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No hay otra salida que la Revolución
Hace 50 años, la semana antes de la partida en el yate Granma, el
Movimiento 26 de Julio en México afronta serias dificultades. Una
llamada telefónica urgente informa aquella tarde del sábado 17 de
noviembre que agentes de la Dirección Federal de Seguridad allanaron
la casa marcada con el número 712 en la calle Sierra Nevada, Lomas de
Chapultepec, donde son detenidos Pedro Miret y Enio Leyva, así como la
colindante 714, donde reside la periodista cubana Teresa Casuso y se
guardan importantes lotes de armas, que son ocupadas.
Otro golpe recibe el Movimiento en la capital mexicana, poco tiempo
después cuando agentes de la Dirección Federal de Seguridad se
presentan en el apartamento de la Calle Comitán 22, donde reside desde
hace algún tiempo el combatiente Arturo Chaumont y que en esos
momentos está desocupado. Con una llave que piden al encargado del
edificio, agentes penetran al apartamento y van directamente al lugar
donde se hallan escondidas las armas, ocupándolas.
Granma, publicará a partir de hoy y hasta el sábado 25, algunos
hechos de esa agitada semana de aquel grupo revolucionario empeñado en
cumplir la promesa con el pueblo de Cuba: en 1956, seremos libres o
mártires.
(Tomado del libro La palabra empeñada)
Heberto Norman Acosta
Investigador histórico Oficina de Publicaciones del Consejo de Estado
La mañana del lunes 19 de noviembre de 1956, en la base aérea de
San Antonio de los Baños, el presidente Fulgencio Batista recibe del
embajador yanki los cuatro aviones de reacción T-33, ante una numerosa
comitiva de ministros y periodistas. Varios miembros de la misión
militar de los Estados Unidos también participan, entre otros el jefe
de la Misión, coronel Harold S. Isaacson, y el jefe de la misión
aérea, coronel Leonard S. Dysinger. Luego de un breve discurso del
embajador yanki, justificando la entrega de acuerdo al Plan de Ayuda
Mutua suscrito entre ambos gobiernos, el tirano Batista hace uso de la
palabra, agradeciendo servil la oportuna ayuda norteamericana.
Ese propio lunes 19 de noviembre, el periódico Alerta, cuyo
director es el ministro de Comunicaciones del régimen, Ramón
Vasconcelos, publica en primera página con el título: DECLARACIONES DE
FIDEL CASTRO. PRESTO A DEPONER SU ACTUAL ACTITUD, la entrevista que su
enviado especial Benjamín de la Vega hiciera al máximo líder del
Movimiento 26 de Julio, con una amplia constancia gráfica del
fotógrafo David Heneidi. Cumpliendo la petición hecha por Fidel de no
situar el reportaje en territorio mexicano, el periodista matiza casi
con ribetes novelescos su encuentro con el líder revolucionario según
el cual, luego de tres días de intensa búsqueda en la capital
mexicana, al fin pudo hacer contacto con tres jefes de grupos
revolucionarios, quienes lo condujeron a un improvisado campo de
aterrizaje, donde tomaron una pequeña avioneta de cuatro plazas y tras
un accidentado viaje arriban cerca de la costa mexicana de Chetumel,
en el estado de Quintana Roo. Allí toman un vehículo hasta el litoral
y luego un viejo velero, que después de cuatro horas de viaje los
lleva a un caserío marino, en una de cuyas casas aguarda por la
llegada del líder revolucionario.
Desde sus comienzos, la entrevista se centra en torno al consabido
tema de la conspiración trujillista contra Cuba y la actitud diáfana y
terminante que al respecto proclamara el Movimiento 26 de Julio:
Resulta repugnante la contumacia con que los voceros de la
dictadura se afanan en mencionar nuestro nombre junto al del déspota
dominicano. Eso demuestra la impotencia, la falta de argumentos y de
razones para combatirnos. Cuando el régimen tiene que acudir a la
mentira simple y descaradamente y atrincherarse en ella porque carece
de otros fundamentos para sostenerse, es señal de que está en sus días
postreros.
