Haití

Más allá de la filantropía

MIRIELA FERNÁNDEZ LOZANO

Tal vez sean pocos los que recuerden su historia, los que hayan escuchado los tambores contra la esclavitud desde las páginas de El reino de este mundo o los que conozcan que en medio del "siglo de las luces" llegaban también desde Haití ruidos de independencia.

Los huracanes provocaron grandes inundaciones y daños.

Ahora, cuando la civilización transita caminos más modernos, también es más recurrente el olvido. En la 63 Asamblea General de Naciones Unidas el presidente haitiano, René Preval, hablaba de su inquietud sobre la solidaridad ante la situación del país: "Temo el momento en que esa ayuda, una vez agotada con la primera ola de compasión humanitaria, nos deje como cada ocasión, solos, pero verdaderamente solos, de cara a nuevas catástrofes, para vernos recomenzar, como en un ritual, los mismos ejercicios de movilización".

La ayuda comenzó a llegar, pero es insuficiente.

Semanas después del paso por Haití de cuatro ciclones, las promesas de apoyo internacional siguen haciendo filas, pero las que desembarcan aún son magras, insuficientes. La incertidumbre se acrecienta, mientras los ríos vuelven a su cauce. Los últimos reportes refieren 793 muertos, más de 300 desaparecidos y unos 800 000 damnificados en todo el territorio.

Las imágenes transmitidas hace unos días por la televisión nacional describieron mejor que estas cifras desnudas el drama que vive la nación caribeña, en el que vuelven a ser visibles las huellas de años de pobreza, desestabilización, militarización foránea y miradas compasivas.

En abril de este año, las revueltas en el país entraron en las noticias de todo el orbe. Como consecuencia de los altos precios de los alimentos, era el primero que manifestaba su hambre en las calles. Las protestas terminaron con la destitución del primer ministro, Jacques Edouard Alexis.

Hoy, de acuerdo con el responsable de la Coordinación Nacional para la Seguridad Alimentaria (CNSA), Gary Mathieu, al menos 3,3 millones de haitianos —de una población de 8,5 millones— presentan dificultades para alimentarse. Los huracanes hicieron retroceder al país años de progreso, sobre todo, en la agricultura. Esta devastación ha empezado a esbozar los temores de una nueva crisis.

La fragilidad de Haití para levantarse otra vez hizo que la ONU y el gabinete haitiano pidieran a la comunidad internacional ayuda de emergencia en alimentos, pero en los últimos días solo se había recibido el 15% de lo solicitado.

Según el embajador de Puerto Príncipe en La Habana, Jean Raymond Simon, "ante la falta de ayuda internacional, el Gobierno no se ha cruzado de brazos y ha llamado a una movilización general".

Mientras describía las dificultades para acceder a zonas cercadas por las aguas como la norteña ciudad de Gonaives, los puentes aéreos creados por las fuerzas de la ONU, y la situación todavía precaria de muchos damnificados, el diplomático reconoció el apoyo de naciones como República Dominicana y Venezuela.

En este contexto, la nueva integración respondió con prontitud. A través de los fondos de Petrocaribe, iniciativa del Gobierno venezolano, Haití dispondrá de un programa de emergencia por 150 millones de dólares, destinado a atender las necesidades básicas de la población y a la recuperación de la agricultura.

"Lo que necesitamos es una verdadera solidaridad", dijo Simon, al agradecer también a Cuba la labor de los médicos antillanos en su país.

Ese renacimiento que intenta erigir Haití concierne a todos. También de la aproximación sistemática a esa nación depende que cedan las resurrecciones de viejas crisis.

Días atrás el presidente Preval, durante la Conferencia de Miami, reclamaba a Washington la deportación de inmigrantes haitianos. "No comprendo por qué la administración (norteamericana) rechaza el estatus de protección temporal a los haitianos; no hay condiciones para que regresen en medio de una situación de desastre". Sus declaraciones no solo hacían evidente la magnitud de la catástrofe, sino también la reproducción de las miradas excluyentes que aún persisten sobre ese país.

Muchos de los discursos del primer mundo en los foros globales se matizan con mensajes filantrópicos que no tocan tierra. Haití no necesita hoy del "asistencialismo" o promesas desvanecidas luego por el tiempo. Ante Naciones Unidas, René Preval volvía a advertirlo: "Nosotros debemos cambiar el paradigma de la caridad en nuestra cooperación internacional, porque la obra caritativa no ha ayudado jamás a ningún país a salir del subdesarrollo".

 

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