La mañana de aquel 24 de noviembre, exactamente una semana después
de la ocupación de las casas de Sierra Nevada y la detención de varios
compañeros debido a una traición, los combatientes que aún permanecen
en Ciudad México se disponen a partir hacia el punto de concentración
acordado. Dos días después, el lunes 26, el grupo de revolucionarios
que fuera apresado durante la redada de junio debía presentarse a
firmar a las oficinas de la Secretaría de Gobernación.
Bien temprano, Gustavo Arcos se presenta en el apartamento de
Sombrerero 9, edificio Dolores, para recoger a Mario Hidalgo, quien
permanece allí junto con René Rodríguez y las hermanas Eva y Graciela
Jiménez. Mario Hidalgo solo atina a tomar una máquina de afeitar, el
cepillo y la pasta de dientes, que guarda en el bolsillo de su jacket,
y van en busca de unos espejuelos para Fidel y Faustino; visitan
además distintas casas, en las que Gustavo deja algunos recados.
La cita convenida es en la casa de la calle Génova 14, cerca del
Paseo de la Reforma, donde residen dos ancianas tías del ingeniero
mexicano Alfonso Gutiérrez, Fofó. Hacia allí se dirige minutos
después Mario Hidalgo, en el auto que conduce Gustavo Arcos, llevando
a bordo a otros compañeros.
Esa mañana, Gustavo Arcos pasa también por el apartamento de
Insurgentes 6, para avisarle a Fernando Sanche-Amaya de la inminente
partida. Poco después, Sanche-Amaya arriba en un taxi a la dirección
indicada, sube por una escalera y llega a un saloncito, donde
encuentra a Juan Almeida, Mario Hidalgo y a un grupo de compañeros.
Aquella mañana, en la casa de Génova 14 se reúnen varios
combatientes citados para ese lugar, entre ellos Universo Sánchez,
Juan Almeida, Calixto Morales, Oscar Rodríguez y Rolando Santana.
Poco antes, cumpliendo instrucciones de Fidel, Universo reúne
temprano en el apartamento de Insurgentes 5 al reducido grupo de
compañeros que no han sido seleccionados para integrar la expedición,
unos por el peso y el tamaño, otros por encontrarse enfermos o no
poseer la capacidad física necesaria. En este grupo se encuentran los
hermanos Tomás Electo y Federico Darío Pedrosa, Félix Aguedo Aguiar,
Walfrido Moreno y Fernando Margolles, quien recientemente arribara de
los Estados Unidos. Universo les dice de manera escueta que van a una
misión, tienen que quedarse allí y no pueden salir, dejándoles dinero
para que compren comida.
La preocupación de Fidel Castro por la situación de los compañeros
que quedan en la capital mexicana, así como por su familia, es
manifiesta. Esa propia mañana, desde un lugar de su recorrido hacia
Tuxpan, a las 10:02 del día envía un telegrama a Amaldo G. Barrón, en
Nueva York, haciendo responsables a todos los compañeros del Club
Patriótico 26 de Julio de esa ciudad por el sostenimiento de la
familia de Walfrido Moreno, sin ofrecer otros detalles.
Cerca de las 11:00 de la mañana de aquel sábado 24, Raúl Castro se
dirige en un auto conducido por Horacio Rodríguez al apartamento de
Callejón Sombrerero 9, edificio Dolores, donde residen las hermanas
Eva y Graciela Jiménez. Allí lo aguarda René Rodríguez y visitan por
última vez a la casa de la calle Fuego 791, esquina a Risco, Jardines
del Pedregal de San Ángel, para que Raúl se cambie de ropa y se
despida de sus hermanas Lidia, Emma y Agustina.
En aquella ocasión, Raúl viste un traje azul recién salido de la
tintorería y botas. Por su parte, René un traje gris que acaba de
comprar en una casa de empeño. Raúl no revela a sus hermanas la fecha
de la partida, pero sí les comunica que son sus últimos momentos en
México. Lidia le prepara una maleta pequeña con alguna ropa y otros
efectos. Pero Raúl le expresa que cree no va a tener mucho tiempo para
usar aquellas cosas, a la vez que le entrega una fotografía para su
mamá y otra para su hermana Juanita, una notica escrita a Agustina y
otras cartas más.
