Será trascendental por el momento en que se encuentra el deporte
de las bolas y los strikes en el orbe, tras ver limitada su
presencia en el concierto olímpico mundial hasta los Juegos
Olímpicos del 2008 en la capital china, Beijing.
Coincidentemente, esa ciudad será privilegiada anfitriona de la
reunión extraordinaria en que se elegirá al sustituto del finado
Aldo Notari, italiano que por 13 años guió los destinos del deporte
practicado hoy por millones de hombres y mujeres de los cinco
continentes.
Desde que fuera exhibido en San Luis’04 y Estocolmo’12,
constituyó un reclamo la presencia del béisbol en el programa
estival, algo cumplido en Barcelona’92, aunque estuvo también de
propuesta en Berlín’38, Melbourne’56, Los Ángeles’84 y Seúl’88.
El 13 de octubre de 1986 se consumó el sueño. En Lausana, Suiza,
fue incluido en el programa y cuatro días más tarde, Barcelona
resultó electa anfitriona de la XXV edición, que ganó Cuba.
Resultó la culminación de un largo y difícil camino, de enorme y
generoso esfuerzo de personas de muy distintos orígenes, unidas por
el fin de hacer del béisbol un deporte olímpico.
Sin embargo, poco menos de un cuarto de siglo después de tan
feliz noticia, el mundo se conmovió con la eliminación de la pelota
—como le llaman en muchas latitudes—, de la fiesta cuatrienal.
Disímiles argumentos esgrimió el COI. No tuvo en cuenta que su
más cercana referencia entonces, Sydney, fue un rotundo éxito, con
gran asistencia de público: 97,44% del aforo en el promedio de los
32 encuentros disputados y una competición de muy alto nivel
técnico, entre otros muchos logros.
Tampoco el crecimiento y expansión de la disciplina,
especialmente en Asia y África, para contar con practicantes asiduos
en todos los continentes.
Para confirmar la pasión está aún muy presente entre los
aficionados, el I Clásico Mundial de Béisbol, ganado por Japón y con
Cuba como subtitular.
Como espectáculo excepcional, el certamen despertó grandes
emociones, a la vez que reiteró la práctica mercantilista de sus
principales organizadores, las Grandes Ligas estadounidenses.
Desde la concepción del torneo hasta la decisión de cuáles
naciones competirían, evidenció el marcado interés por las
ganancias, sin que mediara un espacio plural para propuestas.
Ello fue fruto de acuerdos de la IBAF y las Grandes Ligas y la
Asociación de Jugadores de Estados Unidos, aceptada la participación
de profesionales en los torneos clasificatorios desde Sydney.
Junto al interés de regresar al concierto olímpico, la relación
con las Grandes Ligas será de las prioridades del próximo titular de
la IBAF conocida la propuesta de realizar la II edición del Clásico
en el 2009.
La búsqueda de consenso, eliminando todo monopolio, un calendario
que permita jugar buena pelota todo el año en el orbe y desarrollar
aun más la disciplina son encomiendas para el próximo titular de la
entidad.
En los últimos años, la IBAF careció de la agresividad para
convocar y concertar lides de gran interés internacional, algo que
debe enmendar el nuevo presidente, a cuyo cargo aspiran el cubano
Reynaldo González, el holandés Theo Reitsma y el general
estadounidense Harvey Schiller.
Hoy el deporte se desarrolla en los cinco continentes, con
preponderancia en América y Asia.
Tan solo en América, más de una quincena de naciones lo practican
con elevado nivel técnico, pero en su casi totalidad, excepto Cuba,
todos tienen el fin de alimentar las Grandes Ligas estadounidenses,
ello sin incluir las asiáticas y algunas que comienzan en Europa.
Es así como campos de entrenamiento en disímiles países nutren
organizaciones norteñas, que después no dan permiso a los peloteros
para competir con las casacas de sus respectivos países, vieja
práctica aplicada en Cuba antes de 1959, cuando estrellas del
Almendares, Cienfuegos, Habana y otros engrosaron filas de equipos
vecinos, como medio de vida en su totalidad y para llenar los
bolsillos de magnates.