A partir del pasado lunes 29 de septiembre, cuando la Cámara de
Representantes rechazó sorpresivamente por 228 contra 205 el
proyecto de ley que autorizaba el empleo de $700 000 millones de
dólares para salvar el sistema financiero norteamericano, el
panorama electoral presidencial en Estados Unidos ha sufrido un
abrupto cambio. La búsqueda de un remedio inmediato para impedir la
debacle de la economía relegó a un segundo plano los avatares de la
contienda electoral.
Los datos dados a conocer el viernes por el Departamento de
Trabajo sobre la situación del empleo, indican que la economía sigue
en descenso. El desempleo sigue siendo del 6.1% y se mantiene la
tendencia de todo el año 2008 de la desaparición de puestos de
trabajo todos los meses. En septiembre se cerraron 159 000 puestos
de trabajo, para llevar el total acumulado del año a 760 000. Otro
organismo privado informó que el sector no manufacturero se mantuvo
prácticamente estancado durante septiembre.
El problema de la economía norteamericana es mucho más profundo
que lo aceptado por los círculos dirigentes. Va más allá de premiar
o castigar a los ejecutivos de las casas bancarias que tomaron las
finanzas como ruletas en un casino. O en restablecer el flujo de los
créditos. O de emplear o no emplear para ello o para mantener
millones de casas en manos de los ciudadanos que han tomado
hipotecas que no pueden pagar, lo que se da en llamar "el dinero de
los contribuyentes", que quiere decir los fondos públicos.
Sin embargo, es en estas cuestiones que se concentra hoy la
atención y el esfuerzo de los líderes políticos y empresariales
norteamericanos y de los medios de difusión. El ciudadano medio teme
por la pérdida de su bienestar personal actual y futuro y quiere una
solución ya y ahora, no para después de las elecciones.
Cualquier solución a corto plazo es engañosa. Los analistas
económicos del "establishment" norteamericano reconocen que el
sistema está en crisis y que tomará años en recuperarse, pero nadie
sabe hasta dónde llegará la crisis, y se exponen las más disímiles
ideas sobre cómo solucionar el problema. Es como un episodio del
doctor House, donde los médicos advierten los síntomas de un enfermo
grave y recomiendan o ensayan diversos tratamientos porque en
realidad no saben cual es la etiología del mal que lo aqueja. No se
atreven a ir a la raíz del problema y buscan a quien echarle la
culpa. Pero en esta situación no hay Dr. House que valga.
Para atenuar ese problema la salida ideada por la Administración
Bush, con el apoyo de los legisladores demócratas y republicanos del
Congreso y por Obama y McCain, reflejada en las decisiones del
miércoles en el Senado y del viernes en la Cámara de Representantes
(que finalmente aprobó el nuevo proyecto con una votación de 263 vs.
171), ha sido comprar una aspirina de $850 000 millones de dólares,
que parafraseando a Marx "seca la lágrima pero no la fuente". Los
$150 000 millones de dólares adicionales con relación a la idea
original que los "contribuyentes" deben pagar por ese analgésico,
representan el costo de "golosinas" (intereses especiales de
legisladores) que han sido adicionados al plan original para
garantizar la aprobación del proyecto de ley. La consigna que parece
haber guiado a los dirigentes norteamericanos es similar a aquella
frase que se atribuye al monarca francés Luis XV: "Detrás de mi, el
diluvio". El presidente Bush firmó la ley breve tiempo después de
ser aprobada por la Cámara de Representantes.
De un plan de rescate inicial contenido en un bosquejo de tres
páginas presentado por el Secretario del Tesoro, Henry M. Paulson,
Jr. y el presidente de la Junta de la Reserva Federal, Ben S.
Bernanke, se pasó a un proyecto de ley de 106 páginas que fue
rechazado por la Cámara de Representantes el 29 de septiembre, y
después al otro proyecto con 451 páginas, aprobado finalmente el
viernes 3 de octubre. Imposible que algún legislador haya sido capaz
de leerse tremendo cartapacio, antes de aprobarlo.
La cierto es que la crisis ya ha rebasado a las casas
financieras. Comienza a afectar a entidades bancarias comerciales,
empieza a paralizar las actividades de las grandes, medianas y
pequeñas empresas y se extiende hacia Asia, Europa y América Latina.
Este comentarista no quiere convertirse en un profeta del
Apocalipsis, pero es necesario advertir que la actual crisis
financiera en Estados Unidos será prolongada y profunda y no puede
resolverse simplemente tratando algunos síntomas superficiales, como
se pretende hacer con la reciente decisión del Congreso.
