Carlos Torres sigue marcando goles

Ronald Suárez Rivas y Alberto Borrego Ávila (foto) Enviados especiales

ARAGUA.— Cuando dirige un partido, Carlos Torres tiene que contenerse para no salir al terreno. "Me meto tanto en el juego, que el ritmo cardiaco se me acelera como a mis muchachos", asegura este hombre corpulento de 36 años de edad, que durante ocho temporadas fue el capitán del equipo Pinar del Río de fútbol.

Foto: Alberto Borrego ÁvilaLos abuelos del estado de Aragua todas las mañanas realizan ejercicios físicos junto a los entrenadores cubanos del programa Barrio Adentro Deportivo.

En 1988, debutó con la selección nacional juvenil en el torneo centroamericano, y después militó varias veces en el conjunto grande. Las dos más importantes: los Juegos Panamericanos de La Habana’91, y las eliminatorias a la Copa Mundial de Francia’98.

Seis veces se coronó campeón de Cuba con el equipo de Vueltabajo.

Por ello, como todo atleta que lleva el deporte en la sangre, afirma que "es probable que el vacío que me produjo colgar la camiseta de jugador titular, no lo llene nunca ningún trabajo que pueda hacer, por muy grande que sea".

Con esa convicción llegó a Venezuela hace más de dos años, como parte del programa Barrio Adentro Deportivo, donde ha vuelto a sentirse útil. "Quienes estuvimos mucho tiempo dedicados a las competencias y los entrenamientos de alto rendimiento, nos graduamos y apenas ejercimos nuestra profesión.

"Por ello, tocar con las manos ese tipo de actividad, y llevar a la práctica lo que recibimos en las aulas, nos ha servido de mucho", confiesa Carlos, conocido en el mundo futbolístico por el sobrenombre de "el chorro Torres".

En Maracay, capital del norteño estado de Aragua, comenzó organizando círculos de abuelos, estimulando la práctica de deportes participativos, impartiendo clases de ajedrez y de gimnasia con niños, trabajando la rehabilitación, y enseñando a hacer del baile y la música un modo de terapia.

"La forma de ser del cubano, su manera de llegarle a la gente, ha sido muy importante para lograr sacar de sus casas a personas que vivían en una misma cuadra y apenas se trataban.

"Así fuimos incorporando a ancianos que estaban envejeciendo dentro de sus hogares, sin hacer ningún tipo de actividad física, casi sin salir a la calle por miedo a la violencia; y empezamos a recuperar los espacios públicos, a hacer ejercicios todas las mañanas.

"Un día se me ocurrió celebrarles un cumpleaños colectivo, y fue muy emocionante, porque personas de más de 60 años decían que jamás habían tenido cosas como esas."

Sin embargo, las canchas de fútbol lo siguen persiguiendo. Durante una temporada, fue llamado a entrenar la selección femenina del estado de Cojedes, y después regresó a Aragua, para encargarse de la preparación de los equipos infantiles, en la Unidad Educativa de Talentos Deportivos.

Ambas experiencias, afirma, han sido muy fructíferas, porque nunca había trabajado el fútbol de mujeres y porque el equipo infantil del estado, que dirige actualmente, fue el campeón de Venezuela el año anterior. "Así que es un reto mantenerlo en ese lugar".

Salir a jugar, es algo que no ha dejado de extrañar un solo día. "Creo que nada podrá sustituir ese sentimiento tan grande. Incluso durante las competencias, a veces me impaciento tanto que quisiera entrar al terreno.

"Pero ayudar a mejorar la calidad de vida de esas personas de la tercera edad que se sentían acabadas, o enseñar a los jóvenes que comienzan y tienen sueños que quizás yo ayude a realizar, me hacen sentir que no he colgado la camiseta, y que aún sigo marcando goles".

 

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