Ha
pasado la medianoche. La "guagua de los artistas", una suerte de
casa rodante que se desplaza a diario por las carreteras del oriente
cubano con un afiche de Compay Segundo en el frente, acaba de
regresar al municipio desde donde partió a las ocho de la mañana.
Ya han recorrido cerca de 400 kilómetros (una cifra que se repite
casi todos los días) y entrado en contacto con la vida real de los
asentamientos tuneros de Puerto Padre, Bartle, Marabú, Chaparra,
Jesús Menéndez. Allí se entregaron espiritualmente a las personas
fustigadas por los furiosos vientos del Ike y han compartido su arte
con decenas de vecinos.
La comunidad tunera de Chaparra estaba a punto de cumplir un mes
del paso del huracán cuando llegó en la tarde la brigada artística,
a la que un día antes se habían sumado los humoristas del grupo
Avispas. El pueblo fue bastante dañado por el meteoro, y varias de
sus casas estaban en el suelo, convertidas en un amasijo de tejas y
ladrillos.
Los artistas descendieron del ómnibus estremecidos por la
certidumbre de un cuadro que se ha hecho bastante familiar por esta
zona del país. "Mira la tristeza de esas palmas tumbadas", comentó
Félix Martínez, uno de los miembros del grupo Compay Segundo.
Pero cuando les comunicaron que iban a trabajar para niños,
desalojaron todo signo de abatimiento. Se dirigieron a la escuela
primaria José de la Luz y Caballero. Inmediatamente, en una de sus
aulas, los del teatro infantil Integración se transformaron en los
personajes de sus obras y salieron a un escenario improvisado donde
los esperaban decenas de infantes que reventaban de vida.
Los padres, que cargaban sus pequeñas criaturas en brazos,
también quedaron rendidos ante la magia de este encuentro iluminado
por la luz interior de decenas de chicos y por un espectáculo que
alimentó el espíritu.
Antes de partir hacia otro punto de la geografía oriental, los
artistas compartieron los anhelos y añoranzas con los vecinos del
lugar, quienes contaban con todas las letras cómo habían sido
afectados y los invitaban a pasar a sus casas para que por ellos
mismos comprobaran los daños.
Pero a la vez verificaban la fortaleza moral de los pobladores y
su confianza en la recuperación.
Tras cumplir el programa del día, la brigada, dirigida por Lázaro
Baró Mena, volvió a Manzanillo casi a la medianoche. Unos marcharon
hacia el malecón de la localidad para organizar en la mente las
vivencias del día y otros fueron a descansar para no maltratar el
sueño¼