En cuanto a la batalla por los votos electorales de los estados,
la tendencia se inclina por el candidato demócrata, sobre todo por
el efecto negativo que ha tenido sobre la aspiración de McCain la
acentuación de la crisis económica. Funcionarios de la campaña de
McCain han reconocido que para ganar la elección, el candidato
republicano necesita ganar todos los estados que se consideran
solidamente de su lado, más uno de tres estados en disputa (Pennsylvania,
Wisconsin o Minnesota), en los cuales el promedio de las encuestas
lo colocan entre 7.9% y 5% por debajo de Obama.
Ganando uno de esos tres estados, según dichos funcionarios,
McCain podría alcanzar 260 votos electorales y buscaría los diez
restantes en Nevada, Colorado y New Hampshire, e intentaría ganar el
Segundo Distrito electoral del estado de Maine, que junto con el de
Nevada constituyen los dos únicos estados del país donde al
triunfador en el voto popular no se le adjudican todos los votos
electorales.
El jueves la campaña de McCain decidió retirar el grueso de su
esfuerzo del estado de Michigan, que consumía alrededor de un millón
de dólares semanales en anuncios y personal, donde ya las encuestas
públicas y privadas apuntan una ventaja para Obama de más de 10%.
McCain también canceló una visita a Michigan programada para la
próxima semana.
Los datos de las encuestas y de la situación de las campañas
sobre el terreno indican que la lucha se concentra ahora sobre todo
en siete estados.
En todos ellos Obama ha ido subiendo en la preferencia de los
votantes, según el promedio calculado por la organización Real Clear
Politics (de corte liberal y pro-demócrata). En cinco de ellos la
ventaja de Obama, según dicho promedio, oscila entre 3% (en Florida)
y un 0.5% (North Carolina y Nevada), además de Ohio (2%) y en
Virginia, 2.4%; mientras, McCain aventaja en Indiana en un 2.2% y en
Missouri, 1.7%. Todos estos índices (que además son un promedio de
diversas encuestas) están ampliamente dentro del margen de error que
permite el diseño de las mismas.
En estas nuevas circunstancias, Obama ha colocado a McCain contra
la pared. El momento se manifiesta a favor de Obama, cuando faltan
30 días de la campaña electoral. De guiarnos por el juego de los
números, Obama sería el ganador si las elecciones tuvieran lugar
hoy, pero aún quedan cuatro semanas de campaña.
La situación es extremadamente volátil y los márgenes que ofrecen
las encuestas son muy estrechos, no tan solo en los siete estados
señalados, sino incluso en otros con muchos votos electorales en que
hoy Obama disfruta de ventajas por encima del margen de error
estadístico en la mayor parte de las encuestas.
El debate entre los candidatos vicepresidenciales despertó la
curiosidad en una amplia parte de la ciudadanía. Querían ver como se
comportaba Sarah Palin después de algunas presentaciones
desafortunadas, especialmente en las entrevistas que concediera a
Charlie Gibson, de la cadena ABC, y a Katie Couric, de CBS. Se
estima que este debate tuvo una mayor audiencia que el sostenido
entre McCain y Obama, el 26 de septiembre.
Nuevamente el debate se convirtió en un espectáculo para ver cuál
de los dos candidatos se comportaba y lucía mejor. Presenciar si a
Joseph Biden "se le iba la lengua" o si Sarah Palin no era capaz de
expresarse de forma coherente y mostrar que era capaz de manejar
temas complicados.
En definitiva, ambos se desenvolvieron de manera aceptable. Biden
fue comedido y cortés; dedicó la mayor parte del tiempo a expresar
ideas sobre el plan de gobierno de Obama y a atacar a McCain por el
apoyo pleno que brindó a Bush durante sus dos mandatos
presidenciales.
Palin, por su parte, actuó de manera familiar y hasta coloquial;
invirtió una gran parte del tiempo a resaltar sus logros y a tratar
de mejorar su imagen como dirigente con experiencia. El resto del
tiempo defendió McCain y atacó a Obama, sin aportar ningún elemento
nuevo o de peso.
Las encuestas tomadas después del debate, indican que Biden fue
considerado ganador. El 51% de los televidentes de CNN que
respondieron, consideraron ganador a Biden y solo el 36% a Palin.
Una encuesta de HCD Researh indica que los demócratas dan como
ganador a Biden por 87 a 11; los republicanos ven como ganadora a
Palin, 80 a 19; y los independientes dieron como ganador a Biden 69
a 31.
Palin lució aceptable en el debate y logró en algo restablecer su
imagen, pero sigue siendo una carga para McCain, quien tendrá que
seguir "pastoreándola" durante las próximas cuatro semanas. El
debate vicepresidencial pronto pasará al olvido y Palin ha perdido
la capacidad de resultar un elemento inspirador y aglutinador de los
votantes republicanos e independientes. McCain se ha quedado solo en
la contienda.
* El autor es especialista en relaciones internacionales y fue
Jefe de la Sección de Intereses de Cuba en Estados Unidos de
septiembre de 1977 a abril de 1989.