Brent Cranfield trabaja desde su casa una vez a
la semana. Se ahorra así la gasolina que consume en el trayecto de
casi 50 kilómetros de ida y vuelta desde su hogar a la oficina en
Marietta, estado norteamericano de Georgia.
Al parecer el aumento de los precios en el
combustible podría desatar consecuencias inimaginables. Ahora, al
menos, no pocas firmas en Estados Unidos valoran la posibilidad de
establecer la semana laboral de cuatro días con turnos de diez horas
o, como hace Brent Cranfield, que el trabajo se haga en casa. No
pueden continuar asumiendo los costos del traslado de sus empleados.
Dicen que la tendencia comenzó a marcar pautas
después de la tragedia del Katrina, en el 2005. A partir de entonces
los costos del combustible comenzaron su escalada alcista hasta hoy,
donde a la par del aumento de las cotizaciones del petróleo en el
mercado mundial, se reportan a diario que se rompen récords en las
gasolineras.
¡Pobre la economía familiar!, sostiene Chuck
Wilsker, de la Telework Coalition, que calcula en cerca de 26
millones las personas que ejercen desde donde residen debido a un
panorama que no deja de ser sombrío. La crisis es latente.
Soluciones, soluciones, hay que hacer algo, claman muchos. De
momento, ¡Uf!, ¿un respiro para los bolsillos?, se preguntan los más
afectados. Para los dueños el temor apunta a que la producción de
sus empleados merme.