Figura entre las áreas protegidas de mayor importancia para
nuestro archipiélago y se destaca por sus significativos valores de
biodiversidad, hídricos e históricos. Debe su nombre a la mayor
elevación del norte de la región oriental, que posee 1 246 metros
sobre el nivel del mar.
La actividad del hombre, fundamentalmente la minería, dañó en
buena medida el Parque, que se redujo a la tercera parte de su área
inicial; no obstante, en el territorio actual se conservan los
principales valores.
El Parque desarrolla actualmente cinco áreas de trabajo
fundamentales en la parte que ocupa en el municipio Segundo Frente
Oriental y en las zonas de Baconal, la Güira, El Majá y la Zoilita,
para preservar al máximo el hábitat natural, impedir la tala de
árboles y evitar incendios forestales, afirma Eliecer Guimará Salas,
director del Parque.
Aquí se encuentra uno de los últimos refugios del Almiquí (Solenodon
cubanus) mamífero insectívoro de hábitos nocturnos que se halla
en peligro crítico, también existen otras especies amenazadas de
extinción como el Chipojo Ceniciento, el Majá de Santa María, el
Gavilán Colilargo, el Camao, la Cotorra, el Catey y la Jutía
Andarás.
Existe una paciente labor de reforestación que, mediante un
vivero, garantiza la siembra de especies como el caguairán, el pino
cubensis, el ébano carbonero y el najesí.
El caguairán —explicó Guimará Salas— que desapareció con la
industria carbonera que se instaló en la zona, se siembra
directamente en bolsas en el vivero, con cobertizo, para garantizar
la supervivencia y ya hay ejemplares sembrados en casi toda el área.
Lograr todo eso sería casi imposible sin la necesaria educación
ambiental, labor que desarrollan con pasión. Tienen vinculados a los
poblados vecinos, como Cabonico, Purio, Mayarí y Dos Caminos, a
distintas actividades educativas sobre áreas protegidas,
preservación de incendios, valores del Parque y cómo protegerlos.