Entrañables invitados;
Queridos compatriotas:
Esta es la conmemoración número 45
del Día glorioso de los Trabajadores, que celebramos desde el
triunfo de la Revolución.
Cosas de gran trascendencia están
ocurriendo tanto en el exterior como dentro de nuestro país.
La Revolución prosigue victoriosa
con más fuerza política y éxitos que nunca. Hemos tenido
recientes pruebas: las reuniones de Ginebra el 15 y el 22 de abril
pasarán a la historia de la diplomacia revolucionaria. Señalan el
instante en que la gran hipocresía, la mentira permanente y el
cinismo con que los dueños del mundo pretenden preservar su podrido
sistema de dominación política y económica impuesto a la
humanidad, recibieron un golpe contundente.
Nuestro país había sido sentado una
vez más en el banquillo de los acusados. La nueva administración
de Estados Unidos junto a los estados de la Unión Europea
cometieron el error de olvidar que en el extremo oriental de Cuba,
en un espacio de 117,6 kilómetros cuadrados ocupado por
la fuerza, donde está instalada la base naval de Guantánamo
―lo que ya de por sí constituye un grosero ultraje a los
derechos soberanos de un país pequeño y a las leyes
internacionales―, existía en ese mismo instante uno de los
más grotescos casos de violación de los derechos humanos que han
tenido lugar en el mundo. Nunca fuimos consultados previamente.
Simplemente se nos informó la decisión tomada por el gobierno de
Estados Unidos de trasladar a los prisioneros a esa base.
El día 11 de enero del 2002 el
gobierno de Cuba publicó una declaración en la que se exponía con
toda claridad la posición de nuestro país.
La opinión pública mundial conoce
que, después del horrible crimen cometido contra las Torres Gemelas
de Nueva York, el hecho fue condenado de forma unánime por todas
las personas conscientes del planeta.
Sin embargo, el gobierno de la
nación más poderosa de la Tierra, despreciando toda norma
relacionada con lo que el mundo conoce como principios elementales
de los derechos humanos, creó esa horrorosa prisión donde se
mantienen secuestrados cientos de ciudadanos de numerosos países
del mundo, entre ellos los de los propios aliados de Estados Unidos,
sin juicio, sin comunicación, sin identificación, sin defensa
legal, sin garantía alguna de integridad física, sin ley procesal
ni penal, y sin límite de tiempo. Pudo emplear territorio propio
para tan extraño aporte a la civilización, pero lo hizo en el
trozo de tierra que ocupa ilegalmente y por la fuerza en otro país,
Cuba, a la que acusa todos los años en Ginebra de violar los
derechos humanos.
A pesar de eso, suceden cosas
admirables en la Comisión de Derechos Humanos.
En las actuales condiciones del mundo
predomina el temor generalizado al feroz imperio, sus amenazas,
presiones y represalias de todo tipo, especialmente contra los
países más vulnerables del Tercer Mundo. Votar en Ginebra contra
una resolución elaborada e impuesta por Estados Unidos, en especial
si va dirigida contra Cuba, el país que durante casi medio siglo ha
desafiado su arrogancia y prepotencia, se convierte en un acto casi
suicida. Incluso los estados más fuertes e independientes se ven
obligados a tomar en consideración las consecuencias políticas y
económicas de su decisión.
A pesar de esos factores, como pudo
apreciarse hace breves días en Ginebra, basados en sólidos
principios unos y en un acto de singular valentía otros, 20 países
además de Cuba se opusieron a la resolución y 10 se abstuvieron
con dignidad y respeto a sí mismos. De 53 miembros de la Comisión,
sólo se habían plegado a la infamia 22 de ellos, incluido Estados
Unidos.
De América Latina, siete, entre
ellos cuatro que sufren gran pobreza social y económica, sumamente
dependientes y con gobiernos obligados a la abyección total. Nadie
los considera estados independientes. Son hasta ahora una simple
ficción.
Perú, el quinto gobierno
latinoamericano que votó con el de Estados Unidos contra Cuba,
constituye un ejemplo del grado de abyección y dependencia a que
han conducido el imperialismo y su globalización neoliberal a
muchos estados de América Latina, a los cuales arruinan
políticamente en un abrir y cerrar de ojos.
El Jefe de Estado peruano en solo
unos meses ha visto reducir su popularidad a solo el 8 por ciento.
Es absolutamente imposible enfrentar los colosales problemas
económicos y sociales que afectan a ese país con tan
insignificante apoyo. En realidad, no dirige ni puede dirigir nada.
De eso se encargan las transnacionales y los oligarcas hasta que la
sociedad estalla, como ya empieza a ocurrir en más de un país.
Restan los gobiernos de Chile y
México.
