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Cuentos venezolanos
ENRIQUE ROMÁN
Rómulo
Gallegos, el gran novelista venezolano, llegó a La Habana en 1948,
depuesto por un golpe de Estado de la Presidencia de la República
para la que había sido elegido un año antes. Aquí —y en México—
viviría una década de exilio que solo sería aliviado por la acogida
fraternal que encontraría en nuestro país. Alejo Carpentier, entre
1945 y 1959, desarrolló en Caracas una de sus más activas, fecundas
y polifacéticas etapas como narrador y periodista. Allí escribió
varias de sus obras definitivas.
Ambas estancias se
convirtieron en dos momentos excepcionales y simbólicos en las
relaciones culturales entre nuestros dos países. Eran, de hecho, la
continuación de otro periodo fructífero, el de José Martí en
Caracas. Venezuela no fue nunca un país lejano para la cultura
cubana. Cuba tampoco lo fue para la actividad cultural en Venezuela.
La reciente publicación
por la Editorial Arte y Literatura de la antología Cuentos venezolanos
no es, por lo tanto, un hecho inesperado sino necesario, hoy, en el
momento de mayor intensidad, coincidencia y alcance de los vínculos
entre Cuba y la Venezuela bolivariana.
El muestrario que la
antologadora Catalina Gaspar ha reunido en este tomo, abarca, en
veinticuatro cuentos y autores, una extensa gama de calidades,
técnicas y temáticas en la creación de este antiguo y exigente
género, de larga tradición en la literatura latinoamericana.
El espectro es
particularmente amplio en los temas. Desde la búsqueda estrictamente
existencial hasta la narración casi periodística de hechos y
personajes ya hoy pertenecientes a la historia reciente: desde el
relato intimista hasta el rea-lismo más directo y factual, pasando
por la aproximación, simbólica o de significados múltiples, a
realidades interiores o externas, al sueño, al absurdo, a la poesía,
a la vida diaria, o simplemente al humor.
La mayoría de los
narradores pertenecen a generaciones que han vivido en plena madurez
los acontecimientos venezolanos previos y posteriores a la Revolución
Bolivariana. Entre ellos hay figuras muy conocidas, como Luis Britto
García, Premio Casa de las Américas en 1970 por su libro de cuentos Rajatabla,
al que pertenece la narración incluida. Otros llegan a nosotros por
primera vez.
Este es, seguramente, uno
de los valores principales de la publicación en Cuba de esta
antología, la cual, al decir de su compiladora, "aspira, en el
encuentro con sus lectores, a reescribir sus signos para hacerse otra
en cada una de las lecturas que la acojan".
Será una lectura
agradecida por nuestro público, que nos revelará auténticos
descubrimientos y, a través de ellos, el conocimiento de la vitalidad
y la riqueza de la narrativa venezolana contemporánea.
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