La respuesta de Fidel fue la necesaria: 
          
          Conozco bien que el hombre es mortal, y no preocuparme jamás por 
          ello ha sido clave de mi vida. Cuando un carácter rebelde me llevó al 
          arriesgado oficio de luchador revolucionario que nadie me impuso, 
          sabía también que era bastante poco probable que sobreviviera mucho 
          tiempo. No era Jefe de Estado y sí un hombre muy común. No heredé 
          cargo alguno ni soy Rey, no necesito por tanto preparar sucesor, y en 
          todo caso, nunca sería para evitar el trauma de una transición 
          caótica. No habrá trauma, ni será necesaria transición alguna.
          
          Pero sabiendo que reducir la historia a sus personalidades es un 
          error superado por el marxismo desde su mismo nacimiento, Fidel echó a 
          un lado la cuestión individual y remitió el problema a lo que importa:
          
          
          La transición de un sistema social a otro se viene haciendo desde 
          hace más de 40 años. No se trata de la sustitución de un hombre por 
          otro. 
          Cuando una Revolución verdadera se ha consolidado y la siembra de 
          ideas y de conciencia ha comenzado a dar sus frutos, ningún hombre, 
          por importante que haya sido su aporte personal, es indispensable. No 
          existe en Cuba culto a la personalidad. Nadie verá ni siquiera fotos 
          oficiales, ni calles ni parques o escuelas que lleven el nombre de 
          dirigentes vivos. Las responsabilidades están muy compartidas y el 
          trabajo distribuido entre muchos. Numerosas personas jóvenes y ya 
          experimentadas, junto a un grupo menos numeroso de revolucionarios 
          veteranos con los cuales están profundamente identificados, son los 
          que hacen funcionar el país. Y no olvidar: existe un Partido con gran 
          prestigio y autoridad moral. ¿De qué preocuparse?
          
