Estadios repletos a casi reventar. El país dividido en oriente y 
            occidente, en rojo y azul, con pancartas pegadas en cuanto espacio 
            estuvo disponible. Discusiones en los hogares, en los centros de 
            trabajo, las omnipresentes Peñas. Prácticamente no se habló de otra 
            cosa durante casi un mes. 
            Fue, es y será siempre el béisbol, la pelota, la pasión de todos 
            los cubanos, dentro y fuera del país. La Serie Nacional se ha 
            convertido en lo que tenía que ser, retomando aquellos años 
            románticos en los cuales un grupo de peloteros dejó el corazón en el 
            terreno para darle otra dimensión a este deporte, encasillado antes 
            de 1959 en cuatro equipos y una ciudad. 
            No me gusta ser absoluto. Pero me uno a la infinidad de opiniones 
            que proclaman a la 46 Serie como la más llamativa de los últimos 
            tiempos, en buena medida por la profusión de colores estampados en 
            gorras, pulóveres, letreros, pegatinas para los autos, carteles, 
            rescatando una tradición que ha ganado adeptos en todo el mundo. 
            Fue una demostración de que nuestras empresas son capaces de dar 
            una respuesta ágil a la demanda del mercado interno. BISART 
            (Ministerio de la Industria Ligera), ARTEYLLA (Fondo de Bienes 
            Culturales) y el Poligráfico DURERO CARIBE fueron los máximos 
            responsables de este acierto.
            Faltarían dos elementos a mi juicio indispensables. El primero es 
            analizar la posibilidad de extenderlo a otros equipos, pues rojo y 
            azul no son los únicos colores defendidos por la afición. El segundo 
            es ver si se pueden revisar los precios. 
            Dentro de este contexto se inscribe también la mejora en la 
            confección y el diseño de los uniformes, algunos muy llamativos como 
            los de los Mediasverdes pinareños y los Ganaderos agramontinos, en 
            lo que puede calificarse como un excelente trabajo de la Industria 
            Deportiva. Pero como toda obra humana es perfectible, llamo la 
            atención sobre los números y nombres —muchos de ellos sin el 
            requerido contraste para poder ser apreciados a distancia en un 
            estadio—-, y en ocasiones despegados a mitad de la campaña. 
            
            
            Antes de entrar en materia, es justo señalar que la 46 Serie 
            solucionó un mal que nos afectaba a todos por igual, desde 
            aficionados y jugadores hasta anotadores y periodistas: la 
            diversidad de horarios. Salvo excepciones, la inmensa mayoría de los 
            partidos comenzó a la 1:30 p.m. en los terrenos sin luces y a las 
            8:00 p.m., recuperando una hora en los choques televisados. 
            Pero los terrenos, su estado, sus condiciones, son harina de otro 
            costal. Se dio un paso importante antes de comenzar el certamen al 
            eliminar un total de 97 municipios, no porque se tenga nada en 
            contra de estas localidades, sino, simplemente, porque sus terrenos 
            no tienen las mejores condiciones y jugar en más de 150 complica 
            sobremanera la organización y altera la mecánica de entrenamiento: 
            normalmente se practica por la mañana, se descansa por la tarde y se 
            juega por la noche.
            Lamentablemente no son solo los parques municipales los que 
            presentan dificultades. Más de un mentor se quejó de los terrenos 
            durante los play off. Muchos estadios de cabeceras de provincia 
            presentaban un estado deficiente, escasos de hierba en los diamantes 
            y los jardines, con ondulaciones, duros al punto de que en más de 
            una ocasión los bounces de la pelota —aún una de poco bote como la 
            utilizada en el certamen—, escapaban a la custodia de los 
            defensores. 
            El promedio defensivo en nuestras últimas Series no sube de los 
            975. La recién finalizada 46 no fue una excepción: 971, con 1 662 
            errores en 718 desafíos, a 2,31 por juego y seis conjuntos por 
            debajo de 970. El pasado año los 30 equipos de Grandes Ligas jugaron 
            para 980 de promedio. Estoy convencido de que la diferencia no 
            estriba en la excelencia calzando los guantes —el Clásico lo 
            demostró—, sino en la calidad de los terrenos. 
            Esto en lo general, pues en lo particular existen dos 
            instalaciones que necesitan una reparación capital: el Cristóbal 
            Labra y el Mártires de Barbados. A pesar de que tanto pineros como 
            granmenses tienen sobrados méritos deportivos para convertirse en 
            anfitriones de un Juego de Estrellas, esto no ha sido posible por no 
            existir las mínimas condiciones para un evento de esta naturaleza.
            
            El cuidado de los terrenos exige, en mi opinión, una revolución 
            en la concepción. Conozco personalmente a muchos de los abnegados 
            trabajadores de algunas instalaciones quienes, a pleno sol, machete 
            en mano, laboran denodadamente día a día. Pero se necesitan otros 
            elementos: la hierba apropiada, la tierra adecuada, los equipos e 
            implementos necesarios. Sin todo esto, de nada vale el sudor 
            derramado. 
            Por último, no puedo dejar de lado otra dificultad: la 
            iluminación. A simple vista es apreciable la falta de luminarias en 
            muchos estadios, lo cual conspira contra la calidad del espectáculo 
            en sí mismo, además de que perjudica las transmisiones televisivas y 
            el trabajo de los fotorreporteros de la prensa escrita. 
            Sin dudas, la 46 Serie fue mejor, mucho mejor, que las anteriores 
            ediciones. Pero puede ser superior, muy especialmente en el orden 
            técnico-táctico, en el capítulo del arbitraje, sobre lo cual tratará 
            otro próximo trabajo.