En este libro suyo existen zonas que transpiran un aire diferente
del resto de su obra poética: de gratitud, podría decirse. Y también
mayor reflexión, equilibrio, gozo familiar. ¿Qué momentos vive hoy
su poesía?
El rostro comienza a escribirse casi a la vez que se inicia
mi vida matrimonial, para decirlo al modo de Juan Ramón Jiménez es
el libro de "un poeta recién casado". Por eso trasunta un júbilo,
una paz y esperanza que no tienen semejanza en volúmenes anteriores.
Por otra parte, es el libro que sigue cronológicamente al
Cuaderno de Aliosha, con sus prosas purificadoras y su búsqueda
de una espiritualidad personal y alta. Después de ambos libros mi
poesía prescindirá de ciertos ornamentos y complacencias estéticas,
para buscar una belleza que tiene que ver con el encuentro con lo
trascendente.
Se ha dicho que es un poeta que fija el ancla del discurso en la
tradición lírica, incluso mística, la referencia asimilada. ¿Cree
que sea realmente así?
Escribo sin perder la lucidez de que vengo de una tradición,
específicamente la hispánica. En mi obra están "digeridos": Quevedo,
San Juan de la Cruz, Unamuno, Juan Ramón, tanto como Martí o Lezama.
Los místicos o mejor, los que buscan lo trascendente, tienen un
lugar muy querido en mi obra. Por otra parte no creo en
experimentalismos, ni en novedades absolutas, ni en "dinamitar el
lenguaje". El idioma viene con lo que se tiene que decir y en mi
caso prefiero que tenga sabor añejo como los buenos vinos.
¿El ensayista completa al poeta o es el poeta quien encuentra
motivos de creación en la investigación?
El poeta es el dominante y deja espacio para explorar en las
obras de otros poetas: Heredia, la Avellaneda, Lezama. En último
caso uno se responde muchas interrogantes sobre la propia creación
cuando estudia la obra de los otros.
Después de la novela Variaciones de Jeremías Sullivan, un
escritor tan abundante como usted no ha publicado nada más en
narrativa. ¿Por qué?
No soy un narrador "profesional", después de esa novela he
escrito otras dos, pero demoro mucho en dar por terminados mis
libros, quizá un día sorprenda a los lectores cubanos con alguna de
ellas.
Hace ocho años se convirtió en el primer ganador del Guillén.
También es el único cubano que, además de ese prestigioso premio de
poesía, obtuviera hace apenas dos años el Carpentier de ensayo por
un libro sobre la lírica de la Avellaneda. Un hecho en el que han
reparado pocos y al que creo nunca se ha referido la prensa...
Son dos premios muy importantes, es cierto que soy el único en la
Isla que tiene ambos. Pero en fin, los premios ayudan a promover la
obra, pero no te definen. Cuando uno habla mucho de su currículo,
siempre algún envidiosillo se irrita, pero además el espíritu se
escapa por la ventana. ¿Qué premios ganó Martí?
¿Cómo es un día promedio del poeta del El rostro, teniendo
en cuenta que forma parte de la Academia Cubana de la Lengua,
escribe crítica en los medios de manera periódica, dicta cursos,
continúa creando y cumple, con disciplina envidiable, ciertos
compromisos de la vida cultural y social nuestra?
Un día promedio es simplemente una jornada cargada de trabajo,
pero de ese "gustoso" en que basaba Juan Ramón Jiménez su "comunismo
poético". Me levanto temprano y procuro aprovechar la mañana para
escribir y la tarde y parte de la noche para leer, sin olvidar el
intercalar ciertas tareas domésticas. Pero también hay grabaciones
radiales, un espacio que conduzco en el Centro Loynaz, jurados,
eventos, reuniones académicas, en fin, no queda mucho espacio para
el ocio, pero me hace sentir vivo y más joven. Admiro a los autores
que trabajaron muchísimo: Santo Tomás de Aquino, Lope, Balzac, Marx,
Víctor Hugo, la Avellaneda, Martí. Trabajar me justifica, lo demás
lo dará el tiempo.