Reunión extraordinaria de la IBAF (I)

Antecedentes, razones y proyecciones

Antonio Díaz Susavila

Dentro de unos pocos días, el 2 de marzo próximo, representantes de 88 países miembros de la Federación Internacional de Béisbol, conocida por sus siglas IBAF, tomarán la decisión histórica de elegir a su nuevo Presidente.

Foto:Ricardo lópez heviaEl I Clásico llenó de emoción a los aficionados.

Será trascendental por el momento en que se encuentra el deporte de las bolas y los strikes en el orbe, tras ver limitada su presencia en el concierto olímpico mundial hasta los Juegos Olímpicos del 2008 en la capital china, Beijing.

Coincidentemente, esa ciudad será privilegiada anfitriona de la reunión extraordinaria en que se elegirá al sustituto del finado Aldo Notari, italiano que por 13 años guió los destinos del deporte practicado hoy por millones de hombres y mujeres de los cinco continentes.

Desde que fuera exhibido en San Luis’04 y Estocolmo’12, constituyó un reclamo la presencia del béisbol en el programa estival, algo cumplido en Barcelona’92, aunque estuvo también de propuesta en Berlín’38, Melbourne’56, Los Ángeles’84 y Seúl’88.

El 13 de octubre de 1986 se consumó el sueño. En Lausana, Suiza, fue incluido en el programa y cuatro días más tarde, Barcelona resultó electa anfitriona de la XXV edición, que ganó Cuba.

Resultó la culminación de un largo y difícil camino, de enorme y generoso esfuerzo de personas de muy distintos orígenes, unidas por el fin de hacer del béisbol un deporte olímpico.

Sin embargo, poco menos de un cuarto de siglo después de tan feliz noticia, el mundo se conmovió con la eliminación de la pelota —como le llaman en muchas latitudes—, de la fiesta cuatrienal.

Disímiles argumentos esgrimió el COI. No tuvo en cuenta que su más cercana referencia entonces, Sydney, fue un rotundo éxito, con gran asistencia de público: 97,44% del aforo en el promedio de los 32 encuentros disputados y una competición de muy alto nivel técnico, entre otros muchos logros.

Tampoco el crecimiento y expansión de la disciplina, especialmente en Asia y África, para contar con practicantes asiduos en todos los continentes.

Para confirmar la pasión está aún muy presente entre los aficionados, el I Clásico Mundial de Béisbol, ganado por Japón y con Cuba como subtitular.

Como espectáculo excepcional, el certamen despertó grandes emociones, a la vez que reiteró la práctica mercantilista de sus principales organizadores, las Grandes Ligas estadounidenses.

Desde la concepción del torneo hasta la decisión de cuáles naciones competirían, evidenció el marcado interés por las ganancias, sin que mediara un espacio plural para propuestas.

Ello fue fruto de acuerdos de la IBAF y las Grandes Ligas y la Asociación de Jugadores de Estados Unidos, aceptada la participación de profesionales en los torneos clasificatorios desde Sydney.

Junto al interés de regresar al concierto olímpico, la relación con las Grandes Ligas será de las prioridades del próximo titular de la IBAF conocida la propuesta de realizar la II edición del Clásico en el 2009.

La búsqueda de consenso, eliminando todo monopolio, un calendario que permita jugar buena pelota todo el año en el orbe y desarrollar aun más la disciplina son encomiendas para el próximo titular de la entidad.

En los últimos años, la IBAF careció de la agresividad para convocar y concertar lides de gran interés internacional, algo que debe enmendar el nuevo presidente, a cuyo cargo aspiran el cubano Reynaldo González, el holandés Theo Reitsma y el general estadounidense Harvey Schiller.

Hoy el deporte se desarrolla en los cinco continentes, con preponderancia en América y Asia.

Tan solo en América, más de una quincena de naciones lo practican con elevado nivel técnico, pero en su casi totalidad, excepto Cuba, todos tienen el fin de alimentar las Grandes Ligas estadounidenses, ello sin incluir las asiáticas y algunas que comienzan en Europa.

Es así como campos de entrenamiento en disímiles países nutren organizaciones norteñas, que después no dan permiso a los peloteros para competir con las casacas de sus respectivos países, vieja práctica aplicada en Cuba antes de 1959, cuando estrellas del Almendares, Cienfuegos, Habana y otros engrosaron filas de equipos vecinos, como medio de vida en su totalidad y para llenar los bolsillos de magnates.

 

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