Adiós al trovador
SILVIO RODRÍGUEZ (*)
A Liudmila, que lo
acompañó.
A Nadia, Carolina y Antón.
El que supo cantar con
optimismo al duro día que empezaba; el entusiasmado anunciador de
que venía un batallón de mujeres con un ajustador por bandera; el
compilador de dos días ociosos del diario del Che; el que desde
detrás de su afortunada guitarra suplicaba que lo amáramos tal y
como era; el que pasará a la eternidad cantando que es un hombre de
transición; el que supo perdonar la alevosía de un beso. O, mejor:
el que bautizó a los indolentes burócratas como seres gavetas, ha
hecho un breve paréntesis para cumplir con un requisito
indispensable del ministerio natural.
Silvio Rodríguez despide al entrañable amigo. Luego, Vicente Feliú, Lázaro García, Augusto Blanca y todos los presentes entonaron conmovidos el tema de Noel, Es más, te perdono.
¿Por qué tiene que ser
tan duro ese trámite? ¿Por qué de pronto pareciera que nuestra
frágil y mínima vida no está a salvo?Á La única voz autorizada
para responder estas incógnitas es la de Noel, amorosamente alias
El Drácula, hombre armado de pétalos pintados como dientes.
Él nos deja por un
instante tan justo que no intentamos una radiografía de ciertos o
de inciertos años, sino un simulacro de despedida. Él se nos va
solo lo mínimo como para reconocer que es un fundamental
desconocido, una rica sustancia por revelar, que una vez se
autonombró trovador sin suerte.
A los cantores que
empezamos con él, a sus compañeros de Casa de las Américas, a los
del Grupo de Experimentación Sonora del ICAIC, a los del entonces
Movimiento de la Nueva Trova, junto a sus familiares y admiradores,
nos corresponde pelearnos contra la parte de injusticia que toda
mala suerte trae consigo. Para reparar esa tristeza de la Patria a
la que Noel Nicola Reyes entregó su generosa vida y sus canciones
inmortales.
(*) Palabras
pronunciadas ayer por el trovador Silvio Rodríguez en las exequias
de Noel Nicola.
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