La noche anterior la pasó Raúl Castro escribiendo algunas cartas y
documentos, entre ellos el Testamento Político de Antonio López
Fernández y Raúl Castro, una de cuyas copias le entrega a su
hermana Lidia, otra a Orquídea Pino y la tercera que deben guardar
estas para, en caso de que caigan ambos, la entreguen a un miembro de
una institución política cubana radicada en México. Fechado en la
madrugada del sábado 24 de noviembre de 1956, dicho Testamento
Político revela el avanzado pensamiento político de los dos
combatientes, plenamente identificados con la concepción
marxista-leninista. El documento comienza expresando:
Finalizando el 1956 y estando a punto de culminar con el estallido
de una violenta insurrección que arroje del poder a los que por la
fuerza y contra las leyes de la nación lo ocupan desde el 10 de marzo
de 1952, los abajo firmantes, Antonio López Fernández y Raúl Castro
Ruz, miembros del Movimiento Revolucionario "26 de Julio", ante la
inminencia de la lucha armada y el riesgo que corremos al igual que
todos los participantes de caer en la misma, habíamos decidido dejar
constancia escrita de nuestros pensamientos y exponer las razones que
nos han impulsado a la lucha, como ideas complementarias a las
públicamente anunciadas por nuestro movimiento.
Pero habiendo sido decisivo el factor tiempo para hacer un análisis
amplio y a fondo de la cuestión cubana, ya que acontecimientos de
última hora hacían demasiado peligroso la prolongación de nuestra
estancia en México, obligados por esos factores y con tiempo apenas de
redactar estas breves líneas en las horas que nos quedan aquí, hemos
decidido como cuestión previa, concedernos mutuamente un amplio voto
de confianza por si alguno de los firmantes queda con vida al
finalizar la lucha, que su voz, sus ideales y pensamientos,
representen plenamente al del que caiga en el combate; inclusive está
autorizado, tomando la ideología del "26 de Julio" como meta, llegado
el momento de creer estos postulados caducados, a ingresar en
cualquier organización político-revolucionaria más avanzada que la
anterior, y siendo así, simbólicamente ingresará también el que años o
meses antes, según las circunstancias, haya caído en la lucha
anterior, o sea, esta que dará comienzo muy brevemente.
Con plena confianza pueden expresarse así dos jóvenes totalmente
identificados en todos los órdenes y conceptos revolucionarios y en lo
particular como verdaderos hermanos, incapaces de traicionarse entre
sí el más insignificante principio, ya que estos constituyen nuestra
razón de ser y a los mismos les ofrendamos nuestras vidas jóvenes y
puras. Principios que han de mantenerse con los sacrificios de la
adversidad y del triunfo, ya que interpretamos el Poder como un
sacrificio sagrado en beneficio del pueblo y no una posición de lucro
personal.
Partiendo de esta base, exponemos sincera y humildemente que no
somos ningunas personalidades decisivas en la política y el proceso
que vive el país, aunque sí lo sean las ideas que sustentamos como
otros miles de cubanos, sino simples militantes del glorioso "26 de
Julio". No obstante, en el orden particular nos interesa aclarar que
si por necesidad caemos los dos en la lucha, que Jamás nuestras tumbas
han de servir de pedestal a demagogo alguno en beneficio personal y en
el orden general, exponemos que nuestros nombres solo podrán
invocarlos aquellos que decididamente hoy luchen por nuestras mismas
ideas, ideas demasiado conocidas por todos aquellos que nos han
tratado y que desgraciadamente por los motivos explicados no podemos
dejar constancia escrita en este escueto Testamento Político, pero que
podemos sintetizar con las siguientes palabras: Un gobierno de
Liberación Nacional como actualmente es interpretado por el Partido de
los obreros cubanos y en un mañana no muy lejano, por ideas más
avanzadas todavía en lo económico y social, en la forma gradual que
requieran los procesos de los pueblos.
No obstante la sencillez de este documento, representa honradamente
nuestros pensamientos sobre tema tan trascendental como lo es sin
duda, el ideal que mueve a los hombres hacia las grandes empresas de
sacrificios y de lucha. Si en medio de los combates, el tiempo nos
permite irlo complementando, así lo haremos [. . .
