A solo dos años de su pérdida física, Suardíaz (Camagüey
1936-Ciudad de La Habana 2005), así como le nombrábamos, volvió para
familiares y amigos en el documental de 48 minutos de duración y dos
capítulos Haber vivido y Todo lo que tiene fin es breve
—títulos de igual número de sus poemarios— realizado por Edmundo Aray
y Pedro Morales y producido por la Fundación del Nuevo Cine
Latinoamericano. Capítulo Mérida. Venezuela.
Significativa recordación a la figura del poeta, ensayista, crítico
y periodista la de este filme, cuyo estreno ocurrió recientemente en
el espacio Fe de vida, que conducido por la poetisa Aitana Alberti
transcurre cada mes en el Centro Cultural Dulce María Loynaz. "Un
homenaje de poeta a poeta", dijo Aray en la presentación y tras
asegurar que era un primer intento aún por perfeccionar y sujeto a
críticas, adelantó sobre una tercera parte "que sigue los pasos con el
mismo amor".
Como uno de los poetas de la Revolución, entre los que integraron
la generación del 50, califica en Haber vivido el poeta y
ensayista Virgilio López Lemus al autor de La simiente,
"estudioso de la poesía de los demás, pero cuidadoso de la propia, del
mensaje que quería transmitir". "La poesía era la gran dama de
compañía de su vida", sentenció, no obstante hizo a todos recordar
como nunca se desentendió de la prosa y el periodismo.
Al decir que en la obra de Suardíaz hay una representación epocal,
como en la de tantos poetas coloquialistas de su generación, López
Lemus afirma que "logra desenvolver la violencia sin que esta se
trague el texto", y precisa que ese elemento aparece subyacente en
versos relativos a la guerrilla, a la guerra de Viet Nam, la Guerra
Fría, la Crisis de Octubre. "Pero en el fondo es el acercamiento a la
ternura".
Todo lo que tiene fin es breve viene a ser el compendio de los
diálogos con los escritores César López, Raúl Luis y Pablo Armando
Fernández. El primero de ellos consideró a Suardíaz "el hombre de la
cultura extrema", siempre al servicio de la poesía —"pero también de
la música"— quien "sabe que no debe apresurarse porque en el ámbito
cubano hay espacio para todos los poetas". Raúl Luis rememoró los
inicios del bardo en Camagüey donde comenzó a crear cuando trabajaba
en la carpeta del Hotel Plaza; su consagración a la lucha clandestina;
y su aporte, junto a David Chericián, dirigido a promocionar a los
colegas contemporáneos a partir de la antología La generación de
los años 50.
Una amistad fraterna los unió a ambos, "una unidad tremenda", según
Pablo Armando Fernández. Era la suya "una poesía que siempre estaba
contando algo". Luego enfatizó, muy especialmente, en el concepto del
amor de Suardíaz "en la pareja humana y en la familia".
Y allí, en la sala García Lorca, del Loynaz, casi se escapaban
desde la pantalla imágenes del dedicado intelectual cubano, Luis
Suardíaz, hacia las conmovidas miradas de su hija Mireya y la esposa
Elisa Maciques.
Mireya, con palabras que trataban de superar la emoción, agradeció
a los cineastas y a Aitana, la cercana amiga de ella y sus
progenitores. Rememoró el último adiós a su padre, las flores
silvestres que quiso regalarle y que, sin esperarlo, llegaron en las
manos de Aitana en forma de un gran ramo de fragantes azahares.
Después de una ojeada pasajera a Elisa, señaló a los presentes:
"Ella sigue siendo su esposa, no tolera que le digan la viuda". La
escucho y se me ocurre pensar en aquella otra frase de Suardíaz:
"Haber vivido debe ser un gran recuerdo".