          Solo si se sacan del contexto las afirmaciones rotundas de Fidel, 
          puede sostenerse que identifica la transición con la construcción del 
          socialismo. 
          En Cuba la transición, en el sentido que le dieron Marx, Engels y 
          Lenin ocurrió en la economía entre 1959 y 1961, y Playa Girón fue la 
          batalla en la cual los cubanos defendieron la Revolución socialista 
          que tanto enfureció a los yankis por hacerse en sus mismas narices. 
          Fue nuestra decisión soberana, original, creadora. El socialismo quedó 
          ratificado en 1964 con la segunda y última reforma agraria, en 1985 
          con la rectificación de errores y tendencias negativas y ahora mismo 
          con el formidable debate del pueblo entero, pedido por Raúl, a fin de 
          de cambiar lo que haya que cambiar. La defensa del socialismo abarcó a 
          toda nuestra nación al amenazarla el imperio con el exterminio atómico 
          en 1962, durante aquellos días que Che Guevara calificó de tristes y 
          luminosos. En lo institucional, transformando la dictadura del 
          proletariado en democracia socialista, la transición quedó atrás con 
          el Primer Congreso del Partido en 1975 y la discusión y aprobación por 
          todo el pueblo de la Constitución Socialista un año después. 
          El marxismo-leninismo descubrió que en el seno del esclavismo 
          aparecen elementos feudales y en el seno del feudalismo, elementos 
          capitalistas, agrupándose la burguesía comercial y usurera en las 
          ciudades, y de ahí la idea de la sociedad civil, que con la Revolución 
          proletaria hacia adentro se hace Estado aunque hacia fuera es 
          nacionalidad. 
          La teoría revolucionaria del mundo del trabajo también sostiene 
          que, sin embargo, en el seno del régimen capitalista no existen 
          elementos socialistas, siendo utópica la idea de fomentarlos. Por 
          ello, la lucha siempre se concentra en la toma del poder político por 
          el pueblo, y entre el capitalismo y el comunismo, cuyo primer momento 
          es socialista, es indispensable un periodo de transición 
          revolucionaria en el cual es destruido el Estado explotador burgués y 
          se construyen el Estado socialista y su base económica. 
          Hay tantos modelos como países. Pero no cabe la más mínima 
          confusión. Amargas experiencias confirman que el desconcierto y la 
          división son empleados por el enemigo para hacer regresar a los 
          pueblos al pasado contra el que se rebelaron.
          Cuando Bush quiso desconocer el contenido de la Constitución 
          Socialista que de por sí y ante sí, en ejercicio de su libérrima 
          voluntad, se dio Cuba, para que nadie en el mundo se equivocara, casi 
          por unanimidad, el pueblo cubano estableció el carácter irreversible 
          del socialismo y que jamás aceptará cambiar su línea exterior 
          internacionalista bajo la presión, la amenaza y ni aun el ataque 
          enemigo más feroz. Tenemos y tendremos socialismo, afirmó por 
          unanimidad el V Congreso del Partido y cuando comenzó el periodo 
          especial Fidel llamó a salvar sus conquistas y, ya vislumbrando el 
          final de la crisis del periodo especial, fruto de la admirable 
          resistencia de millones de compatriotas, dijo que con ello se 
          reanudaba la construcción socialista. 
          Por su lado, el imperialismo se hunde en una crisis integral, que 
          confirma que ha comenzado su ocaso, que nunca será automático sino 
          producto de la lucha cada vez más difícil y compleja de los pueblos. 
          Ahora el dilema no es solo socialismo o barbarie, como proclamó la 
          gloriosa Rosa Luxemburgo, denunciando la amenaza del fascismo, sino 
          socialismo o nadie. Está en peligro la existencia de la especie humana 
          por la destrucción de la naturaleza física y, con el repugnante 
          consumismo burgués, de la naturaleza espiritual del hombre.
          Nos alienta que en Asia, grandes países amigos mantengan en alto la 
          bandera del socialismo y que los ideales emancipadores se abran paso, 
          con heroicos procesos marcados por sus propias particularidades, en 
          tierras hermanas que Martí, siguiendo a Simón Bolívar, llamó Nuestra 
          América.
          Asustado por la significación americana y universal que tendrá la 
          derrota completa del bloqueo genocida mediante la solución de 
          problemas inmensos que vienen del subdesarrollo económico, impuesto 
          por siglos de dominación del colonialismo feudal español y decenas de 
          años bajo el yugo del imperialismo del dólar, problemas agravados por 
          la hostilidad terrorista de Estados Unidos y errores nuestros, contra 
          los cuales todos luchamos cada vez más y mejor, Bush y sus mercenarios 
          de la mafia de Miami redoblan sus esfuerzos por retrasar el avance del 
          socialismo en nuestra Patria. Pero nada ni nadie lograrán confundirnos 
          o llevarnos al pesimismo. Con Martí hace mucho que aprendimos que las 
          verdades reales son los hechos. 
          El discurso de Raúl el 26 de Julio es sin duda histórico por ser 
          guía para la acción transformadora del proceso revolucionario a todos 
          los niveles. Discurso que estudiaron y al que volverán una y otra vez 
          los militantes del Partido, la Unión de Jóvenes Comunistas, los 
          sindicatos y cuantas instituciones poderosas y democráticas forman 
          nuestra sociedad civil socialista, pues convoca a pensar con la 
          libertad que solo puede dar el socialismo y, sin perder tiempo, a 
          convertir cada pensamiento creador en acción, para construir el 
          socialismo con creciente justicia, eficiencia, ahorro de recursos y 
          tiempo, con la ciencia hermanada a nuestra arma todopoderosa: la 
          unidad.
          El lenguaje de los hechos, lugar por lugar, persona por persona, 
          confirma que estamos construyendo la sociedad donde prevalece la 
          solidaridad socialista. Y si Nicolás Guillén, en su canto con voz de 
          pueblo, dijo que tengo lo que tenía que tener, ahora Cuba lucha por 
          tener más de cuanto tiene: más socialismo.