Memorable epopeya en Venezuela
Un millón 500 000 personas aprendieron a leer y a escribir
Dedican la
declaración del país como Territorio Libre de Analfabetismo al
sabio Simón Rodríguez. Este 28 de octubre no será, en lo
adelante, una fecha más
VENTURA DE JESÚS y
RICARDO LÓPEZ HEVIA (fotos)
A Endomar Shasín
todavía le parece inconcebible. Para el humilde anciano la
posibilidad de aprender a leer y a escribir a los 70 años de edad
ya no tenía espacio en sus pronósticos.
El agradecimiento a facilitadores y maestros se expresa hasta en la mirada.
Pero Endomar no se
avergonzó por asistir a la escuela teniendo tan avanzada edad. "Hacer
lo bueno nunca me apenó, y mucho menos si se trata de mi
prosperidad. Por eso cuando me enteré de que se iban a abrir las
aulas fui de los primeros en dar el paso al frente. Me dije:
Shasín, ve a estudiar que ya has esperado bastante".
Todavía a estas alturas
le duele su pasado. "Mi familia era extremadamente pobre y para
colmo de desgracia fui huérfano de madre y padre a los seis años.
A la única miserable escuelita que había en la zona iban solo unos
pocos, hijos de gente con algunos recursos.
"Mucha
gente en mi país no supo lo que era una escuela. Nosotros, la
mayoría, nos sentíamos humillados, pegados a la pared, en la
oscuridad absoluta. Nos engañaban fácilmente. Apenas podíamos
valorar el precio de nuestro trabajo."
Eso fue así, dice
Shasín, hasta que llegó Chávez. "Es muy bueno lo que hace por
nosotros los pobres, quienes nunca tuvimos derecho a nada. Por lo
pronto me siento orgulloso de saber leer y escribir".
CULTOS PARA SER
LIBRES
Al igual que Shasín,
miles y miles de personas en Venezuela debieron sentirse afortunadas
cuando Hugo Chávez anunció al mundo la Campaña de
Alfabetización. Aunque la gente estaba bastante endurecida como
resultado de las promesas hechas por presidentes anteriores, esta
vez había confianza en la honestidad y en la palabra del líder
bolivariano.
Venezolanos de todas las edades aprendieron a leer y a escribir.
Tampoco faltaron los
incrédulos, a quienes les pareció más bien una locura que una
visionaria decisión.
"Vamos
a librar esta batalla por aire, mar y tierra, y llegaremos hasta la
última persona que necesite nuestra ayuda", dijo el Jefe de Estado
con la disposición irrevocable de que para levantar la nueva Patria
era necesario no olvidar la sentencia martiana de ser cultos para
ser libres.
Estaba consciente
Chávez de que nada se identifica más con la desgracia que un
analfabeto, que no puede haber libertad en un iletrado.
Estas remembranzas
vienen una y otra vez a la memoria de Javier Labrada Rosabal,
coordinador de la Misión Educativa y mentor de los educadores
cubanos en el hermano país.
En su experiencia
personal se sintetiza en buena medida lo ocurrido aquí a lo largo
de estos 27 meses. Javier carga parte de las historias humanas en
torno a esta batalla contra el flagelo de la ignorancia.
Al evaluar el alcance
del acontecimiento, comenta que el hecho es grandioso en sí mismo,
pero dice mucho más cuando se recuerda qué era la Educación antes
de que el Presidente Chávez y su pueblo eligieran el camino de las
Misiones Robinson, Ribas y Sucre.
Todos los rincones del país sirvieron de escenario propicio para la batalla. Las comunidades indígenas la acogieron con júbilo.
Las cifras espantan.
Explica que en 1998 la tasa de escolaridad promedio era del 59%, 1
500 000 personas eran analfabetas; más de dos millones no habían
culminado el sexto grado, y cerca de dos millones no tenían
posibilidad de completar la educación media. Por otra parte, para
unos 500 000 bachilleres no existía cupo en la Educación Superior.
Nadie debe olvidarse de
esa historia, subraya Javier, para luego exponer que en algo más de
dos años la nación erradicó el analfabetismo mediante el método
cubano Yo, sí puedo, con una creativa adaptación a la
realidad y a las necesidades del país.
Agrega que desde el
inicio mismo del Plan Piloto la experiencia comenzó a marcar a toda
la nación.
"Fue
ejemplar la interrelación de la unidad cívico-militar y los
organizadores de la Misión Robinson. Cientos de miles de militares,
jóvenes, amas de casa y venezolanos de todas las edades entregaron
sus mejores posibilidades de enseñar sin ser maestros.
