Al rescate del granero

Froilán Parra Suárez

VELASCO, Gibara.— "Oiga, aquí lo más chiva’o son los precios", dice Luis Alberto Serrano, uno de los productores de la Cooperativa de Créditos y Servicios (CCS) Aracelio Iglesias, de Cuatro Caminos, y no le falta razón.

Hemos obtenido resultados halagüeños con la soya, un cultivo bien difícil y muy necesario, explica Evelio.

El precio de las producciones parece más fruto de un capricho de la naturaleza, como la sequía o los ciclones, que del cumplimiento del convenio entre productores y Acopio.

Para este año se acordó pagar el quintal a 400 pesos, pero a la hora de la cosecha el precio fue de 350, con estos vaivenes no hay quien se estimule a sembrar frijoles, sostiene este recio campesino que insiste además en el amor a la tierra para poderle sacar provecho.

Pero todo esto hay que subsanarlo para poder rescatar la producción.

Luis Alberto Serrano Cáser, productor de la CCS Aracelio Iglesias, muestra con orgullo la sembradora creada por ellos mismos para facilitar las labores en el cultivo del frijol.

El Granero de Cuba

Este pueblo es célebre. Pocos en Cuba ignoran su importancia. Hace algún tiempo bastaba decir Velasco y los abuelos asentían: el granero de Cuba.

Pero el paso del tiempo, sumado a la fatal matemática de sacar ventajas a cultivos mejor tarifados, unido a la escasa cultura agraria, melló el mérito de lo logrado.

Para fomentar la educación agraria hay que aprovechar todos los espacios posibles.

Muchos criterios se vierten ahora sobre el problema. Casi todos parten del conocimiento de un hecho que fue señalado por valientes y desconocido por muchos afiebrados con el afán de engordar bolsillos.

Evelio García Sánchez, toda una autoridad en el cultivo y extensión del grano, fue de los que levantó su voz en innumerables ocasiones para "defender sus frijoles".

Él insiste, junto a sus colegas de la Unidad de Extensión, Investigación y Capacitación Agropecuaria (UEICA) en Holguín, en que el auge de cultivos como la cebolla, el ajo o el pepino condujeron, en gran medida, a desplazar la siembra de granos.

La realidad del mundo obliga ahora a "virarse para el surco". Sembrar nuestros alimentos se convierte en estrategia impostergable ante los crecientes costos de los productos y los limitados mercados mundiales.

Por eso, sustituir la importación de los cada vez más caros e insustituibles granos es la tarea que mueve a los investigadores de la UEICA.

Se trata de una agricultura de pequeña escala, con cultivos ecológicos y sostenibles. No es posible mantener laboreo en grandes extensiones de tierra, que implica enormes gastos por maquinarias, fertilizantes, pesticidas y mano de obra.

Hemos obtenido resultados halagüeños con la soya, un cultivo bien difícil y muy necesario; experiencia que tiene posibilidades de extenderse al resto del país, explica Evelio.

En la UEICA han diseñado un plan que puede convertirse en el proyecto para el rescate del granero. En él se introducen nuevas especies, biofortificadas, más resistentes y mejor adaptadas a nuestro clima.

Partir de la capacitación

La falta de fuerza de trabajo calificada es algo que golpea la agricultura, insiste Evelio; es necesario incorporar jóvenes. En Gibara no existe, por ejemplo, un centro que enseñe agronomía.

La necesidad de capacitación debe partir del hombre. Hay recursos que se pueden aprovechar mejor. Las salas de televisión, video y los Joven Club de Computación, están todavía subutilizados y pueden contar con minibibliotecas y bases de datos sobre agricultura.

No obstante, la política de la UEICA es llevar el aula al surco. Para ello se capacita a los campesinos en la producción y almacenamiento de semillas, y se realizan actividades de extensionismo agrícola.

En este empeño resulta fundamental la figura del extensionista. En la mayoría de los municipios se encuentra presente este especialista encargado de conocer las problemáticas de cada zona y viabilizar su solución a partir de investigaciones.

Innovación e inventos¼

A partir de la introducción de la máquina cosechadora Vencedora, se generó todo un movimiento de innovadores y hoy hay más de 50 máquinas inventadas por los mismos campesinos.

De igual modo, 143 productores se beneficiaron con la adquisición de equipos de riego. Se cambió la tecnología del riego por surco, que degrada los suelos, por otras más eficientes. Se contribuyó a la elaboración de biopreparados, producciones de semillas para contar con simientes de calidad.

Esto duplicó el rendimiento del frijol común en las áreas beneficiadas: de 0,6 a 1,2 toneladas por hectárea.

Un proyecto encaminado a la producción y difusión de semillas de alta calidad de variedades tradicionales y mejoradas de frijol por vías alternativas permitió recuperar la calidad de la semilla del fríjol común y el Caupí (carita) e incrementó el área dispuesta para su siembra.

Por eso ahora Luis Serrano se dirige convencido hacia su sembradora; la inventada por ellos a partir de viejas piezas y pedazos de metal: "con esta y con bueyes, logramos más de 90 quintales de frijol negro, de excelente calidad, en apenas tres hectáreas de tierra".

Y no dice más. Pero en sus ojos se ve, como en la pantalla de un viejo cinematógrafo, el anhelado sueño de ver completamente rescatado aquel granero que un buen día lo viera nacer.

 

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