Sin que nos ciegue la pasión (1)

Un buen espectáculo…y puede ser mejor

SIGFREDO BARROS
sigfredo.bs@granma.cip.cu

Estadios repletos a casi reventar. El país dividido en oriente y occidente, en rojo y azul, con pancartas pegadas en cuanto espacio estuvo disponible. Discusiones en los hogares, en los centros de trabajo, las omnipresentes Peñas. Prácticamente no se habló de otra cosa durante casi un mes.

Fue, es y será siempre el béisbol, la pelota, la pasión de todos los cubanos, dentro y fuera del país. La Serie Nacional se ha convertido en lo que tenía que ser, retomando aquellos años románticos en los cuales un grupo de peloteros dejó el corazón en el terreno para darle otra dimensión a este deporte, encasillado antes de 1959 en cuatro equipos y una ciudad.

No me gusta ser absoluto. Pero me uno a la infinidad de opiniones que proclaman a la 46 Serie como la más llamativa de los últimos tiempos, en buena medida por la profusión de colores estampados en gorras, pulóveres, letreros, pegatinas para los autos, carteles, rescatando una tradición que ha ganado adeptos en todo el mundo.

Fue una demostración de que nuestras empresas son capaces de dar una respuesta ágil a la demanda del mercado interno. BISART (Ministerio de la Industria Ligera), ARTEYLLA (Fondo de Bienes Culturales) y el Poligráfico DURERO CARIBE fueron los máximos responsables de este acierto.

Faltarían dos elementos a mi juicio indispensables. El primero es analizar la posibilidad de extenderlo a otros equipos, pues rojo y azul no son los únicos colores defendidos por la afición. El segundo es ver si se pueden revisar los precios.

Dentro de este contexto se inscribe también la mejora en la confección y el diseño de los uniformes, algunos muy llamativos como los de los Mediasverdes pinareños y los Ganaderos agramontinos, en lo que puede calificarse como un excelente trabajo de la Industria Deportiva. Pero como toda obra humana es perfectible, llamo la atención sobre los números y nombres —muchos de ellos sin el requerido contraste para poder ser apreciados a distancia en un estadio—-, y en ocasiones despegados a mitad de la campaña.

LOS TERRENOS: PROBLEMA A SOLUCIONAR

Antes de entrar en materia, es justo señalar que la 46 Serie solucionó un mal que nos afectaba a todos por igual, desde aficionados y jugadores hasta anotadores y periodistas: la diversidad de horarios. Salvo excepciones, la inmensa mayoría de los partidos comenzó a la 1:30 p.m. en los terrenos sin luces y a las 8:00 p.m., recuperando una hora en los choques televisados.

Pero los terrenos, su estado, sus condiciones, son harina de otro costal. Se dio un paso importante antes de comenzar el certamen al eliminar un total de 97 municipios, no porque se tenga nada en contra de estas localidades, sino, simplemente, porque sus terrenos no tienen las mejores condiciones y jugar en más de 150 complica sobremanera la organización y altera la mecánica de entrenamiento: normalmente se practica por la mañana, se descansa por la tarde y se juega por la noche.

Lamentablemente no son solo los parques municipales los que presentan dificultades. Más de un mentor se quejó de los terrenos durante los play off. Muchos estadios de cabeceras de provincia presentaban un estado deficiente, escasos de hierba en los diamantes y los jardines, con ondulaciones, duros al punto de que en más de una ocasión los bounces de la pelota —aún una de poco bote como la utilizada en el certamen—, escapaban a la custodia de los defensores.

El promedio defensivo en nuestras últimas Series no sube de los 975. La recién finalizada 46 no fue una excepción: 971, con 1 662 errores en 718 desafíos, a 2,31 por juego y seis conjuntos por debajo de 970. El pasado año los 30 equipos de Grandes Ligas jugaron para 980 de promedio. Estoy convencido de que la diferencia no estriba en la excelencia calzando los guantes —el Clásico lo demostró—, sino en la calidad de los terrenos.

Esto en lo general, pues en lo particular existen dos instalaciones que necesitan una reparación capital: el Cristóbal Labra y el Mártires de Barbados. A pesar de que tanto pineros como granmenses tienen sobrados méritos deportivos para convertirse en anfitriones de un Juego de Estrellas, esto no ha sido posible por no existir las mínimas condiciones para un evento de esta naturaleza.

El cuidado de los terrenos exige, en mi opinión, una revolución en la concepción. Conozco personalmente a muchos de los abnegados trabajadores de algunas instalaciones quienes, a pleno sol, machete en mano, laboran denodadamente día a día. Pero se necesitan otros elementos: la hierba apropiada, la tierra adecuada, los equipos e implementos necesarios. Sin todo esto, de nada vale el sudor derramado.

Por último, no puedo dejar de lado otra dificultad: la iluminación. A simple vista es apreciable la falta de luminarias en muchos estadios, lo cual conspira contra la calidad del espectáculo en sí mismo, además de que perjudica las transmisiones televisivas y el trabajo de los fotorreporteros de la prensa escrita.

Sin dudas, la 46 Serie fue mejor, mucho mejor, que las anteriores ediciones. Pero puede ser superior, muy especialmente en el orden técnico-táctico, en el capítulo del arbitraje, sobre lo cual tratará otro próximo trabajo.

 

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