"En
sus confesiones los participantes reconocían que estaban saliendo
de las tinieblas y que la enseñanza era como milagrosa. Terminado
el ciclo de 65 clases, las estadísticas parciales probaron la
viabilidad del método y fue demostrado que sí se podía. Luego se
llegó a lomo de mula, lanchas y helicópteros hasta la última
persona interesada en aprender."
Con gran alborozo
comenzó así, el primero de julio del 2003, la memorable batalla
que ha sido la alfabetización por los cerros, llanos, deltas y las
grandes sabanas bolivarianas. Un ejército de facilitadores y
supervisores se diseminó por los más apartados lugares de la
amplia geografía.
Entre los muchos
sucesos, anécdotas y vivencias resultado de esta cruzada contra la
ignorancia, Javier subraya el esfuerzo que fue necesario hacer para
alfabetizar a más de 70 000 indígenas en 26 dialectos. Como prueba
de la contextualización del método y el respeto a las culturas
autóctonas, fueron impresas cartillas en lenguaje Jivi, Yekuana,
Guarao y Kariña. Casi el 65% de estos aborígenes continuó
estudios en la Misión Robinson II.
Esto por sí solo, dice,
bastaría para dar la dimensión de ese gran sueño ya convertido en
realidad.
A menudo, Javier evoca
las palabras del Comandante en Jefe Fidel Castro en una carta
enviada hace más de dos años al Presidente Hugo Chávez. "Te
felicito de modo especial un día como hoy por la inmensa sabiduría
y el coraje de iniciar la batalla por sacar de las tinieblas a
millones de hombres. Venezuela puede alcanzar en 10 ó 15 años lo
que Cuba ha tardado 44 años en lograr. Tu esfuerzo y sus resultados
impactarán al hemisferio y al mundo. Muchos otros países imitarán
el ejemplo de Venezuela. Será el mayor favor que tú y la Patria de
Bolívar podrán aportar al mundo".
Para otros animadores de
la Misión, La Campaña de Alfabetización dejó muchas huellas a su
paso. Son incontables los escollos sorteados y los incidentes que
fue preciso enfrentar en el camino. Para Maritza Mota, una
venezolana coordinadora en la Parroquia 23 de Enero, uno de los
grandes méritos fue la distribución gratuita de centenares de
espejuelos a quienes tenían dificultades en la vista.
"Te
encontrabas con quienes tenían muchos deseos de aprender pero ya no
podían leer las letras en el pizarrón. Les faltaba la vista y el
dinero para comprarse los lentes."
Menciona además la
posibilidad de muchos miles de jóvenes de recibirse de bachilleres,
personas que andaban como perdidas por el mundo sin trabajo y sin
perspectiva de terminar los estudios. Se abrió también, comenta,
la oportunidad real de ingresar a la Educación Superior a un
número nada despreciable de venezolanos a través de la Misión
Sucre. Era la contraposición a la Universidad tradicional,
encerrada, elitista, reproductora del poder de las minorías.
Por eso está convencida
de que este 28 de octubre no será una fecha más para Venezuela.
Constituirá un día memorable que deben celebrar a partir de ahora,
como el mejor honor al sabio Simón Rodríguez, maestro caraqueño
preceptor de Simón Bolívar.
SE PUEDE, CLARO QUE
SE PUEDE
El tiempo confirmó la
validez de lo que parecía más bien un sueño de Leonela Relys, la
pedagoga cubana que contribuyó a gestar el método Yo, sí
puedo. Hoy debe estremecerse de un escalofrío afortunado al ver
florecer una obra tan noble, que ya incluso se expande por el mundo.
Ella conservará
recuerdos imborrables de su presencia en la Patria de Bolívar,
donde fue depositaria de mensajes libertadores para centenares de
miles de personas excluidas, gente pobre perdida en la ineptitud.
Al llegar al hermano
país tenía a su favor algo más que confianza en el método.
Había sido brigadista alfabetizadora en las montañas cubanas. Era
el apoyo de su seguridad de que se podía aprender a leer y a
escribir en solo 65 clases, a partir de la utilización de los
medios audiovisuales, con el auxilio de una cartilla y de un
facilitador.
Debe ser hoy muy feliz
al saber que casi un millón y medio de venezolanos agradece
profundamente que al fin fueran tomados en cuenta como personas.
¿Cuántas historias no
habrá escuchado Leonela de los protagonistas de esta sorprendente
epopeya? Pues entonces en nada le parecerá exagerado lo que dijo el
viejo Shasín: "La Alfabetización resucitó en mí al hombre que
estaba muerto hacía muchos años". |