SAO PAULO.— Leo Brouwer legó al público paulista una noche
memorable al conducir la Orquesta de Cámara de la Universidad de Sao
Paulo (OCAM) en una jornada dedicada íntegramente a primeras
audiciones de obras suyas aquí.
En el espléndido teatro SESC de Pinheiros, zona densamente
poblada al oeste de la ciudad, el maestro estrenó en Brasil
Gismontiana, concierto para cuarteto de guitarras y orquesta de
cuerdas, todo un hito de la música contemporánea y puente de ida y
vuelta entre las culturas de nuestros pueblos.
Según Edelton Gloeden, director artístico del Festival Leo
Brouwer y uno de los mejores conocedores del catálogo autoral del
cubano en un país donde este desde hace mucho tiempo es valorado,
tanto este concierto como otras piezas escuchadas por primera vez
han ensanchado en las nuevas generaciones la comprensión de la
riqueza cultural de la obra brouweriana, opinión compartida por
Franscesc Puértolas, del Instituto Cervantes, quien no ocultó su
orgullo por la contribución de Leo a situar una alta cota en el
programa Guitarrísimo, que su entidad desarrolla para promover el
culto a un instrumento esencial en la vida espiritual de
Iberoamérica.
El auditorio, repleto más allá de su capacidad, vibró con la
energía de Los negros brujos se divierten, pieza para diez
ejecutantes que estructura su trama sonora sobre ritmos, acentos,
planos dinámicos e inusitadas interrelaciones polifónicas.
A continuación Gismontiana creció en tiempo y espacio a
través del aporte de la OCAM, aleccionada por Leo en arduos ensayos
hasta conseguir la empatía necesaria entre el cuerpo instrumental y
los solistas. Nada mejor que el cuarteto Quaternaglia para
desempeñar este papel, por conjugar la calidad del sonido con una
aguda y sensible asimilación del lenguaje brouweriano.
A los temas vigorosos de Gismonti, visceralmente enraizados en la
cultura brasileña —un frevo aquí, la reminiscencia de un
choro allá, el estremecimiento de un baión balandro, la
melancolía de Agua y vino, y el frenesí amazónico—, Leo
añadió una cadencia que clasifica como una de las muestras más
exultantes de su ingenio.
En la segunda parte del programa, Brouwer dirigió Vitrales de
La Habana Vieja, evocación de la carpenteriana ciudad de las
columnas desde una perspectiva poliédrica en la que tanto los aires
barrocos como neorrománticos completan la imagen.
Como colofón vino la imprescindible Canción de gesta. Arte
revolucionario —entendido este concepto en tanto eclosión estética
renovadora que se abre paso junto a la emancipación social: no es
fortuito su subtítulo: Epopeya del Granma, la nave llena de
futuro—, transmite, como ha dicho la musicóloga Isabelle
Hernández, "la inconfundible personalidad estilística del compositor
en plena madurez". Tanto fue el entusiasmo ante la obra, que luego
de diez minutos de sostenida ovacion, el maestro se vio obligado a
regresar al podio para repetir el segmento final.
¿Un balance del concierto en pocas palabras? Leo dejó entrever el
horizonte de la música de los tiempos que vendrán en esta parte del
mundo.