El pensamiento a caballo

Luis Hernández Serrano

Poco se ha hablado del jinete José Martí. En su Diario de Cabo Haitiano a Dos Ríos, anotó: "De La Esperanza, a marcha y galope, con pocos descansos, llegamos a Santiago de los Caballeros en cinco horas." Y añadió: "Vuelvo riendas, sobre la tienda azul, a que el potro repose unos minutos".

Con solo cuatro años, en 1857, en Valencia, lo imaginamos por los campos de aprendiz de jinete, de la mano de don Mariano, su padre. Después en Santa Cruz de Tenerife, tierra de doña Leonor Pérez, lo evocamos en su aprendizaje de precoz jinete —también de manos del progenitor— donde estuvo por un tiempo el matrimonio español.

En abril de 1862 don Mariano es nombrado capitán juez pedáneo de Caimito de Hanábana, jurisdicción de Nueva Bermeja, en la Alcaldía Mayor de Colón, al sureste de Matanzas. Allí el niño Pepito se declaró jinete.

Con nueve años —fecha ideal de comienzos— perfeccionó por sí mismo sus anteriores pininos sobre el lomo de una bestia, regalo de un amigo de la familia. A solas pudo entonces hacer de las suyas.

En su primera carta conocida, escribió: "A mi señora madre Da. Leonor Pérez ... Hanábana... y octubre 23 de 1862: (...) Ya todo mi cuidado se pone en cuidar mucho mi caballo y engordarlo como un puerco cebón, ahora lo estoy enseñando a caminar enfrenado para que marche bonito, todas las tardes lo monto y paseo con él, cada día cría más brío(...)".

A CABALLO POR SANTO DOMINGO

Adulto ya, Martí anduvo a caballo por Santo Domingo en 1892, 1893 y 1895. Fue la última tierra que cabalgó antes de viajar a Cuba en son de guerra. El 31 de agosto de 1892 partió hacia ese país por primera vez, desde Nueva York, con escalas en Gonaives y Cabo Haitiano —en Haití— y en Dajabón y en Montecristi, República Dominicana.

De Montecristi a La Reforma (finca de Máximo Gómez) —20 leguas de camino— los recorrió Martí sobre su corcel, el 11 de septiembre de 1892. Se detuvo en la casa del cubano Santiago I. Massenet.

En la finca La Reforma habló con el General Gómez. Los dos cabalgaron en sendos corceles hacia Santiago de los Caballeros, y llegaron el 13 de septiembre.

El 19 de septiembre de 1892, llegó sobre su bestia a la vivienda del Ministro de Relaciones Exteriores de Santo Domingo, quien le comentó: "Señor Martí, usted se mata. Tenga más cuidado con su persona". Le hablaba a un jinete con tanta ansiedad como el sudoroso animal que llenaba su bocado de blanca espuma. El Apóstol afirmó: "Esto es (...) un ensayo, pues estoy obligado a viajar por meses y años de esta y de peor manera".

El día 24, tras una larga cabalgata, el Apóstol arribó a Puerto Príncipe, capital haitiana, donde estuvo diez días y luego partió hacia Jamaica.

El 30 de enero de 1895 volvió a República Dominicana. Del primero al 5 de marzo hizo un recorrido por Dajabón, en Santo Domingo. Después por Ouanaminthe, Fort Liberté, Cabo Haitiano; y retornó a Montecristi: ¡todo el trayecto a caballo!

Uno de sus amigos de Santo Domingo, Augusto Franco Bidó, lo vio así: "Hace tres años se presentó en mi humilde residencia un hombre joven, de regular estatura, de tez blanca y ojos, pelo y bigote negros, altivo, diligente y cariñoso (...) Venía de jinete".

En Barahona y en distintos sitios de Santo Domingo —según escribió Carlos Motta— anduvo primero Martí sobre un mulo, y en un caballo después, con unas espuelas de plata que le prestó.

