Lo conocí cuando en 1959 impartía clases prácticas de técnica de
grabado y realizaba exposiciones en unidades militares del Ejército
Rebelde. Luego estaría en el Taller Experimental de Grabado y poco
tiempo después en la Asociación Internacional de Artistas Plásticos de
la UNESCO.
Aunque realizó pinturas en cartulina y marinas en óleo, todas de
gran belleza y originalidad, el grabado continuó siendo su pasión.
Recuerdo los elogios que le hizo en una ocasión Lilia Esteban de
Carpentier, que lo llenaron de emoción porque me dijo: "A ella que
conoce todos los museos posibles le ha gustado mi obra". Son famosas
las 200 piezas y 50 viñetas, realizadas por él en las técnicas de
litografía y xilografía para el volumen que recoge su serie Cecilia
Valdés (Editorial Letras Cubanas, 1983). De esta serie tan
compleja como hermosa, una publicación de la Universidad de Harvard
reprodujo 25 grabados. La línea de ilustración de textos literarios la
enriqueció Canet con el trabajo para la novela Lucía Jerez, de
José Martí, en España donde, además, fundaría el Taller de Grabado
Buril-Badajoz, en Extremadura.
Cinco exposiciones personales en 1959 y casi cincuenta entre esa
fecha y el 2001, fueron solo una parte de su quehacer. Entre ellas no
faltó su obra de solidaridad con Viet Nam.
Aunque sería ofensiva a su discreción, no me reprimiré para decir
que la apoteosis en el grabado sería la osada y lograda serie
inspirada en La Historia me Absolverá, titulada Fidel y el
Moncada, vistos por Canet, conjunto excepcional publicado por la
Editorial Letras Cubanas, —de la que fue en una época diseñador—, en
homenaje al aniversario 50 del asalto a la fortaleza santiaguera, que
recoge unos 250 grabados del artista. Estas estampas ilustran con
belleza y rigor histórico, textos del histórico alegato del joven
abogado Fidel Castro en el juicio del Moncada el 16 de octubre de
1953.