Fue a los 2 años y medio cuando sus pies la obligaron a desandar
caminos más difíciles, pues la limitación motora, a causa de una
punción lumbar, le impuso una vida diferente. Aun así, Dalhis
Dairent Pedroso Guerra quiere ser informática, canta, juega tenis de
mesa¼ ., asiste al colegio.
En su escuela especial Solidaridad con Panamá, otros 109 niños
convierten la discapacidad en motivo para intentar todos los días
una vida mejor, seguidos de cerca por maestros, asistentes,
fisioterapeutas y otros técnicos y profesionales.
Las historias de tablas aeróbicas, trabajos en el campo, cantos,
bailes y deportes son confirmadas por Margarita Mathew Lorenzo, una
mujer que ha dedicado 40 años de su vida a la Educación Especial.
"Ellos nos enseñan a vivir, nos demuestran a diario que sus
problemas son enormes al lado de los nuestros. Más allá de lo que
podamos lograr con ellos, es un reto a la fortaleza y un estímulo a
la lucha".
De esta manera, Margarita ilustra su incentivo propio durante los
18 años de dedicación en la escuela especial para limitados físicos
y motores, y los 19 con niños con retardo mental. Habla de Dalhis
con el cariño que guarda para cada uno de sus alumnos y sonriendo le
pide desterrar la timidez frente al lente de la cámara.
Nuestros días son sencillos, comenta Dalhis. Nos levantamos a las
6 y ayudados por asistentes nos aseamos y vamos al desayuno. Luego
el matutino, las clases¼ , siempre hay
algo para hacer, incluso en las noches: actividades culturales,
estudio, juegos. A las 10 ya debemos estar durmiendo. La escuela me
gusta, allí soy feliz.
Para la veterana maestra, el trabajo del centro es muy importante
porque logra desarrollar potencialidades y demuestra que ellos
también merecen vivir plenamente. Si hoy la escuela no está
explotada en toda su capacidad es porque existen otras alternativas
para que los niños con limitaciones reciban la docencia.
Desde el padre que los lleva a la escuela normal diariamente y no
los interna, hasta los maestros ambulantes para niños con
agravamiento de la salud y las aulas hospitalarias para los operados
que deben permanecer allí largas estadías. "En cualquiera de los
casos se requiere paciencia, esfuerzos", reconoce Margarita Mathew,
experta en los cuidados que cada mañana practica con sus seis
alumnos del primer ciclo.
"Enseño a leer y a escribir a los niños de primero a cuarto
grados; solo tengo seis porque ese es el rango de la matrícula. De
ellos hay tres que no escriben por la dificultad motora, pero no
dejamos de intentarlo."
Todo este tiempo he aprendido también que cuando nace un pequeño
con una discapacidad o sucede un accidente, crea un duelo en la
familia que en ocasiones se vuelve disfuncional. Llegan los periodos
de crisis y de recesión, y la escuela les enseña a esas familias que
es posible hablar de logros y ser feliz, aclara la maestra.
Justo a su lado, y después de esas palabras, Dalhis dibuja una
sonrisa porque sospecha una pregunta. Ante la interrogante de un
deseo mayor, queda callada. Y no es que no tenga; son tantos que no
consigue establecer prioridades. Luego comienza a enumerarlos y uno
termina descubriendo que ante esta alumna y su maestra no puede
sentirse otra cosa que admiración.