Luego de refutar algunas acusaciones absurdas, entre ellas el envío
de algunos miembros del Movimiento a Ciudad Trujillo para
entrevistarse con el sátrapa dominicano y hasta el fusilamiento de
Pedro Miret en la capital mexicana, anuncia Fidel que presentará por
primera vez pruebas fidedignas e irrebatibles contra la conspiración
trujillista, pero solo se limitará a mostrárselas y permitirle una
fotografía de conjunto, pues las ha prometido a la revista Bohemia, y
por consideración y gratitud con su director, Miguel Ángel Quevedo, no
podrá revelar el contenido de dichas pruebas a otro órgano. No
obstante, informa que Trujillo está reclutando un ejército de
gángsteres, aventureros y mercenarios, que reciben un intenso
entrenamiento con toda clase de armas en República Dominicana,
dirigidos por Policarpo Soler, Jesús González Cartas, Cándido de la
Torre y otros, de acuerdo con los documentos capturados recientemente
a agentes trujillistas en la capital mexicana.
Fidel
intercambia opiniones con Pedro Miret sobre los preparativos de la
expedición.
En cuanto al probable acuerdo de Prío con Trujillo, el líder
revolucionario considera falsa dicha versión, aunque expresa en un
sutil emplazamiento, que no es él quien debe responder a esas
imputaciones, sino el propio Prío. Respecto a la disposición del
Movimiento 26 de Julio a aceptar una solución, en vista de la amenaza
trujillista, responde:
El Movimiento 26 de Julio ha sustentado su postura sobre el hecho
real demostrado durante casi cinco años de que en Cuba no hay otra
salida que la Revolución. Si se lograra un acuerdo de Unidad Nacional,
sobre la base de una solución decorosa de la crisis interna, tan
necesaria hoy frente al peligro extraño, nuestro Movimiento estaría
dispuesto a deponer su actitud insurreccional.
En dicha entrevista, Fidel admite la posibilidad de un acuerdo,
pero con sólidas premisas que deben cumplirse previamente, las mismas
enumeradas el 28 de octubre anterior, en su artículo La Patria y la
Revolución en peligro, que no fueron publicadas. Como es de suponer,
tales condiciones no resultan del agrado del régimen, que no está
dispuesto a ceder a uno solo de los planteamientos. Por otra parte,
proclama Fidel lo indispensable de la integración de un nuevo gobierno
en dicha coyuntura, aunque conoce que es imposible la mencionada
Unidad Nacional bajo la tiranía, pues la amenaza trujillista es tomada
por Batista como pretexto para frustrar la Revolución y perpetuarse en
el poder:
El Movimiento 26 de Julio no está pidiendo el poder para sí, no
aceptaría siquiera la menor participación en ese Gobierno de Unidad
Nacional; pide solo que se devuelvan los derechos que perdió el pueblo
el 10 de marzo, porque la gran verdad es que desde aquel instante el
país está profundamente dividido y no ha habido paz un solo minuto.
A continuación, el líder revolucionario vuelve sobre el tema de la
integración de un nuevo gobierno de Unidad Nacional, y ratifica:
Nuestros hombres se comprometen formalmente a no aceptar ningún
cargo electoral. Permaneceríamos como fuerza organizada vigilando el
curso de los acontecimientos. Y si el país arriba felizmente a una
nueva etapa democrática y constitucional, nos sentiríamos más
que satisfechos de haber contribuido a redimir a la Patria sin sangre.