La tarde del 19 de febrero de 1895 llegó a la casa de Nicolás Ramírez, montado en una yegua alazana de casi siete cuartas de alzada, luego de transitar un buen tramo, hasta Santiago de los Caballeros. Solo de Montecristi a esa ciudad lo separaban 36 leguas de camino.

El primero de marzo de 1895, por la mañana bien temprano, salió Martí también a caballo, rumbo a Cabo Haitiano, acompañado por Panchito Gómez Toro, el hijo del Generalísimo. Y luego, sobre un potro moro azul, atravesó la frontera, durante tres días de azarosa marcha.

Antes de llegar, arregló su pasaporte en la localidad de Ouanaminthe. El día 2, en Dajabón, le dijo a Panchito que regresara y continuó él solo su peregrinaje, hasta que arribó a su destino, el día tres a las cinco de la tarde.

SOBRE BACONAO EN SON DE GUERRA

El 12 de mayo de 1895 llegaron Martí y sus compañeros a La Bija, en los campos de Dos Ríos, donde establecieron un campamento. Allí pronunció el Apóstol un elocuente discurso. Contaron los que lo oyeron ese día que de pie, sobre los estribos de su caballo, arengó a las tropas.

Al otro día, el 13 de mayo, el Maestro, —según lo cuenta en su Diario— con el coronel Francisco Blanco, "Bellito", los dos a caballo, dieron un breve recorrido por las cercanías, y anotó: "Voy aquietando: a Bellito, a Pacheco, y a la vez impidiendo que me muestren demasiado cariño. Recorremos de vuelta los potreros de ayer(...)".

Martí montó sobre "el caballo bayo claro, de crines rubias, de seis y media cuartas de alzada, gallardo y muy brioso, regalo del General José Maceo", según refirió en su trabajo La Heroica Acción de Dos Ríos, el Comandante Rafael Gutiérrez. Él mismo dijo que después de la muerte del Maestro, el corcel que montaba se quedó en la finca Sabanilla, con la prohibición absoluta de Gómez de que nadie lo montara, en recuerdo del prócer caído.

Las versiones posteriores han pretendido distorsionar los hechos, al señalar que aquella bestia obsequiada al Apóstol por el hermano del Titán de Bronce, fue escogida especialmente porque el Maestro no era un avezado jinete. Y hasta se ha sugerido que murió porque su bestia era tan rebelde que no pudo dominarla y lo llevó a la fuerza ante el enemigo, aquel 19 de mayo de 1895.

Nada más alejado de la realidad. José Maceo se lo obsequió en Arroyo Hondo. Es cierto. Pero un animal excepcionalmente inquieto como aquel se entrega solo a un diestro jinete. Eugenio Deschamps, un dominicano ilustre, dejó escrito que Martí en su estancia en Santo Domingo, en 1895, le recordó: "Cuando entré a caballo a la capital de usted, no hace dos años, en un peñón de las Antillas, donde nos juntó por unas horas la suerte, me saludó Manuel de Jesús Galván, su compatriota, con esta extraña exclamación: ‘¡He aquí lo que faltó a la América, hasta ahora, el pensamiento a caballo!’"

Al caer abatido en Dos Ríos, el Mayor General José Martí montaba con destreza innegable en el vigoroso y brioso caballo Baconao.

FUENTES: "Diario de Montecristi a Cabo Haitiano", José Martí; "La Ruta de Martí. De Playitas a Dos Ríos", Rafael Lubián Arias, Año del Centenario, 1953, Ministerio de Educación; "Martí en Santo Domingo", Emilio Rodríguez Demorizi, 1949; "José Martí", Jorge Mañach, Tomo II, Ediciones Nuevo Mundo, Habana, 1960; "Semblanza biográfica y Cronología mínima", Roberto Fernández Retamar e Ibrahim Hidalgo Paz, Centro de Estudios Martianos, Editorial Pueblo y Educación, La Habana, 1990; "Caballos famosos por sus jinetes", Bohemia, 13 de julio de 1990, y "Epistolario", Luis García Pascual, Editorial Ciencias Sociales, Tomo I, 1993.

 

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