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Villa no es solo Lennon
VIRGINIA ALBERDI BENÍTEZ
La figura sedicente de John Lennon en un parque del Vedado
persigue en la vigilia y la realidad a José Villa Soberón. El beatle,
no caben dudas, es una de las criaturas escultóricas más famosas del
escultor santiaguero. Parejas de enamorados se sientan a la vera del
melenudo de bronce y cleptómanos fetichistas han querido una y otra
vez apropiarse de los lentes.
José
Villa Soberón, Premio Nacional de Artes Plásticas 2008.
Esa no es la única realización famosa de Villa. Con mucho
orgullo, los cienfuegueros titularon la noticia de la adjudicación
al creador del Premio Nacional de Artes Plásticas 2008 como un lauro
merecido por el autor de la estatua del Benny, en el Prado de esa
ciudad de geometría impecable.
Escultura
emplazada en el Banco Financiero Internacional, Miramar.
Otra de sus realizaciones más asediadas es la del Caballero de
París frente a la Basílica Menor de San Francisco de Asís, en La
Habana Vieja. En ese propio entorno del centro histórico de la
capital, Villa emplazó uno de sus más queridos encargos, la estatua
de Antonio Gades. En el pórtico del Palacio de Lombillo, el bailaor
más grande de nuestra época, inolvidable amigo de los cubanos,
contempla el ambiente de una ciudad que lo tiene entre sus más
extraordinarios afectos.
El
célebre cineasta Steven Spielberg junto al Caballero de París, de
Villa.
Pero no es del Villa hacedor de magníficas y necesarias estatuas
del cual quiero hablar, pese a que pienso cómo todavía debieran
resaltarse otras obras suyas de idéntica especie, como el conmovedor
José Martí que recuerda en la Fragua Martiana al joven que sufrió
los rigores de la prisión por su temprana iniciación
independentista; o la indómita Mariana Grajales que se alza en la
plaza de igual nombre en Guantánamo. Ya en el plano alegórico habría
que destacar el mausoleo de los Mártires del 13 de Marzo, en la
necrópolis de Colón.
Chip,
en la Universidad de Ciencias Informáticas. El escultor junto al
equipo técnico en la fase final de terminación de la obra.
Quiero incitar al lector a descubrir ese otro Villa que ha hecho
aportes de consideración a la escultura ambiental, esa que nos es
muy necesaria para la calificación del espacio público y el paisaje
urbano. Y lo ha hecho dentro y fuera de Cuba, desde la peleadora
ciudad de El Alto, en La Paz, hasta un apacible centro citadino en
Alemania, sin olvidar cómo en nuestra capital nos damos de bruces
con la fuente de la rotonda de la Villa Panamericana sin saber que
el autor es José Villa Soberón.
Pieza
sin título en el área exterior de la Casa Museo Servando Cabrera
Moreno.
Me detendré en cuatro obras para explicar algunas de las claves
de su poética escultórica. En uno de los pasillos laterales de la
sede del Banco Financiero Internacional en la Quinta Avenida, de
Miramar, a ras del suelo se halla Muralla, que revela una de
las constantes de Villa: la búsqueda de la armonía a través del
movimiento ondulante.
Desde siempre, el escultor ha intentado seducirnos con el tótem
como forma primigenia devenida de las ancestrales culturas
indoamericanas. Tanto en la pieza sin título que habita en el patio
de la Casa Museo Servando Cabrera Moreno (Paseo y 13, Vedado) como
en La llave de la torre, originalmente emplazada en la
Avenida del Puerto y que forma parte de la colección del Museo
Nacional de Bellas Artes, se revela un tratamiento de cortes
angulares sumamente sugestivo.
Ese juego con la geometría se radicaliza con una connotación
metafórica en Chip, una pieza a escala monumentaria que al
ser ubicada en la Universidad de las Ciencias Informáticas responde
por inducción a la especificidad del campus.
No por transitar por los caminos de la abstracción, o la no
figuración, esta zona del quehacer de Villa debe quedar relegada en
la valoración de su impronta. Se trata de obras donde la audacia
creativa se hace acompañar por un manejo muy profundo de argumentos
constructivos, que revelan la identidad y sentido de pertenencia del
artista. |