A tono con los propósitos del cultivo cañero en Cuba, los
trabajadores del sector en la provincia cubana de Pinar del Río
priorizan la protección del medio ambiente, a favor del desarrollo de
la gramínea y del recurso suelo en más de 44 mil hectáreas.
Las iniciativas, adoptadas con mayor fuerza tras el recientemente
concluido reordenamiento de la agroindustria, abarcan desde el empleo
de los subproductos del proceso de fabricación del azúcar hasta el
control de las plagas por medios biológicos, con la paulatina
reducción de fertilizantes químicos, eficaces pero dañinos.
Los cosecheros locales han producido en los últimos tiempos unas
cuatro mil toneladas de compost anuales, producto orgánico obtenido a
bajo costo a partir de cogollos, paja y cachaza, si bien sus altos
contenidos de elementos como calcio, fósforo y potasio, entre otros,
favorecen la nutrición de las plantas.
Además es resistente a la descomposición microbial, ayuda a la
formación de fitohormonas y fija el nitrógeno atmosférico, por lo cual
aumenta su generación en áreas de las tres empresas azucareras
definidas en la provincia, tradicionalmente pequeña en zafra, más de
un aporte necesario a los objetivos del país.
A ello se unen regulaciones para garantizar la efectividad del
control biológico de plagas y enfermedades, con experiencias en la
erradicación del taladrador de tallos, devastador de los índices de
sacarosa, mediante la mosca cubana Lixophaga Diatreae Towns.
Implementar el fertirriego es una de las aspiraciones, en aras de
utilizar con fines agrotécnicos residuos de los centrales ricos en
materia orgánica, que hasta el momento contaminan las aguas de los
ríos.
Con más de 765 mil hectáreas dedicadas a la caña e igual número,
aproximadamente, a renglones agropecuarios, Cuba transita hacia la
búsqueda de múltiples alternativas para lograr producciones más
compatibles con el entorno, desafío humano, ante el actual panorama de
deterioro de la naturaleza en el siglo XXI, que marca más de 500 años
de la historia azucarera en la nación antillana