Y para que no quede duda alguna sobre el resultado de la gestión y
de su incapacidad para dilatar siquiera el cumplimiento del compromiso
contraído ante el pueblo, Fidel concluye en un verdadero ultimátum de
rendición incondicional de Batista y sus seguidores:
Si en un plazo de dos semanas a partir de la publicación de esta
entrevista no hay solución nacional, el Movimiento 26 de Julio quedará
en libertad de iniciar en cualquier instante la lucha revolucionaria
como única fórmula salvadora. Ratificamos plenamente la promesa de
1956. Pero aún en esas circunstancias, declaramos que si en medio de
la lucha, elementos trujillistas invaden a Cuba, estamos dispuestos a
hacer una tregua y volver nuestras armas contra los enemigos de la
Patria.
Aquel 19 de noviembre, en las oficinas de la Dirección Federal de
Seguridad en la capital mexicana, se confeccionan las fichas de
identificación y son tomadas las huellas dactilares de los
revolucionarios cubanos Pedro Miret Prieto y Enio Leyva Fuentes,
acusados de tramar una conspiración contra el gobierno de Cuba, así
como la de la periodista Teresa Casuso Morín, por contrabando de
armas.

Como este, el campamento Santa Rosa, la Policía Federal de México
allanó varios sitios de los futuros expedicionarios
Por esta fecha, Mario Hidalgo recibe la visita en el apartamento de
Callejón Sombrerero 9 de Raúl Castro, Ramiro Valdés y Horacio
Rodríguez. Luego de conversar, Raúl le orientó que se preparara para
trasladarse cuanto antes hacia cierto lugar, para lo cual le traerá el
pasaje, una pistola, un par de botas y una maleta que debe llevar, sin
ofrecer más detalles. Pero, a última hora, dicha orden es revocada.
Regresa Horacio Rodríguez informándole que Arturo Chaumont va en su
lugar y allí quedó la cosa. En efecto, Chaumont es trasladado por
entonces a Veracruz y permanece en la casa campamento de Simón Bolívar
502 hasta el momento de la partida.
En medio de los intensos trajines conspirativos, por esta fecha
arriba a Ciudad México el dirigente comunista Flavio Bravo Pardo, con
la finalidad de entrevistarse con Fidel Castro. Al parecer, ya unas
semanas antes Osvaldo Sánchez Cabrera lo había hecho con similares
propósitos. Por casualidad, Jesús Montané lo encuentra en la avenida
Madero y propicia el encuentro. Cumpliendo un acuerdo del ejecutivo
del Partido Socialista Popular, en aquella ocasión Flavio Bravo le
expresa a Fidel la idea de posponer su regreso a Cuba, ya que
considera que la situación interna del país, tanto objetiva como
subjetiva, es desfavorable a una insurrección armada y puede estar
condenada al fracaso. A su vez, propone a Fidel redactar una carta
abierta a todos los partidos políticos y al pueblo en general,
llamando a la unidad de la oposición, exigiendo una convocatoria a
elecciones generales con garantías para todos, como último intento de
hallar una solución pacífica, pues la segura negativa de Batista a
esta proposición justificará ante la opinión pública el inicio de la
insurrección. Por otra parte, considera el PSP que si se hace
coincidir el desembarco con una poderosa huelga azucarera, se
incrementarán las posibilidades de éxito. Pero la huelga azucarera
solo podrá tener lugar después de comenzada la zafra, en el mes de
enero, y por ello propone posponer la fecha de la expedición.
En aquella ocasión, Fidel responde que, aunque comprende los
argumentos expuestos por Flavio Bravo, no tiene a esas alturas otra
alternativa que regresar a Cuba en la fecha anunciada, tal y como
prometiera al pueblo, pues las últimas detenciones de sus compañeros y
la ocupación de numerosas armas los han obligado a pasar a la
clandestinidad, en esos momentos están sometidos a una intensa
persecución y, en caso de posponer la salida, se corre el riesgo de
perderlo todo. Le reitera Fidel su esperanza de que a su llegada a
suelo cubano, sucederán numerosos levantamientos en todo el país y,
aunque queda muy poco tiempo, recaba del Partido su cooperación.
