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Hombres blancos o sikuas se están apropiando de las tierras
pertenecientes a la reserva indígena de Talamanca, Costa Rica,
denunció Abelardo Torres, directivo de la Asociación Indígena
Bribri.
La propiedad ancestral nativa también la arrebatan en
otras partes del país como resultado de las políticas colonialistas
del Estado y la falta de aplicación de leyes aprobadas para preservar
esas propiedades, su hábitat y recursos naturales, añadió.
Durante siglos intentaron invadir nuestro territorio
los españoles, las bananeras e incluso un grupo que se denominaba
"País Global de la Paz Mundial", y ahora son foráneos que
llegan y se apropian de lotes que por ley nos pertenecen, aseguró.
El también presidente de la Asociación de Desarrollo
Indígena explicó que algunos, provenientes de países europeos u
otros del llamado primer mundo, se apoderan de terrenos para
mantenerlos baldíos y no permiten que los indígenas los cultiven.
Por otra parte, el Estado delimitó numerosas áreas
protegidas lo que priva a las familias de la comunidad de Talamanca y
de otras regiones de sitios donde levantar sus ranchos y realizar
labores agrícolas para su sostenimiento.
El dirigente indígena afirmó que el Tribunal Agrario
de Limón se desentendió de las denuncias que ellos presentaron sobre
la invasión a sus propiedades por los miembros del País Global Para
la Paz Mundial y los registrados en los últimos tiempos.
Aunque a la llegada de los españoles al país lo
habitaban numerosos pueblos indígenas, muchos de éstos fueron
exterminados por enfrentamientos, enfermedades desconocidas o por los
fuertes trabajos como esclavos, recordó Torres.
También comentó que ilegales centroamericanos, que
huyen de la pobreza en sus países de origen, se establecen en el
lugar y aplican sistemas de cultivo contrarios a la tradición
aborigen.
Urgidos por la necesidad de alimentar a sus familias y
sin recursos para aplicar novedosas técnicas favorables a la
preservación de los suelos, cultivan plátano con el empleo de
agroquímicos y fertilizantes nocivos, explicó.
Todos ellos violan la relación armónica de los
hombres con el ambiente, reguladas por el Convenio 169 de la
Organización Internacional del Trabajo, la Ley de Biodiversidad, de
la Ley General del Ambiente y otras.