La escena tiene lugar en un ómnibus urbano, en la capital. Es la
1:30 p.m. Al final del atiborrado pasillo unos jóvenes vociferan
cuánto dinero se "juegan". Pronto las miradas de las demás personas
comienzan a hacerse cómplices. "Abuelo, métale los 50 pesos, confíe
en mí, yo vi la chapita en el medio", así embulla uno de los
embaucadores a un señor bastante mayor para quitarle su dinero.
Desde hace algún tiempo esto se repite en algunos ómnibus de la
ciudad. Estafadores sin escrúpulos engañan, sobre todo, a las
personas mayores con el cuento de que el juego es fácil y sencillo.
Una mirada basta para indicar que dos, tres, cuatro o quién sabe
cuántos tramposos comienzan a jugar, previo acuerdo, pretendiendo
que ganan considerables cifras de dinero o cualquier tipo de
prendas. Para las personas honestas que son testigos, sin querer,
resulta muy desagradable ver el engaño. Sin embargo, el juego de "la
chapita", como reza un viejo dicho, es más viejo que andar a pie y
quienes se aventuran lo hacen por pura voluntad.
Existen leyes y sanciones muy rigurosas con el juego prohibido,
pero ¿hay que esperar porque la casualidad haga presente a un
policía o a un inspector? En medio de la difícil situación que vive
el país sería demasiado pedir la presencia constante de alguno de
ellos en cada guagua de la ciudad. Mientras las autoridades hacen su
trabajo, ¿qué hacer para que no se repitan escenas como estas y
dejar de alimentar estos juegos que demeritan los valores de nuestra
sociedad?
Por lo pronto, nuestro deber ciudadano es hacer caso omiso a
cualquier insinuación, no caer en el engaño de quienes crean la
artimaña para estafar. La sugerencia para los curiosos que se
inquietan y se dejan llevar, es quizás la que sostiene, también,
otro aforismo: guerra avisada, no mata soldado.