El mejor regalo que recibió el pianista Lázaro Valdés por sus 
            cincuenta años de vida artística lo tuvo del público villaclareño, 
            que en conciertos ofrecidos en la Universidad Central de Las Villas 
            y las localidades de Camajuaní y Remedios arroparon al artista con 
            entrañable calidez. 
            Hasta el centro del país llegó en estos días un músico que hizo 
            sus primeras armas a la vera de Benny Moré y que de manera callada 
            pero persistente ha sido fiel al jazz afrocubano. Lo hizo en 
            compañía del quinteto Son Jazz, con el que ha presentado batalla en 
            escenarios nacionales y extranjeros durante los últimos años. Y 
            quiso, para premiarse a sí mismo, estrenar ante el auditorio 
            remediano una versión jazzeada de la célebre Berceuse campesina, 
            del hijo más ilustre de esa ciudad, Alejandro García Caturla. 
            "Yo siempre he creído en que la libertad del jazz les viene a la 
            medida a los ritmos tradicionales cubanos, y esa es la divisa de lo 
            que hacemos con Son Jazz" —comentó Valdés, quien se siente orgulloso 
            de que su hijo Lazarito, al frente de Bamboleo, haya aportado nuevas 
            sonoridades a nuestra música. "Cada generación tiene sus objetivos. 
            La mía es la que llevó a planos estelares la descarga cubana".