Al primero no voy a juzgarlo.
Prefiero que Salvador Allende, que cayó combatiendo y ocupa ya un
sitial de honor y gloria en la historia de este continente, y los
miles de chilenos desaparecidos, torturados y asesinados por
designios de quien elaboró y propuso la resolución para condenar a
Cuba ―donde jamás ocurrió uno solo de esos hechos u otros
similares―, y en nombre de ellos, los que portan en Chile las
nobles ideas y la aspiración de construir una sociedad
verdaderamente humana, juzguen la conducta del presidente de Chile
en Ginebra.
En México, pueblo entrañable y
hermano para todos los cubanos, el Congreso Nacional solicitó a su
Presidente abstenerse de apoyar la resolución que le demandó el
presidente Bush. Duele profundamente que tanto prestigio e
influencia ganados en América Latina y en el mundo por su
intachable política internacional, emanada de una revolución
verdadera y profunda, hayan sido convertidos en cenizas. La
solidaridad y el apoyo de América Latina para México, y de México
para América Latina, son vitales. Más de la mitad del territorio
de México le fue arrebatada por su vecino del Norte y enormes
riesgos amenazan al que le resta. Prácticamente la frontera de
Estados Unidos con México no está ya en el río Bravo del que
hablaba Martí. Estados Unidos está mucho más dentro de México.
Aquella frontera es hoy la línea de la muerte, donde alrededor de
500 mexicanos pierden la vida cada año. Todo en virtud de un brutal
y despiadado principio: libre tránsito para los capitales y las
mercancías; persecución, exclusión y muerte para los seres
humanos. Pese a ello, millones de mexicanos corrieron ese riesgo.
Hoy el país recibe más ingresos por sus remesas que por las
exportaciones de petróleo, a pesar del elevado precio actual de
este.
¿Acaso una situación tan desigual e
injusta se resolverá votando resoluciones contra Cuba en Ginebra y
acusándola de violar los derechos humanos?
Lo peor y más humillante para
México fue que las noticias relativas a su votación en Ginebra,
tanto el día 15 como el 22, eran anunciadas desde Washington.
La Unión Europea, igual que siempre,
votó en bloque, como mafia aliada y subordinada a Washington.
Estas sucias e inmorales
manifestaciones de toda la vida contra la Revolución Cubana nunca
alcanzaron éxito alguno hasta el derrumbe del campo socialista. Una
plaga de renegados, ansiosos de créditos y mercancías de la
sociedad de consumo, se sumó a la mafia de la Comunidad Europea.
Entonces lograron esos mezquinos partos en la Comisión de Derechos
Humanos: resoluciones extraídas con fórceps, en la reñida batalla
que Cuba jamás ha dejado de librar contra la comedia infame que el
imperio, sus aliados, secuaces y vasallos imponen, para obtener uno
o dos votos de ventaja frente a la oposición y la abstención del
60 por ciento de los miembros de la Comisión. A esas victorias
pírricas las califica el imperio de éxitos y condena a Cuba, a
pesar de que cada año los esfuerzos y el costo político son
mayores.
Cuando este año Cuba propuso el
envío de un representante de la Comisión para ver lo que sucedía
en la base naval de Guantánamo, cundió el pánico en la manada de
hipócritas, especialmente en los de la Comunidad Europea. Se
derrumbaba la moral. Algunos gobiernos europeos estaban realmente
avergonzados, tenían que confesar su inconsecuencia e hipocresía,
o algo imposible: desacatar al imperio. Eso era mucho para tan
augustos defensores de los derechos humanos, cuyos dardos van
dirigidos sólo a los que fueron sus colonias durante siglos, donde
eliminaron decenas de millones de indios y transportaron de África
incontables seres humanos que fueron convertidos en esclavos, con
menos libertad que los animales de trabajo. Así tratan a miles de
millones de habitantes del Tercer Mundo, víctimas del saqueo, el
intercambio desigual y la extracción de sus riquezas naturales y de
todas las divisas convertibles de las reservas de sus bancos
centrales, que son depositadas en los bancos de Estados Unidos
principalmente, o de Europa, con las cuales éstos financian
inversiones, los déficits comerciales y presupuestales y las
aventuras militares del imperio y sus aliados.
Ante la proposición cubana en
Ginebra, de nuevo Bush en persona y sus más importantes jerarcas
tuvieron que moverse frenéticamente llamando personalmente a
Presidentes y Jefes de Estado. Nadie sabe de dónde sacó tanto
tiempo, ni cómo pudo ocuparse de Iraq, de los problemas financieros
del Estado, de los banquetes para la recaudación de fondos y los
actos de la campaña electoral. Quizás no sea justo llamarlo
Führer. Tal vez es un genio.