Al despedirse, Fidel Castro recomienda al enviado del PSP que
regrese a La Habana en vuelo directo, sin utilizar la compleja vía
clandestina que lo llevara a México, con tal de darle a conocer cuanto
antes a la dirección del Partido su decisión de no cambiar los planes
y al arribo de la expedición extender la lucha a todo el país.
Mientras tanto, los combatientes que se encuentran en el lejano
rancho de Abasolo, en Tamaulipas, continúan el intenso entrenamiento.
Con fusiles de palo y piedras haciendo las veces de granadas, deben
arrastrarse, tirarse de cabeza y disparar. Comúnmente el entrenamiento
termina con el asalto final a la posición enemiga, la cual siempre
lleva la peor parte.
Concluidas las prácticas, algunos combatientes emplean sus horas de
descanso, por la tarde, en bañarse o pescar en el río, otros juegan
béisbol. Uno de los más entusiastas es Camilo Cienfuegos, quien
organiza los equipos y a cada rato forman una bronca, discutiendo si
el lanzamiento es strike o bola. A menudo, algunos combatientes salen
de noche a cazar por las serranías cercanas, donde abundan el jabalí,
el venado, el conejo, el gato montés, el tejón, el coyote, el
tigrillo, además de una enorme variedad de aves, como el guajalote, la
paloma y la codorniz. Pero los resultados nunca son los esperados.
Mientras se realizan las guardias nocturnas, casi todos los
combatientes se reúnen en torno a las fogatas y escuchan cantar a José
Ramón Ponce y Luis Arcos, que todos los días interpreta Sieteleguas
y otras canciones mexicanas con mucha voz, aunque completamente
desafinado.
Por esta fecha, Fidel Castro visita por última ocasión el rancho
María de los Ángeles, donde le informan del descontento de varios
combatientes en cuanto a la reducida ración de comida que se les
ofrece, lo cual es causa de algunas indisciplinas. De inmediato, Fidel
reúne a todos a la orilla del río y les habla de la dura y larga lucha
que les espera, donde la mayor parte de ellos quedará en el camino.
Por último, plantea que los compañeros que no quieran continuar pueden
irse, pero que por lo menos permitan a los dispuestos a sacrificarse
seguir luchando por la libertad de Cuba. Luego de las palabras de
Fidel un silencio de respeto y emoción se impone por unos minutos en
el grupo.
Aquella mañana, después de conversar un rato con los combatientes,
Fidel dispone explotar algunos cartuchos de dinamita en un recodo del
río Soto la Marina que atraviesa el rancho, lo que proporcionará buena
cantidad de pescado para reforzar la ración de los combatientes, un
poco escasa por entonces. La tarea es encomendada a Andrés Luján y
Manuel Echevarría, quienes luego de amarrar los cartuchos a una piedra
y prender la mecha, los lanzan a la profundidad del río donde se ven
unos peces grandes. Cuando aquella carga explotó, se produjo un
surtidor de agua tan grande que conmovió todos los alrededores y
comenzaron a flotar infinidad de peces, algunos incluso que los
propios pobladores del lugar no conocían.
Las aguas del río Soto la Marina eran abundantes en varias
especies, entre ellas la trucha, la carpa, la perca negra, el bagre y
el camanuchil barbudo, algunas desconocidas por los cubanos. Los
combatientes llenan casi dos sacos de pescado. También emergen unas
jicoteas grandísimas, que varios compañeros capturan cuando andan
medio atontadas en la orilla. Aquel día, los combatientes cocinan un
arroz con jicotea cuya carne queda tan dura que casi no puede comerse.
Durante todo este periodo, un aproximado de 45 combatientes pasan
por el rancho María de los Ángeles, de Abasolo, aunque solo 34
estuvieron de forma permanente, pues el resto solo lo hizo por poco
tiempo.
Antes de partir, Fidel dispone el regreso de Walfrido Moreno a
Ciudad México, debido a afrontar algunas dificultades en el
adiestramiento. Faustino Pérez le dio algún dinero y con un guía sale
a Ciudad Victoria. A su llegada a la capital mexicana, Walfrido se
dirige a la casa de Cuzco 643, colonia Lindavista, donde permanece
hasta finales de noviembre.
