Amor oscuro y sufrido, pero en fin de cuentas amor, que no por
gusto el término (¡amor!) es uno de los más vastos en cualquier
idioma. Por ahí enfila Maldeamores, comedia de pespuntes
dramáticos que arma el puertorriqueño Carlitos Ruiz Ruiz y que por
donde quiera que pasa se gana el favor del público, entre otras
razones porque no es difícil que más de uno se reconozca, al menos
desde lejos y sin aceptarlo cabalmente, en hechos y personajes.
Varias historias buscando a todo trance la originalidad en sus
planteos, desde el triángulo amoroso entre tres "viejitos", hasta el
hombre que asalta un ómnibus para precisar a su conductora a que se
case con él. Nada de recetas felices. Más bien un humor oscuro y,
aunque duela, verídico.
No es un filme complejo, de insinuaciones metafísicas ni rebuscadas
estructuras. Su valor principal radica en saber captar conflictos y
desenlaces desde un realismo pícaro ligado al costumbrismo, mantener
el ritmo y hacer que la pasemos bien a partir de una ingeniosidad que
con sus irregularidades y actuaciones, no todas parejas, se agradece.
Sorprendente la venezolana Postales de Leningrado, un filme
que por su título hace esperar cualquier tema menos el que es. Mariana
Rondón, su directora, sitúa las acciones en los años sesenta y el
asunto es la guerrilla, pero asumida la narración desde la visión de
dos niños.
Película que alterna los tiempos de la narración, que recurre al
collage y a la animación sobre el negativo original, requiere de un
espectador que a caballo sobre las proposiciones infantiles —tan
fantasiosas como emotivas— se enganche con una trama urdida para
adultos.
La realizadora recrea una plausible estética a los años sesenta y
transita sin ñoñerías una historia sensitiva que habla de aquellos
niños cuyos padres, seguidores de la lucha armada, subían a las
montañas y suplían su ausencia del hogar enviándole a los niños
"postales desde Leningrado". Linda película que esta noche de los
premios debe alzarse con alguno de ellos.