Pasajeros estafadores

Amelia Duarte de la Rosa

La escena tiene lugar en un ómnibus urbano, en la capital. Es la 1:30 p.m. Al final del atiborrado pasillo unos jóvenes vociferan cuánto dinero se "juegan". Pronto las miradas de las demás personas comienzan a hacerse cómplices. "Abuelo, métale los 50 pesos, confíe en mí, yo vi la chapita en el medio", así embulla uno de los embaucadores a un señor bastante mayor para quitarle su dinero.

Desde hace algún tiempo esto se repite en algunos ómnibus de la ciudad. Estafadores sin escrúpulos engañan, sobre todo, a las personas mayores con el cuento de que el juego es fácil y sencillo.

Una mirada basta para indicar que dos, tres, cuatro o quién sabe cuántos tramposos comienzan a jugar, previo acuerdo, pretendiendo que ganan considerables cifras de dinero o cualquier tipo de prendas. Para las personas honestas que son testigos, sin querer, resulta muy desagradable ver el engaño. Sin embargo, el juego de "la chapita", como reza un viejo dicho, es más viejo que andar a pie y quienes se aventuran lo hacen por pura voluntad.

Existen leyes y sanciones muy rigurosas con el juego prohibido, pero ¿hay que esperar porque la casualidad haga presente a un policía o a un inspector? En medio de la difícil situación que vive el país sería demasiado pedir la presencia constante de alguno de ellos en cada guagua de la ciudad. Mientras las autoridades hacen su trabajo, ¿qué hacer para que no se repitan escenas como estas y dejar de alimentar estos juegos que demeritan los valores de nuestra sociedad?

Por lo pronto, nuestro deber ciudadano es hacer caso omiso a cualquier insinuación, no caer en el engaño de quienes crean la artimaña para estafar. La sugerencia para los curiosos que se inquietan y se dejan llevar, es quizás la que sostiene, también, otro aforismo: guerra avisada, no mata soldado.

 

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