En aquella ocasión, Raúl comenta irónico a su hermana Emma que no
saben si la Revolución triunfará y si van a sobrevivir. Pero si
triunfan, llevarán adelante la Reforma Agraria y debe olvidarse de
regresar. Raúl no olvida entonces el compromiso moral contraído con su
compañero José Luis Tasende, caído en el Moncada, y añade que si
muere, su parte de la herencia se la den a Temita Tasende.
Luego de enterrar en el jardín al fondo de la casa algunos
documentos que pueden resultar comprometedores, Raúl da las últimas
orientaciones, entre otras que luego de la partida todos deben
concentrarse en el lugar durante una semana, esperando noticias. Esas
mismas orientaciones ya se las ha dado a Eva y Graciela Jiménez.
Cerca de la 1:00 de la tarde, Raúl baja con sus hermanas por la
escalera exterior hasta la puerta de la residencia del Pedregal de San
Ángel. Lleva en su mano derecha la maletica que le preparó Lidia.
Parte con sus compañeros hacia la casa de la calle Génova 14, donde lo
aguarda un grupo de combatientes que se apresta a partir. Allí entran
al garaje y cambian el auto que traen por un Buick, según acordaran,
para evitar el chequeo de la policía.
Momentos después, arriban a la casa de Génova 14 el ingeniero
Alfonso Gutiérrez, Fofó, y su esposa Orquídea Pino, luego de
cumplir la encomienda dada por Fidel la noche anterior de comprar
algunos abastecimientos. Esa mañana se levantaron temprano, fueron al
mercado y, entre otras cosas, traen chocolate, leche en polvo y
algunos jamones serranos. Fofó Gutiérrez también tuvo la
responsabilidad de arrendar a su nombre cerca de cinco automóviles,
que parten esa mañana con varios combatientes.
En horas del mediodía de aquel sábado 24 de noviembre, salen en un
auto de la capital mexicana Alfonso Gutiérrez, Fofó, y su
esposa Orquídea Pino, conduciendo a Juan Almeida y Universo Sánchez.
En otro auto viajan Oscar Rodríguez, Calixto Morales, Mario Hidalgo y
Rolando Santana, provenientes de Insurgentes 5. Los acompaña Raúl
Pino, el hijo de Onelio.
Por último, parte el grupo integrado por Raúl Castro, René
Rodríguez, Fernando Sanche-Amaya y Horacio Rodríguez, quien conduce,
Momentos después, según afirma Sanche-Amaya, recogen a Ciro Redondo
cerca del Monumento de la Raza y continúan camino.
Los vehículos se dirigen hacia la parte norte de la capital
mexicana. Toman la avenida Insurgentes hacia los Indios Verdes y
rebasan los límites del Distrito Federal. Pasan veloces los suburbios
y pequeños poblados de chozas de adobe, entre otros el de Tizayuca,
guardando una prudente distancia unos de otros. Ascienden luego por la
carretera hasta llegar a la ciudad de Pachuca, capital del estado de
Hidalgo. Algunos se detienen y comen algún bocado, para después seguir
camino. Luego ascienden por una estrecha carretera entre montañas,
bajo una fina lluvia y un intenso frío.
También en horas de ese mediodía, el grupo integrado por Héctor
Aldama, Marta Eugenia López y Diego García Febles se apresta a salir
de la capital mexicana rumbo a Poza Rica. En el apartamento de Jalapa
68 dejan a su compañero Francisco González Rodríguez, el Cocinero,
quien recién regresó de Veracruz y se encuentra enfermo.
Aldama y sus compañeros se dirigen a la Plaza de la Constitución,
para tomar el ómnibus en el que deben trasladarse hacia Poza Rica. A
ellos se une en último momento Gustavo Arcos, acompañado de Herminio
Díaz García, recién venido de Costa Rica e involucrado a última hora
en la expedición, a pesar de estar muy vinculado a organizaciones
insurreccionalistas auténticas. De El Zócalo salen unos ómnibus
para Pachuca que deben abordar y luego hacer un trasbordo para
continuar viaje. Pero cuando Aldama les informa de la partida,
Herminio quiere llamar por teléfono a su mujer para avisarle y Aldama
se niega. Discuten y Gustavo incluso Intenta interceder. Por último,
Herminio se convence de no hacerlo. Y toman el ómnibus. Pero durante
el viaje, este mantiene una extraña actitud y no habla en todo el
camino, hasta que durante una breve parada en la ciudad de Pachuca
para hacer el trasbordo, Herminio Díaz decide desertar llevándose el
maletín de Marta Eugenia. La situación se torna difícil para el grupo,
pues el desertor ya conoce la ruta que llevan hacia Poza Rica.
