criollo. Céspedes
como los hechos demuestran se había empeñado en no precipitar los
acontecimientos antes de que la Revolución no hubiera cuajado bien
en sus bases.
Aunque la esclavitud ya era un ente antieconómico con respecto al
desarrollo industrial, aún los trabajos manuales se consideraban
"viles", como planteaba José Antonio Saco, e incompatible con la
política de blanqueamiento sustentada por pensadores cubanos
ilustres, hecho que los llevó a aceptar el cese de la trata negrera.
La grandeza de Céspedes, el protagonista más certero de esta
etapa de la historia y de hecho fundador de la nación en armas,
queda esculpida en el texto del 27 de diciembre de 1868 que dice en
uno sus párrafos:
"La Revolución de Cuba al proclamar la independencia de la Patria
ha proclamado con ello todas las libertades y mal podría aceptar la
grande inconsecuencia de limitar aquellas a una sola parte de la
población del País. Cuba libre es incompatible con la Cuba
esclavista y la abolición de las instituciones españolas debe
comprender y comprende por necesidad y por razón de la más alta
justicia la de la esclavitud como la más inicua de todas."
El decreto dispone declarar libre a los esclavos, se consigna una
indemnización a los propietarios que la reclamen. Pero, dice "Serán
declarados libres desde luego los esclavos de los palenques que se
presenten a las autoridades cubanas, con derecho, bien a vivir entre
los cubanos o continuar en sus poblaciones del monte, reconociendo y
acatando el gobierno de la Revolución". Los apalencados como han
expresado estudios profundos de este tema "eran abolicionistas por
derecho y voluntad propia".
El decreto no deja fisura en cuanto a su alcance y las formas de
aplicarse la abolición de la esclavitud; es obra de un jurista
extraordinario y no menos estadista revolucionario en armas.