Testigo del impacto directo del criminal bloqueo yanqui en la
salud pública cubana es casi a diario el colectivo laboral del
Taller de Electrónica Médica de 23 y K, en el Vedado, en la ciudad
de La Habana.
Ese centro está responsabilizado con el montaje, mantenimiento y
reparación de equipos y piezas de la inmensa mayoría de los
policlínicos, hospitales e institutos existentes en la capital.
Cualquiera de sus 138 trabajadores, especialmente de sus 92
técnicos, tiene una historia que contar respecto a cómo en múltiples
ocasiones no han podido poner en explotación determinados medios o
instrumental ya sea de óptica, estomatología, laboratorio, de Rayos
X, ultrasonidos o cirugía, por citar algunos.
Prohibiciones de las leyes norteamericanas de vender o
suministrar a Cuba ni tan siquiera una aspirina, les impiden
acometer con más efectividad sus labores cotidianas, a favor de la
salud de decenas de miles de pacientes, tanto nacionales como de
otras naciones que son atendidos en instituciones de la Isla.
José Blanco Benítez, jefe técnico del Taller de Electrónica
Médica de 23 y K, señaló que los gasómetros provenientes de la firma
Radiometers, o los desfibriladores de la Phillips, no han podido ser
adquiridos por Cuba dada la amenaza del gobierno estadounidense para
obstaculizarles a esas empresas la comercialización de sus productos
si intentan acercarse a la Isla.
Así sucede con muchas piezas y equipos, explica a la AIN el
especialista, quien subraya que ante tales limitaciones impuestas
por el genocida bloqueo, el colectivo de ese centro capitalino se ha
crecido.
Muestra de ello está en su condición de Vanguardia Nacional del
Sindicato de Trabajadores de la Salud y de la Asociación Nacional de
Innovadores y Racionalizadores, además ostentar premios relevantes
algunos de sus técnicos.