Las manifestaciones antigubernamentales del grupo autonombrado
Alianza por la Democracia (APD) exigen también que el Premier asuma
la responsabilidad por los choques con la policía, que dispersó a
opositores que intentaban impedir el acceso al Parlamento, donde el
jefe de Gobierno presentó su declaración programática a los
legisladores.
Somchai, quien asumió el poder el 25 de septiembre último, es
respaldado por un bloque nutrido por sectores populares, en su
mayoría de procedencia rural, que incluso ha marchado a Bangkok, la
capital, para tratar de protegerlo.
A juicio de observadores prevalece una división entre la ciudad y
los territorios del interior del país. Bangkok es considerado el
"bunker" de la oligarquía, empresarios medios, militares y otros
elementos que cambian constantemente de partido, todos integrantes
de la APD.
Las manifestaciones antigubernamentales datan de mayo precedente,
y desde el 26 de agosto sus dirigentes y miles de adeptos ocuparon
la sede del ejecutivo, un complejo de instalaciones donde radican
también los ministerios.
En ese caldeado escenario, el Ejército tailandés devino también
blanco de la hostilidad de la oposición, por rechazar su llamado a
liderar una asonada castrense.
Lo ataques de la APD al general Ampong Paochinda cobraron
perfiles extremos por boca de uno de sus dirigentes, Sondhi
Limthongkul, quien dijo a la multitud agrupada en la casa de
Gobierno que el alto militar "ya no está con el pueblo".
El jefe del Ejército afirmó que una acción golpista no ayudaría
en nada, al ser urgido también a intervenir con sus tropas por el ex
viceprimer ministro y general Chavalit Yongchaiyudh, quien abandonó
el Gabinete tras los disturbios.
Al respecto, aludió a todo lo ocurrido desde el golpe que dirigió
en el 2006 su predecesor, el general Sonthi Boonyaratglin, y señaló
que, en vez de estar incitando a la irrupción del Ejército en el
conflicto político, Chavalit debió seguir en su responsabilidad y
lidiar con la situación que él mismo creó, al dar la orden de
dispersar a los manifestantes el 7 de octubre último.
Al igual que su predecesor, Samak Sundarajev, Somchai es
impugnado por su cercanía al ex gobernante Thaksin Shinawatra,
derrocado en el 2006 por un golpe de Estado, luego de una crisis
similar detonada por la APD, cuando se disponía a asistir a la
máxima cita de los No Alineados en La Habana.
El golpe de Estado fue el número 24 desde que resultó abolida la
monarquía absolutista en 1932.
Shinawatra había sido electo en el 2001 en comicios legislativos,
y se convirtió en el primer jefe del ejecutivo en cumplir un mandato
electoral, al frente de su partido Thai Rak Thai. En el 2005 volvió
a vencer en otras elecciones legislativas, con más del 75% de los
votos, pero un año después, ante acusaciones de todo tipo de la
oposición, disolvió el Parlamento y convocó a comicios anticipados
en abril del 2006, anulados después del boicot de los partidos
adversarios.
Shinawatra, multimillonario convertido en político, fue acusado
por los golpistas de corrupción, nepotismo, perversión de las
instituciones, y de haber causado una división social sin
precedentes en la historia moderna de Tailandia.
Se alega que provocó la ola de separatismo que invade el sur del
país, pero este movimiento escisionista existe desde hace mucho. El
entonces Premier criticó por excesiva la violencia militar contra
los separatistas e intentó romper con la política exterior moldeada
por anteriores gobiernos.
En este sentido, su Gobierno se acercó a China, mejoró
sustancialmente las relaciones con Laos y elevó su prestigio ante
los otros nueve integrantes de la Asociación de Naciones del Sudeste
Asiático (ASEAN), de tal manera que esta, bajo el signo del
multilateralismo, lanzó la candidatura de un viceprimer ministro
tailandés para el puesto que dejaría Kofi Annan en la ONU. Este no
era el candidato de Estados Unidos.
Lo cierto es que el defenestrado es sin duda una personalidad muy
compleja, quien ya mantuvo estrechas relaciones con los gobernantes
norteamericanos, hasta que entró en contradicciones.
Denunció los daños causados por el Fondo Monetario Internacional
e incluyó en las filas de su partido a prominentes figuras de los
movimientos sociales. Este estilo de gobierno y su cada vez mayor
participación en los No Alineados, nunca fue del agrado de
Washington, como, al parecer, tampoco lo es el actual Premier.