Ya por entonces, Fidel Castro considera oportuno mostrar a Faustino
Pérez, quien funge como responsable del rancho, la ruta por donde debe
conducir a los combatientes hasta el lugar de la partida y mostrarle
el barco. Una tarde salen del rancho, acompañados por Cándido
González, pasan la noche en el motel El Peñón, en Ciudad Victoria,
para luego continuar viaje. Fidel orienta a Faustino en aquella
ocasión que se alojen en distintos hoteles en Ciudad Victoria y en
Tampico, tratando de comunicarse entre sí.
Finalmente llegan al puerto de Tuxpan, donde está fondeado el yate
Granma aún en los arreglos finales. Toman un botecito para acercarse y
Fidel señaló el barco. Faustino no puede imaginarse que se trata de
aquel yate tan pequeño. Cuando llegan y empiezan a inspeccionar los
espacios, para calcular cuántos compañeros pueden caber, Faustino
guarda en secreto su impresión y no se lo comunica a Fidel.
Después de su regreso a la capital mexicana, Fidel logra
comunicarse con el capitán Fernando Gutiérrez Barrios, jefe de control
de la Dirección Federal de Seguridad, quien le confirma la traición y
ofrece más detalles. Por aquel entonces, Gutiérrez Barrios reside en
la calle Teziutlán 30, esquina a Caxpa, en el barrio de San Lucas,
Coyoacán, y Fidel lo visita en su casa, salen a caminar y conversan en
la calle. En esa ocasión, el oficial de la Federal le comenta que los
están golpeando demasiado y que aquello no puede ser casual. En el
caso de Pedro Miret, Enio Leyva y Teté Casuso, llegó una información
muy precisa a la Federal de Seguridad de la cantidad de armas que
había y el lugar exacto donde se encontraban. En su opinión, no puede
ser otro que algún colaborador cercano a Fidel que está dando
información a la embajada cubana y esta pasa los datos a la policía de
Gobernación. Se trata evidentemente de una delación y aquello lo
comenta Gutiérrez Barrios con Fidel en aquel momento, que lo traiciona
una de la gente suya, porque de otra manera no se puede saber.
De esa manera, van precisándose aún más los detalles de la
traición. Resulta evidente que un delator hizo posible la captura de
una parte de las armas, pero afortunadamente Fidel pudo obtener
informes de inteligencia, llegando a conocer qué había ocurrido e
incluso hasta los datos que poseía Batista. El negocio ascendía a 25
000 dólares. Pero, por desconfianza mutua, acordaron que el traidor
entregara una parte de las armas y por esta primera entrega recibió 5
000 dólares. Después, si informaba el resto de lo que sabía, recibiría
los 20 000 dólares restantes. La próxima semana entregaría la otra
parte y con ella el barco, que era lo más importante.
Sin embargo, Fidel y sus compañeros no conocerán con certeza y
suficientes pruebas quién fue el traidor que puso en peligro todo
aquel esfuerzo, hasta años después que se supo por confesión propia
del delator Rafael del Pino (*).
(*) Rafael del Pino había desertado unos días antes del campamento
de Abasolo. Traicionó la confianza de Fidel, quien desde años atrás lo
trató con amistad e incluso participaron juntos cuando el Bogotazo de
abril de 1948. Fidel conocía bien que no operaban en Del Pino tanto
factores de tipo ideológico, como de amistad, simpatía personal y el
gusto por la acción. Se unió al Movimiento en Miami, después de
traficar con los auténticos en el envío de armas a Cuba y desde hace
algún tiempo trabajaba en Ciudad México como chofer y escolta del
líder revolucionario, por lo que llegó a conocer bastante sobre los
planes de la expedición, aunque no todo.
"Si salgo, llego; si llego,
entro; si entro, triunfo"
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