Hollywood y la autocensura

ROLANDO PÉREZ BETANCOURT
rolando.pb@granma.cip.cu 

Aunque en apariencia pudiera pensarse que a lo largo de su historia Hollywood lo ha abordado "todo", la autocensura no ha dejado de doblarle las rodillas en más de una ocasión.

James Woods en el filme The Rudy Giuliani Story, de Robert Domhelm.

Entre las recordadas se encuentra la correspondiente a los años de la depresión iniciada en aquel fatídico octubre de 1929. Controlada en lo político por conservadores de corte puritano y en lo económico por banqueros de abultados vientres, el cine de entonces evadió en gran medida los temas sociales que aplastaban al hombre norteamericano.

Habría que esperar hasta 1940 en que Las viñas de la ira, novela de John Steinbeck, fuera llevada a las pantallas por John Ford, para tener una radiografía efectiva de lo que había significado el crash de la Bolsa de Nueva York. Los musicales (aprovechando la llegada del sonoro), el cine de terror y el policíaco dominaron entonces los intereses de la pantalla en una perfecta jugada de evasión, que a la larga resultaría beneficiosa para el cine por todo lo que aportarían esos tres géneros durante la década del treinta.

En estos días, el asunto de la autocensura de Hollywood reflorece ante la decisión de realizar tres grandes películas sobre los atentados del 11 de septiembre del 2001, luego de que la gran industria, si bien ha colaborado en temas indirectos enfilados a levantar la moralina patriótica, tomó distancia en cuanto a invertir grandes sumas en el tratamiento de uno de los capítulos más sensibles de la historia estadounidense.

La materia, sin embargo, no ha estado ausente de las pantallas, en especial en seriales para la televisión, que se han encargado de subrayar la lucha del "mundo libre" contra las oscuras fuerzas que motivadas por resortes fundamentalistas y de "baja cultura", se empeñan en amargarle la vida al norteamericano común.

También se han realizado filmes de bajo presupuesto encaminados más bien a tantear la susceptibilidad del espectador, al tiempo que se reafirman valores tales como la superioridad del modo de vida norteamericano defendido por sus heroicos veladores del sueño (un año y medio después del derribo de las Torres Gemelas se armó un filme dirigido en lo fundamental a exaltar la figura del alcalde de Nueva York, Rudolph Giuliani, interpretado por James Woods).

Los pocos argumentos de la guerra en Iraq llevados a las pantallas hasta ahora suelen darle de lado al tratamiento político del conflicto y se centran en los llamados "perfiles humanos", como es el caso del filme con la inventada historia de aquella integrante del ejército que fuera "rescatada" en una operación comando. En plena filmación se hizo público que todo había sido un truco publicitario y aunque se mantuvieron algunas mentiras en un guión anunciado como "tomado de la realidad", fue necesario efectuar cambios de "maquillajes humanos" de última hora.

A las tres películas ahora anunciadas por los grandes estudios para estar en cartelera a partir del próximo año, se suman varios seriales, estos sí realizados con todo el peso de los altos presupuestos. Uno de los temas preferidos será el vuelo 93 de United Airlines, el cuarto de los aviones secuestrados el 11/9/01, que se estrelló en Pennsylvania y todavía hoy envuelto en un velo de misterios e interrogantes, aunque los realizadores prefieren remitirse en exclusivo a la actitud heroica que se dice asumieron los pasajeros.

Según Martin Kaplan, analista de la Universidad del Sur de California, la censura del tema culminó porque Hollywood cree que los estadounidenses están preparados para enfrentarse con este triste capítulo de su historia.

Pero hay más y no lo dice el analista. Al cabo de cuatro años, la propaganda, el machaqueo político, el cotidiano gato por liebre que suelen servir muchos medios informativos y hasta aquella parrafada de Bush al calor de los atentados y luego inflada hasta el delirio, "¡este es un ataque contra la libertad!", han ayudado a conformar un sinnúmero de espectadores nada desdeñables en cifras de taquillas y madurados en la convicción patriotera de que el mundo se divide en dos: "Los americanos y los que están en contra de ellos".

Habría que preguntarse entonces si el gran Hollywood, al detectar la maduración psíquica de una nueve fuente de ingreso y romper así con su autocensura de cuatro años, estaría también dispuesto a asumir, en el plano cultural y por largo rato, el nacimiento de ese nuevo enemigo.

 

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