— Una llave y viejos papeles amarillos que durante años pasaron de
mano en mano es hoy el símbolo de esperanza de los refugiados
palestinos y el sueño de retorno a la tierra arrebatada por Israel.
Miles de casas destruidas, poblados arrasados, propiedades y vidas
humanas perdidas dejaron tras sí los más de 700 mil palestinos que,
forzados por el terror, abandonaron la patria el 15 de mayo de 1948.
En 1948 confluyeron el momento más perverso y el más glorioso,
afirmó en una lapidaria frase el historiador israelí Ilán Pappe para
definir aquel momento.
A pocas horas de su nacimiento, el incipiente estado sionista
mostró al mundo sus garras e inició una encarnizada guerra con el
costo de miles de vidas humanas, que convirtió a los palestinos en un
pueblo de refugiados, marcados por una identidad de desposeídos.
El naciente estado usurpó en 1948 el 78 por ciento del territorio
de la Palestina histórica y ocupó el 22 restante en 1967, cuando
invadió Cisjordania, la Franja de Gaza, las Alturas del Golán sirias y
el Sinaí, en Egipto.
Al menos 400 poblados fueron arrasados y cerca de 13 mil palestinos
fueron asesinados en ese entonces para sembrar el terror y forzar al
exilio a más de 750 mil personas, según fuentes oficiales.
Tan sólo entre 1946 y 1949, 914 mil personas se convierten en
refugiados, de acuerdo con cifras de la Agencia de Naciones Unidas
para los Refugiados Palestinos (UNRWA).
En la Guerra de los Seis Días de 1967, 350 mil palestinos fueron
forzados a salir de Cisjordania, gran parte de ellos convertidos en
refugiados por segunda vez, pues ya habían sido expulsados en 1948,
según UNRWA.
Después de 60 años, alrededor de 4,5 millones de palestinos, el 60
por ciento de su población total, viven como refugiados o desplazados
en más de 15 países, dice la fuente.
Dos millones radican en Cisjordania, rodeados de extremas medidas
de seguridad y más de 500 puntos de control, separados por el llamado
muro de segregación y sometidos a humillantes y denigrantes registros
por los soldados israelíes.
Un millón y medio mal viven en la Franja de Gaza, convertida hoy en
un campo de concentración, donde la escasez de agua, energía eléctrica
y el combustible, cortados por Israel, llevaron al colapso de la
economía y los servicios.
Mientras, cada madrugada es un infierno de metralla y bombas
lanzadas por el ejército israelí en sus consuetudinarias incursiones
militares, donde mueren semanalmente decenas de personas, en su
mayoría mujeres y niños.
Más de 11 mil personas, entre ellos más de 350 niños, se encuentran
en cárceles israelíes, la mayoría sin ser sometidos a juicio, y los
principales líderes políticos de la resistencia son asesinados.
Luego de seis décadas la política de Israel, apoyada por Estados
Unidos y sus aliados convirtió al pueblo palestino en lo que siempre
promulgó el sionismo en una "tierra sin pueblo, para un pueblo sin
tierra".
En tanto, en cualquier rincón del mundo miles de refugiados guardan
celosamente una vieja propiedad y cuelgan tras su puerta la llave del
hogar que un día tuvieron, mientras cuentan a sus hijos y nietos las
historias de una bella tierra sembrada de olivos a la que un día
esperan regresar.