La lista del millón de nombres

KARIN ZEITVOGEL

¿Qué tienen en común una monja católica, un piloto de línea y Cat Stevens? Nada, más allá de figurar entre más de un millón de otros nombres en la lista de vigilancia antiterrorista confeccionada por las autoridades estadounidenses.

Esta lista, que supuestamente contiene los nombres de los terroristas o individuos sospechosos de tener vínculos con el terrorismo, creció considerablemente desde el 11 de septiembre del 2001 e impide que personas, a las que en principio no hay nada que reprochar, tomen un avión, según la Asociación estadounidense por las Libertades Civiles (ACLU).

Esta cifra, de más de un millón, surgió de un informe del departamento de Justicia sobre el Centro de Vigilancia del Terrorismo, división del FBI que nutre la lista de vigilancia, precisó la ACLU.

El Centro "tenía más de 700 000 nombres en su base de datos en abril del 2007 y la lista creció más de 20 000 fichas por mes en promedio", según un informe del inspector general del departamento de Justicia, agregó la asociación.

"Si hubiera un millón de terroristas amenazando a Estados Unidos, nuestras calles estarían en llamas", dijo a la AFP Barry Steinhardt, director del programa Tecnología y Libertad de la ACLU. No, esta lista no comprende a un millón de personas, contestó el director del Centro de Vigilancia del Terrorismo, Leonard Boyle. Y se trata de una herramienta eficaz, afirmó tras desmentir que miles de estadounidenses fueran detenidos o sufrieran hostigamientos diarios porque figuraban en esta lista.

Es así como la hermana Glenn Anne McPhee, ex secretaria de educación en la Conferencia Episcopal católica estadounidense, apareció en la lista porque un afgano había utilizado McPhee como sobrenombre, según la ACLU y el San Francisco Faith, boletín en Internet de la diócesis donde trabaja la monja. Durante nueve meses a partir de octubre del 2003, la monja fue objeto de exhaustivas investigaciones y tuvo que pedir a su obispo que hablara con Karl Rove, principal asesor político del presidente Bush en ese momento, para que su nombre fuera retirado de la lista negra.

Nelson Mandela necesitó una orden del Congreso para lograr ser retirado de la misma lista.

Cat Stevens, el cantante de finales de los años sesenta convertido al islam, que se llama desde entonces Yusuf Islam y que no tiene ningún antecedente de actividades terroristas en su contra, se enfrentó a un rechazo de entrada a tierra estadounidense. Y su homónima, Cat (diminutivo de Catherine) Stevens, esposa de un senador estadounidense, tuvo problemas para tomar un avión, según la ACLU.

Robert Campbell, piloto de línea durante 22 años, también se encontró en la lista de personas a las que se les prohíbe volar. "Estoy autorizado (...) a pilotar un avión, pero si deseo viajar como pasajero, tengo prohibido volar", explicó en el 2007 a la televisión estadounidense. Este piloto retirado, que también fue piloto de la marina estadounidense, todavía no entiende por qué se encuentra en esta lista.

Sin embargo, "muchos de los nombres de los verdaderos terroristas no están en la lista que es enviada al personal de las compañías aéreas, agencias de viajes, aduanas", estimó Barry Steinhardt. (AFP)

 

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