Mientras, continúan concentrados en el motel Mi Ranchito, en
Xicotepec de Juárez, numerosos combatientes aguardando la señal de
partida. En horas tempranas de la mañana, Fidel Castro da
instrucciones a Jimmy Hirzel y Enrique Cámara para que salgan
en un auto hacia Tuxpan y luego Tecolutla, vean las condiciones en que
se encuentran los preparativos para la partida y aprovechen para
conocer el parte meteorológico de ese día. Después, se encontrarán en
un punto entre Poza Rica y Tuxpan.
Cuando Hirzel y Cámara arriban al pueblito de Santiago de la Peña,
en la margen izquierda del río Tuxpan, avanzan por una calle muy mala,
con muchos baches, hasta llegar finalmente a un lateral de la casa.
Entonces ven por el río venir a Chuchú Reyes con el yate, quien
les comunica le informen a Fidel que ya está listo el barco.
Aquella mañana, Chuchú Reyes detiene el yate Granma al Iado
de la casa de Santiago de la Peña y Carlos Bermúdez ve por primera vez
la embarcación que ayuda incluso a atracar. Comprende entonces que la
partida es inminente. Antes de volver a salir en un botecito,
Chuchú le insiste a los mecánicos en que no dejen las herramientas
a bordo. La premura no permite que se realicen todos los arreglos que
requiere la embarcación, aun cuando algunos son de suma importancia.
Luego de cumplida la primera parte de la misión, Jimmy
Hirzel y Enrique Cámara se dirigen a la ciudad de Poza Rica y después
se trasladan al balneario de Tecolutla, donde se encuentran alojados
en varios hoteles los combatientes llegados de Veracruz y Xalapa
conducidos por Ñico López. También se ponen al tanto del parte
meteorológico, que anuncia mal tiempo.
En las primeras horas de la tarde de aquel sábado 24, luego de
viajar toda la noche y parte del día, comienzan a arribar a la pequeña
ciudad de Poza Rica los primeros grupos de combatientes que partieran
la madrugada anterior en distintos autos desde Ciudad México. El olor
a petróleo que impregna la atmósfera y el oleoducto que bordea la
carretera anuncian la cercanía. En la medida en que se aproximan se
divisan infinidad de torres de perforación que ofrecen un singular
espectáculo.
Por aquel entonces Poza Rica es una pintoresca ciudad petrolera de
aspecto norteamericano, nacida en el desierto apenas unos años antes,
con calles muy anchas y rectas. Abundan los hoteles y hay gran
actividad comercial, por lo que la presencia de los cubanos que
arriban no despierta la menor sospecha.
Fidel Castro se ha trasladado a Poza Rica e inspecciona los hoteles
donde se alojan los combatientes, entre estos el Fénix y el Aurora.
Aquella propia tarde se encuentra con Melba Hernández, Jesús Montané y
Rolando Moya, que poco antes arribaran en un auto y a quienes señala
el recorrido hacia Tuxpan, advirtiéndoles que Orquídea Pino y su
esposo pasarán por allí para unirse a ellos.
Poco después, se encuentra con Reinaldo Benítez y su esposa Piedad
Solís, quienes permanecen alojados desde la tarde anterior en una
habitación del hotel Aurora. Fidel viste ropas de magnate petrolero,
con un sombrero tejano, y luego de recoger las dos maletas con armas
que trajeran, les da las últimas instrucciones: "No se muevan de aquí,
que luego los vendrán a buscar".
No hay otra salida que la Revolución
(1)
"Si salgo, llego; si llego, entro; si entro,
triunfo" (2)
Comienza la hora de partir hacia Cuba
(3)
Una empresa donde
difícilmente se pueda regresar (5)