¿Por qué Bush puede hablar de un
déficit presupuestal de 512 mil millones de dólares y otro
déficit comercial similar, un total de un millón de millones de
dólares en solo un año? Porque manipula y gasta las divisas de la
inmensa mayoría del mundo para defender esos y otros privilegios.
Se arman hasta los dientes con los más sofisticados equipos
bélicos y llevan a cabo guerras de conquista en busca de materias
primas.
La situación internacional es
compleja. La política aventurera de la actual administración ha
conducido al mundo a problemas cada vez más insolubles. El orden
económico impuesto es cada vez más insostenible.
En España ha tenido lugar un hecho
grandioso y estimulante. Fue obra extraordinaria y casi exclusiva
del pueblo español, en especial de sus jóvenes. Su heroica batalla
política de apenas 48 horas, después de la tragedia y en vísperas
de las elecciones, asestó un golpe demoledor a la pérfida maniobra
del anterior gobierno de España para manipular a su favor y en el
de los intereses belicistas de Estados Unidos la horrible acción
del 11 de marzo.
El actual gobierno ha cumplido su
promesa de retirar las tropas españolas de Iraq. Es sin dudas una
acción loable. Pero el estado español bajo el anterior gobierno
asumió la responsabilidad de reclutar a un número considerable de
jóvenes dominicanos, hondureños, salvadoreños y nicaragüenses
para ser enviados como carne de cañón a Iraq bajo el mando de la
Legión Española, caso único en la historia de este hemisferio.
España, que como antigua metrópolis de los pueblos
latinoamericanos aspira a recibir respeto y consideraciones, e
incluso a desempeñar determinado papel en América Latina y el
Caribe, tiene la responsabilidad y el deber moral de luchar por el
regreso definitivo a su patria de los jóvenes latinoamericanos que
fueron enviados a Iraq por gestiones del anterior gobierno.
Los pueblos del mundo, entre ellos el
de Cuba, no odian al pueblo de Estados Unidos ni desean la muerte de
jóvenes soldados norteamericanos, muchos de ellos negros, mestizos
y latinoamericanos, a los que la pobreza y el desempleo llevó al
oficio de las armas, y hoy son víctimas de una guerra innecesaria y
estúpida; no apoyamos en Iraq a gobierno alguno ni a determinados
sistemas políticos, que es prerrogativa exclusiva de los iraquíes;
fuimos solidarios con los que murieron en los atentados en Nueva
York o en Madrid, y condenamos tales métodos. La enorme y creciente
simpatía mundial hacia el pueblo de Iraq fue generada por los
brutales bombardeos sobre Bagdad y otras ciudades, que causaron
terror y muerte entre civiles inocentes, sin tomar para nada en
cuenta el trauma terrible que a millones de menores, adolescentes,
mujeres gestantes, madres y ancianos, los acompañará toda la vida,
sin justificación posible y a base de groseras mentiras. Esas
simpatías se multiplican, porque miles de millones de personas
tomaron conciencia de que se trataba de una guerra de conquista para
apoderarse de los recursos y las materias primas que posee el país,
porque no había justificación ni legalidad alguna, porque fueron
violadas las normas internacionales, porque la autoridad y las
prerrogativas de las Naciones Unidas fueron desacatadas.
El pueblo de Iraq lucha hoy por su
independencia, su vida, la vida de sus hijos y sus legítimos
derechos y recursos.
El gobierno de Estados Unidos
enfrenta por ello una complicada situación, porque quiso seguir la
línea de la violencia, la guerra y el terror. Tengo autoridad moral
para sostener este punto de vista, porque mucho antes de desatarse
la política guerrerista, el 11 de septiembre del 2001, día exacto
del horrendo ataque a las Torres Gemelas, en un acto de inicio de
curso de 4.500 jóvenes maestros primarios, dije textualmente:
"Es muy importante saber cuál
va a ser la reacción del gobierno de Estados Unidos. Posiblemente
vengan días peligrosos para el mundo, no estoy hablando de Cuba.
Cuba es el país que más tranquilo está por diversas causas: por
nuestra política, por nuestras formas de lucha, por nuestra
doctrina, nuestra ética, y, además, compañeras y compañeros, por
la ausencia total de temor."
[...]
"Los días próximos van a ser
tensos dentro de Estados Unidos y fuera de Estados Unidos,
empezarán a emitir opiniones no se sabe cuánta gente.
