En 1995, la Conferencia General de la UNESCO acordó también adoptar
ese día para celebrar el Día Mundial del Libro y de los Derechos de
Autor, teniendo en cuenta que un 23 de abril del mismo año 1616
dejaron de existir tres grandes de la Literatura Universal: Cervantes,
Shakespeare y el Inca Garcilaso de la Vega. El objetivo de esta
celebración es rendir homenaje, no solo a estos tres grandes de la
Literatura Universal, sino a todos los autores e incentivar, sobre
todo en niños y jóvenes, el placer por la lectura.
Cervantes, el Quijote y el idioma español están tan
indisolublemente unidos por la historia y la literatura, que Cervantes
es don Quijote y a la lengua española se le denomina la lengua de
Cervantes; y esto a pesar de que también existieron un Garcilaso, un
Quevedo, un Lope¼
Y cuando se habla de la lengua española también es imprescindible
referirse, pues han sido parte sustancial de su historia y desarrollo
en los últimos tres siglos, a la Real Academia Española (1713 ) y a la
Asociación de Academias de la Lengua Española (1951), que agrupa a la
Real Academia Española, las 19 correspondientes hispanoamericanas, la
filipina y la norteamericana, a pesar de todas las críticas, en
ocasiones virulentas, de que ha sido objeto su trabajo de
planificación lingüística.
No obstante, en sus obras está la mejor respuesta. Fue esa
innegable labor de 300 años la que llevó a los Jefes de Estado y de
Gobierno de los países hispanohablantes, en 1960, a firmar un convenio
multilateral en el que todos los Gobiernos se comprometieron a dotar a
sus Academias nacionales de una sede apropiada y de un presupuesto
decoroso, acorde con la importancia de los trabajos que les
correspondía acometer: la elaboración y actualización permanente del
Diccionario de la Lengua y de otros diccionarios, la actualización de
la Gramática, la modernización de la Ortografía, los cuales
constituyen instrumentos imprescindibles para servir a la unidad de la
lengua, establecer y difundir los criterios de propiedad y corrección
en todo el mundo hispánico, asegurar su vitalidad y permanencia,
facilitar su análisis, conocimiento y enseñanza.
En los últimos 15 años se han incrementado notablemente las labores
de todos los proyectos interacadémicos con la incorporación de las
nuevas tecnologías de la información, el aumento de personal
especializado y la participación activa de todas las Academias
encargadas en la selección y envío de los vocablos y acepciones
originarias de cada uno de los países para su incorporación en el
repertorio común de la lengua española. Tal es el número creciente de
voces que surgen cada día en los países de América, donde vive
actualmente alrededor del 90% de los hablantes de español, que se ha
considerado imprescindible no postergar más la elaboración de un
ambicioso proyecto interacadémico, el Diccionario Académico de
Americanismos. Semejante trabajo de organización mancomunada entre
países que hablan una misma lengua, no existe.
A los Académicos cubanos nos corresponde la gran responsabilidad de
registrar y proponer la incorporación a las obras interacadémicas de
los vocablos y acepciones, y formas gramaticales de Cuba, que aparecen
en nuestras obras literarias, científicas, técnicas, en los medios de
difusión, en la calle. Las decisiones, no exentas de largas y
acaloradas discusiones, son aprobadas por consenso entre las 22
Academias.
Pero esto no siempre fue así. Durante muchísimo tiempo las
propuestas que se hacían desde América para incluir en el Diccionario
o en la Gramática, eran muy pocas veces tomadas en cuenta, o dilatadas
hasta el olvido. No fue, por ejemplo, hasta el año 1956, que se aprobó
por el Congreso de las Academias que la pronunciación de la C, Z como
S, era correcta, gracias a la moción presentada por el académico
cubano Adolfo Tortoló, "Sobre la legitimidad del seseo americano".
Hasta entonces los aproximadamente 200 millones de hispanohablantes
hispanoamericanos que éramos, "pronunciábamos mal", ¡no sabíamos
hablar nuestra lengua materna!, frente a solo unos 20 millones de
peninsulares. Solo a partir de entonces se consideró que ambas eran
correctas.
Y es que hasta solo hace un poco más de medio siglo que el "ideal"
o "modelo" de la lengua española se ubicaba exclusivamente entre las
personas instruidas de Madrid. Hoy, esta estrecha concepción ha sido
superada, pues está definido que el "mejor español" es el que hablan y
escriben los hispanohablantes instruidos de Madrid , Guantánamo,
Sevilla, La Habana, Buenos Aires, Caracas, México DF, Valparaíso,
Managua, San Juan, Santo Domingo, Bogotá, Cartagena de Indias¼
. Como ya lo había adelantado hace 400 años en sabias palabras don
Quijote a Sancho "El lenguaje puro Sancho, el propio, el elegante y
claro, está en los discretos cortesanos, aunque hayan nacido en
Majadahonda".
Pero, al mismo tiempo que todos hacemos la lengua, también la
deshacemos. Por eso es deber de todos cuidarla, que no quiere decir
mantenerla estática, sin cambios, "pura", libre de "impurezas y
contagios" con otras lenguas. Tener en cuenta, que la lengua, además
de ser el medio de comunicación que nos distingue, tampoco es solo
gramática, que la lengua es un hecho social, que es cultura, que es
conducta, identidad; que a través de ella expresamos quiénes somos,
qué pensamos, qué sentimos, de dónde venimos y hacia dónde vamos. El
descuido, la chabacanería, la violencia verbal, fenómenos hoy
lamentablemente tan extendidos, son hechos de conducta social que
debemos rechazar todos: la familia, la comunidad, la escuela, los
medios de difusión.
Defender que la igualación cultural y social debe consistir en
elevar y dignificar, extendiendo incansablemente la educación y con
ella el reconocimiento y goce de los valores supremos. No hay que
abatir lo excelso sino hacerlo asequible a todos. Y, por supuesto,
para ello es imprescindible elevar la calidad de la enseñanza de la
lengua materna la cual debe ocupar un lugar prioritario en el sistema
nacional de educación por la importante función que cumple, tanto para
el desarrollo mental del individuo como para su formación integral, su
especialización en cualquier rama de la ciencia y de la técnica y su
integración social.
Estamos en condiciones de ser ciudadanos verdaderamente cultos y
para ello le corresponde un primerísimo lugar al uso que hagamos de
nuestra lengua materna, el español, la que compartimos con 500
millones de hablantes.
Es por eso que estamos seguros de que si el poeta Rubén Darío
pudiera ver hoy los proyectos interacadémicos que realizan las
Academias en defensa de la unidad y diversidad de nuestra lengua,
hubiese omitido o cambiado esta estrofa de su Letanía de Nuestro
Señor don Quijote, escrita hace un siglo:
De tantas tristezas,
de dolores tantos,
de los superhombres de Nietzsche de cantos
áfonos, recetas que firma un doctor,
de las epidemias, de horribles blasfemias
de las Academias ¡líbranos Señor!