Es de los jugadores de baloncesto que imponen respeto en la
cancha y toman muy en serio cada partido. Así lo hace desde los
siete años, cuando lo contagió la fiebre de los encestes.
No es muy dado a la entrevista. Olvidó la última que concedió a
algún medio de prensa, a pesar de su correcta expresión y
locuacidad.
—Pienso que algunos periodistas y comentaristas, a veces,
escriben y hablan sin saber. Yo he jugado con fiebre altísima y con
otras dolencias para ayudar a mi equipo. Entonces dicen: "Hoy Haití
está pésimo. No lo ha hecho bien". En verdad, desconocen cuál es la
razón. No averiguan, ni preguntan. Lo más triste es que la gente ve
la televisión, lee los periódicos, oye la radio y con esos puntos de
vista se hace una idea equivocada de los atletas. Pocos seguidores
del baloncesto saben que jugué la final del 2004, frente a Santiago
de Cuba, con sacrolumbalgia; en el 2005, lo hice con una lesión en
la rodilla izquierda y este año me rehabilito de una dolencia en la
derecha, pero uno invariablemente debe sobreponerse.
—¿Siempre te gustó el baloncesto?
—En un principio jugué a la pelota y al fútbol. Tenía buen
biotipo, pero parece que esos no eran mis deportes. Me captaron para
la EIDE, en baloncesto, con siete años de edad. Ya estaban Michael
Guerra y Georffrei Silvestre. Llegué y cuando vi aquello, quise
irme, pero al final me quedé. Lo de El Papa viene por el entrenador
Pambo (Rogelio del Sol), quien en aquella época me trató como a un
hijo. Me decía: "Hay que entrenar, papa. No te puedes ir de la EIDE,
papa. Así fue cómo se me quedó ese sobrenombre".
—A veces te muestras demasiado agresivo bajo los aros¼
—Todos los deportes requieren algo de agresividad. Quien no lo
haga así, fracasa. Lo mismo hay jugadores con esas características
en el baloncesto, que en el tenis de mesa, la lucha, el judo, boxeo
y en el ajedrez. Imagínate un pívot, que es mi posición, sin esa
forma de jugar. No me servirían de nada los 130 kilogramos de peso
corporal, ni los dos metros de estatura.
—¿Qué opinión tienes de la actual estructura del Torneo de
Ascenso y de la Liga Superior?
—Es buena y hay gran rivalidad. Todos quieren ganarles a los
Búfalos avileños. Es como si nosotros fuéramos los Industriales del
béisbol. Claro, sin entrar en comparaciones.
—Parece que Camagüey les ha tomado la medida.
—No podemos vencer en todos los partidos. Si así fuera,
disminuiría la motivación. Lo que sí te aseguro es que no perdemos
el partido que hay que ganar.
—¿Dónde les gusta jugar más a Los Búfalos?
—En la sala Giraldo Córdova Cardín, frente a nuestro público.
Después, en Matanzas. La yumurina es una afición muy conocedora.
Fanática, diría yo. Apoya a su equipo y es muy exigente. En el
fragor del juego es capaz de todo y, cuando se acaba¼
, a compartir en familia. Reconocen y respetan al adversario.
—¿Qué tiempo llevas en el equipo nacional?
—Siete años y aspiro a mantenerme otros 10.