El
jueves 28 de octubre de 1948, seis décadas atrás y bajo el nombre de
Ballet Alicia Alonso, su ilustre y principal inspiradora, nacía el
hoy Ballet Nacional de Cuba, con la histórica misión de dar inicio
en nuestro país a un movimiento artístico profesional, que sacara
esa manifestación danzaria de los marcos exclusivistas en que se
encontraba y lo convirtiera en un patrimonio cultural de toda la
nación. Su brega en el duro periodo que media entre su fundación y
1956, fecha en que se produjo su enfrentamiento con la dictadura
batistiana, que intentó convertirlo en agente propagandístico de su
sanguinario régimen, fue merecedora de la admiración y respeto de
todos los cubanos, por la preclaridad de sus objetivos y la valentía
con que sus principales fundadores —Alicia y Fernando Alonso—
supieron enfrentar las apatías, las incomprensiones y las agresiones
de los desgobiernos de la época. A pesar de ello, el novel conjunto
logró desarrollar tres vertientes fundamentales de trabajo, que
incluyeron el campo pedagógico, el coreográfico y la divulgación
masiva del ballet. Hitos en este periodo fueron la creación, en
1950, de la Academia de Ballet Alicia Alonso, encargada de formar la
primera generación de bailarines profesionales cubanos y servir de
laboratorio al fenómeno artístico de la hoy mundialmente reconocida
Escuela Cubana de Ballet, cuyos primeros grandes frutos fueron las
llamadas "cuatro joyas": Loipa Araújo, Aurora Bosch, Josefina Méndez
y Mirta Plá.
Desde su debut, la primera compañía profesional de ballet en la
historia de la nación mostró su gran preocupación por enriquecer la
cultura danzaria de los cubanos, tarea que cumplió exitosamente al
desarrollar una amplia línea coreográfica en la que figuraron las
más importantes obras del ballet de acción del siglo XVIII y de la
gran tradición romántico-clásica del siglo XIX y estimular un
movimiento de creación contemporánea, que incluyó las más diversas
temáticas nacionales e internacionales, empeño que vinculó a
prestigiosos compositores, diseñadores, teatristas y técnicos de la
escena. En cuanto a su trabajo divulgativo, las numerosas funciones
públicas, con entrada libre o a muy bajos precios, en espacios
abiertos de la capital y el interior del país, como la Plaza de la
Catedral, el Anfiteatro de La Habana y muy especialmente las
realizadas en el Stadium Universitario, donde contaron con el apoyo
decidido de la Federación Estudiantil Universitaria (FEU), hicieron
posible que la semilla del ballet germinara en los más disímiles
sectores de la Isla. Como sabiamente sentenciara Alicia en 1956, en
su histórica Carta pública al testaferro del llamado Instituto
Nacional de Cultura, "el ballet no moría porque lo dejaba en las
manos del pueblo".
El triunfo revolucionario de 1959 abrió una nueva etapa, donde el
ballet cubano pudo lograr sus grandes aspiraciones. La Ley 812 del
Gobierno Revolucionario, firmada por el Comandante en Jefe Fidel
Castro, garantizó definitivamente la existencia de la compañía y le
brindó todo el apoyo material y espiritual para realizar su labor.
En estos sesenta años de labor continuada que ahora celebramos,
el Ballet Nacional de Cuba ha logrado ocupar un alto sitial en la
cultura nacional y en el movimiento danzario internacional, como
máximo exponente de una nueva escuela, la más joven surgida en la
historia secular de este arte, lo que ha sido patentizado por los
aplausos del público, las valoraciones de la crítica especializada y
los numerosos galardones y distinciones recibidos.
Un resumen en cifras de esta gloriosa brega podría lograrse al
recordar las 173 giras internacionales realizadas, que han incluido
las visitas a 60 países, de ellos 23 de América, 25 de Europa, ocho
de Asia, tres de África y uno de Oceanía; las presentaciones en 104
pueblos y ciudades de Cuba y su creación coreográfica, ascendente a
la enorme cifra de 655 obras, 465 de ellas con carácter de estrenos
mundiales.
En eventos competitivos como el Festival de Danza de París, los
Concursos Internacionales de Ballet de Varna, Moscú, Japón, Lausana,
Nueva York, Jackson, Perú y Brasil, el Ballet Nacional de Cuba ha
conquistado cinco Gran Prix, 10 medallas de oro, 12 de plata, 10 de
bronce, 27 premios especiales, 28 medallas y diplomas de honor, 17
premios y menciones en coreografía moderna y cuatro premios en
diseño de vestuario y luces.
Por su valioso quehacer la compañía se ha hecho acreedora de 1
154 distinciones de carácter cultural, artístico, social y político,
de ellas 768 nacionales y 386 internacionales.
En esta hora de justos homenajes, regocija comprobar cómo los
dirigentes del Ballet Nacional de Cuba, sus múltiples colaboradores
y las valiosas generaciones que han conformado su elenco al paso del
tiempo, con una alta cuota de talento, entrega y compromiso,
supieron hacer válido el reclamo de Don Fernando Ortiz, quien poco
después de ser creada la compañía, al definir el deber artístico y
patriótico que debía cumplimentar, sentenció sabiamente: "Debe
darnos un arte con alma de Cuba, pero en su plena y gloriosa
integridad nacional traducido a lenguaje de universal vibración (¼
) y auguramos que lo hará con bellas floraciones si no reniega de
sus profundas raíces ni de su rica savia y sabe airear su frondoso
follaje en las más altas corrientes de la cultura contemporánea".
Y así ha sido, para orgullo de todos los cubanos.