Distinguida y regia se levanta frente al céntrico parque de La 
          Libertad, en Matanzas, la Botica Francesa, museo farmacéutico Ernesto 
          Triolet, única con sus características que en el mundo refleja 
          originalmente la farmacopea del siglo XIX.
          El próximo primero de enero la Botica cumplirá 126 años de fundada 
          y la celebración lógica del onomástico, tendrá toques especiales, 
          debido a que recientemente la institución cultural fue declarada 
          Monumento Nacional, la más alta distinción que otorga el Consejo de 
          Patrimonio en Cuba a sitios de la cultura y la naturaleza.
          La Botica Francesa, fue instituida por el doctor Ernesto Triolet en 
          el año 1882 y desde entonces conserva en potes de porcelana, frascos 
          de vidrio de los más variados tamaños y formas, garrafas o 
          "damajuanas" y otros recipientes, jarabes, cápsulas y ungüentos 
          recetados por prestigiosos galenos del siglo XIX cubano.
          La instalación es objeto de una reparación capital, su edificación 
          de estilo colonial, sin cerrar puertas a los miles de visitantes que 
          cada año recorren el lugar, recibe con especial y profesional cuidado 
          la necesaria restauración debido a las huellas del tiempo.
          Hoy en la planta alta, otrora vivienda de la familia Triolet, una 
          pequeña galería cuyo nombre honra a la hija del boticario, Celia 
          Triolet Figueroa, acoge la obra de artistas de la plástica, mientras 
          que otra sala ofrece espacios para conciertos de agrupaciones de 
          pequeño formato.
          Al curioso recinto, convertido en museo por la Revolución en el año 
          1964, llegan también médicos, técnicos y especialistas ávidos por 
          investigar en los más de 50 tomos contentivos de millón y medio de 
          fórmulas, debidamente preservados.
          No hace falta abundante imaginación para percibir en el ambiente 
          olores a canela, menta, aceites que se conservan en depósitos en la 
          amplia estantería de maderas preciosas cubanas, las cuales guardan 
          secretos y retan al tiempo, como muestra del desarrollo de la ciencia 
          farmacéutica de más de un siglo.
          Vitrinas transparentes atesoran instrumentales médicos, y en la 
          cocina las huellas palpables de la elaboración de pociones que en su 
          momento aliviaron dolores, cerraron heridas o calmaron la tos de ricos
          
          y pobres, porque el humanismo de Triolet no distinguía a los enfermos.
          La Botica Francesa, con su Copa Fundacional de porcelana y oro, la 
          Virgen de la Inmaculada Concepción, los exclusivos Ojos del Boticario 
          de cristal de Bohemia y toda la riqueza cultural que ella encierra, 
          trasciende los anales y constituye verdadera joya, hoy convertida en 
          Monumento Nacional