Actualizado 1:15 p.m. hora local

Una joya Monumento Nacional

BÁRBARA VASALLO VASALLO

Distinguida y regia se levanta frente al céntrico parque de La Libertad, en Matanzas, la Botica Francesa, museo farmacéutico Ernesto Triolet, única con sus características que en el mundo refleja originalmente la farmacopea del siglo XIX.

El próximo primero de enero la Botica cumplirá 126 años de fundada y la celebración lógica del onomástico, tendrá toques especiales, debido a que recientemente la institución cultural fue declarada Monumento Nacional, la más alta distinción que otorga el Consejo de Patrimonio en Cuba a sitios de la cultura y la naturaleza.

La Botica Francesa, fue instituida por el doctor Ernesto Triolet en el año 1882 y desde entonces conserva en potes de porcelana, frascos de vidrio de los más variados tamaños y formas, garrafas o "damajuanas" y otros recipientes, jarabes, cápsulas y ungüentos recetados por prestigiosos galenos del siglo XIX cubano.

La instalación es objeto de una reparación capital, su edificación de estilo colonial, sin cerrar puertas a los miles de visitantes que cada año recorren el lugar, recibe con especial y profesional cuidado la necesaria restauración debido a las huellas del tiempo.

Hoy en la planta alta, otrora vivienda de la familia Triolet, una pequeña galería cuyo nombre honra a la hija del boticario, Celia Triolet Figueroa, acoge la obra de artistas de la plástica, mientras que otra sala ofrece espacios para conciertos de agrupaciones de pequeño formato.

Al curioso recinto, convertido en museo por la Revolución en el año 1964, llegan también médicos, técnicos y especialistas ávidos por investigar en los más de 50 tomos contentivos de millón y medio de fórmulas, debidamente preservados.

No hace falta abundante imaginación para percibir en el ambiente olores a canela, menta, aceites que se conservan en depósitos en la amplia estantería de maderas preciosas cubanas, las cuales guardan secretos y retan al tiempo, como muestra del desarrollo de la ciencia farmacéutica de más de un siglo.

Vitrinas transparentes atesoran instrumentales médicos, y en la cocina las huellas palpables de la elaboración de pociones que en su momento aliviaron dolores, cerraron heridas o calmaron la tos de ricos
y pobres, porque el humanismo de Triolet no distinguía a los enfermos.

La Botica Francesa, con su Copa Fundacional de porcelana y oro, la Virgen de la Inmaculada Concepción, los exclusivos Ojos del Boticario de cristal de Bohemia y toda la riqueza cultural que ella encierra, trasciende los anales y constituye verdadera joya, hoy convertida en Monumento Nacional. (AIN)

 

| Portada  | Nacionales | Internacionales | Cultura | Deportes | Cuba en el mundo |
| Comentarios | Opinión Gráfica | Ciencia y Tecnología | Consulta Médica | Cartas| Especiales |

SubirSubir