Villa no es solo Lennon

VIRGINIA ALBERDI BENÍTEZ

La figura sedicente de John Lennon en un parque del Vedado persigue en la vigilia y la realidad a José Villa Soberón. El beatle, no caben dudas, es una de las criaturas escultóricas más famosas del escultor santiaguero. Parejas de enamorados se sientan a la vera del melenudo de bronce y cleptómanos fetichistas han querido una y otra vez apropiarse de los lentes.

Foto: RICARDO G. ELIASJosé Villa Soberón, Premio Nacional de Artes Plásticas 2008.

Esa no es la única realización famosa de Villa. Con mucho orgullo, los cienfuegueros titularon la noticia de la adjudicación al creador del Premio Nacional de Artes Plásticas 2008 como un lauro merecido por el autor de la estatua del Benny, en el Prado de esa ciudad de geometría impecable.

Escultura emplazada en el Banco Financiero Internacional, Miramar.

Otra de sus realizaciones más asediadas es la del Caballero de París frente a la Basílica Menor de San Francisco de Asís, en La Habana Vieja. En ese propio entorno del centro histórico de la capital, Villa emplazó uno de sus más queridos encargos, la estatua de Antonio Gades. En el pórtico del Palacio de Lombillo, el bailaor más grande de nuestra época, inolvidable amigo de los cubanos, contempla el ambiente de una ciudad que lo tiene entre sus más extraordinarios afectos.

Foto: Cristobal HerreraEl célebre cineasta Steven Spielberg junto al Caballero de París, de Villa.

Pero no es del Villa hacedor de magníficas y necesarias estatuas del cual quiero hablar, pese a que pienso cómo todavía debieran resaltarse otras obras suyas de idéntica especie, como el conmovedor José Martí que recuerda en la Fragua Martiana al joven que sufrió los rigores de la prisión por su temprana iniciación independentista; o la indómita Mariana Grajales que se alza en la plaza de igual nombre en Guantánamo. Ya en el plano alegórico habría que destacar el mausoleo de los Mártires del 13 de Marzo, en la necrópolis de Colón.

Chip, en la Universidad de Ciencias Informáticas. El escultor junto al equipo técnico en la fase final de terminación de la obra.

Quiero incitar al lector a descubrir ese otro Villa que ha hecho aportes de consideración a la escultura ambiental, esa que nos es muy necesaria para la calificación del espacio público y el paisaje urbano. Y lo ha hecho dentro y fuera de Cuba, desde la peleadora ciudad de El Alto, en La Paz, hasta un apacible centro citadino en Alemania, sin olvidar cómo en nuestra capital nos damos de bruces con la fuente de la rotonda de la Villa Panamericana sin saber que el autor es José Villa Soberón.

Pieza sin título en el área exterior de la Casa Museo Servando Cabrera Moreno.

Me detendré en cuatro obras para explicar algunas de las claves de su poética escultórica. En uno de los pasillos laterales de la sede del Banco Financiero Internacional en la Quinta Avenida, de Miramar, a ras del suelo se halla Muralla, que revela una de las constantes de Villa: la búsqueda de la armonía a través del movimiento ondulante.

Desde siempre, el escultor ha intentado seducirnos con el tótem como forma primigenia devenida de las ancestrales culturas indoamericanas. Tanto en la pieza sin título que habita en el patio de la Casa Museo Servando Cabrera Moreno (Paseo y 13, Vedado) como en La llave de la torre, originalmente emplazada en la Avenida del Puerto y que forma parte de la colección del Museo Nacional de Bellas Artes, se revela un tratamiento de cortes angulares sumamente sugestivo.

Ese juego con la geometría se radicaliza con una connotación metafórica en Chip, una pieza a escala monumentaria que al ser ubicada en la Universidad de las Ciencias Informáticas responde por inducción a la especificidad del campus.

No por transitar por los caminos de la abstracción, o la no figuración, esta zona del quehacer de Villa debe quedar relegada en la valoración de su impronta. Se trata de obras donde la audacia creativa se hace acompañar por un manejo muy profundo de argumentos constructivos, que revelan la identidad y sentido de pertenencia del artista.

 

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