"Siempre que ocurre una tragedia
de estas, por difíciles que puedan ser a veces de evitar, no veo
otro camino, y si en alguna ocasión es permitido hacerle una
sugerencia al adversario ―adversario que ha sido duro con
nosotros durante muchos años―, si fuese correcto en alguna
circunstancia sugerir algo al adversario, en aras del bienestar del
pueblo norteamericano y basándome en los argumentos que expuse, les
sugeriríamos a los que dirigen el poderoso imperio que sean
serenos, que actúen con ecuanimidad, que no se dejen arrastrar por
raptos de ira o de odio, ni se lancen a cazar gente lanzando bombas
por todas partes.
"Reitero que ninguno de los
problemas del mundo, ni el del terrorismo, se pueden resolver por la
fuerza, y cada acción de fuerza, cada acción disparatada del uso
de la fuerza, en cualquier parte, agravaría seriamente los
problemas del mundo.
"El camino no es la fuerza ni la
guerra. Lo digo aquí con toda la autoridad de haber hablado siempre
con honradez, poseer convicciones sólidas y la experiencia de haber
vivido los años de lucha que ha vivido Cuba. Solo la razón, la
política inteligente de buscar la fuerza del consenso y la opinión
pública internacional puede arrancar de raíz el problema. Creo que
este hecho tan insólito debiera servir para crear la lucha
internacional contra el terrorismo; pero la lucha internacional
contra el terrorismo no se resuelve eliminando a un terrorista por
aquí y otro por allá; matando aquí y allá, usando métodos
similares y sacrificando vidas inocentes. Se resuelve poniendo fin,
entre otras cosas, al terrorismo de Estado y otras formas repulsivas
de matar, poniendo fin a los genocidios, siguiendo lealmente una
política de paz y de respeto a normas morales y legales que son
ineludibles. El mundo no tiene salvación si no sigue una línea de
paz y de cooperación internacional."
A muchos la guerra de Iraq les hace
rememorar la de Viet Nam. A mí me trae el recuerdo de la guerra de
liberación argelina, cuando la potencia militar francesa se
estrelló contra la resistencia de un pueblo de cultura, idioma y
religión muy diferentes que, en lugares tan desérticos como muchas
regiones de Iraq, se las arregló para derrotar a las tropas
francesas y a toda su tecnología, bastante avanzada en aquel
entonces. Antes habían sufrido la derrota de Dien Bien Phu, donde a
punto estuvieron los antecesores de Bush de usar el arma nuclear. En
ese tipo de guerra todo el arsenal de una superpotencia hegemónica
sobra. Ésta puede, con su inmenso poder, conquistar un país, pero
no es posible administrarlo y gobernarlo si su población lucha
resueltamente contra los ocupantes.
Nunca imaginé que un día el señor
Bush escribiría con humildad una atenta carta al Presidente de
Siria y pediría a las autoridades del gobierno de Irán, países
hasta ahora considerados estados terroristas, que lo ayudaran a
resolver el conflicto de Iraq. Mucho más sorprendente resulta que
hace dos días, según noticias cablegráficas, la infantería de
marina norteamericana fuese retirada de Fallujab, y en su lugar se
destacaran allí militares iraquíes con un ex general del ejército
de Saddam Hussein al frente. No critico ningún esfuerzo de paz o
iniciativa que decida tomar la actual administración de Estados
Unidos, pero dudo mucho que pueda haber otra solución que la
retirada de las tropas norteamericanas de ese país, adonde nunca
debió enviarlas, y devolverle al pueblo de Iraq su plena
independencia. Eso tendría el apoyo de la comunidad internacional,
que sin duda encontrará la forma para resolver la compleja
situación allí creada.
Mientras tanto, los cubanos
seguiremos observando los acontecimientos y continuaremos librando
nuestra lucha más decidida frente a los que se dan hasta el lujo de
preconizar tránsitos políticos basados en la desaparición física
de algunos de nosotros. Lo peor es que los que hablan de acelerar
tales tránsitos políticos son personajes cuyas ideas asesinas de
siempre conocemos bien.
Ahora de nuevo se desgañitan
amenazando con próximas medidas para afectar la economía y
desestabilizar el país. Bien valdría que nos devolvieran a
nuestros cinco Héroes Prisioneros del Imperio, que soportan con
insuperable dignidad el más bochornoso y cruel caso de violación
de los derechos humanos. Su suerte en las prisiones del gobierno
federal, donde están totalmente separados, no tiene mucho que
envidiarle a la de los secuestrados en la base naval de Guantánamo.
Aun a pesar de todo eso, no vacilamos en sugerirles a los
gobernantes de Estados Unidos que sean más serenos, más sensatos,
más cuerdos y más inteligentes.
A los que persistan en destruir la
Revolución, en nombre de la inmensa multitud que se reúne aquí
este Primero de Mayo, les digo sencillamente como en Girón y otros
momentos decisivos de nuestras luchas:
¡Viva el socialismo!
¡Patria o Muerte!
¡Venceremos!