BOMBAY, 17 de enero.— Las protestas contra la
invasión a Iraq y los llamados a combatir el militarismo y las
políticas neoliberales caracterizaron hoy el segundo día del Foro
Social Mundial, que se celebra en esta ciudad con la asistencia de
más de 100 000 delegados de unos 130 países.
Dos temas acaparan la atención de la gran mayoría
de los asistentes: el repudio a la invasión de Estados Unidos y sus
aliados contra el territorio iraquí y la lucha contra la
globalización neoliberal, que hunde cada vez más en la pobreza a
las naciones del Tercer Mundo.
Pero los debates no estarán centrados únicamente
en el tema de la guerra. Otros importantes asuntos como los nocivos
efectos de las políticas neoliberales, la exclusión social,
violencia y discriminación, también serán analizados en los más
de 200 talleres, seminarios y conferencias al aire libre, previstas
durante este foro.
Se estima que actualmente 1 200 millones de personas
viven con menos de un dólar diario. Casi 60% de los residentes en
países en desarrollo carecen de servicios sanitarios, un tercio no
recibe agua potable, un cuarto no dispone de viviendas adecuadas y
un elevado por ciento no tiene acceso a los servicios de salud y
educación.
Esta es la dura realidad que dio origen al Foro
Social Mundial, un movimiento que surge como una alternativa al Foro
Mundial de Davos, "Trabajando en el vientre del monstruo"
fue el título del taller convocado por la coalición estadounidense
"Stop the War" (Detener la guerra), para explicar sobre la
urgente necesidad de detener la política belicista de la Casa
Blanca e impedir la reelección del presidente George W.Bush.
Esta coalición fue una de las organizadoras de las
masivas protestas contra la guerra celebradas en 600 ciudades en
febrero pasado y ahora está convocando movilizaciones
similares para el 20 de marzo, cuando se cumple el primer
aniversario de la invasión contra Iraq.
Las manifestaciones contra la guerra son una
constante en este IV Foro Social Mundial (FSM), donde miles de
delegados participan en marchas y actos para exigir el fin de la
ocupación del país árabe. Consignas como "Fuera de Iraq tío
Sam" o "Aplastemos al imperialismo", e incluso,
muñecos donde se ridiculiza al Presidente de Estados Unidos, son
portados por los activistas antiglobalización, religiosos,
ecologistas, intelectuales y sindicalistas que asisten a este
cónclave, que ya se perfila como uno de los más cosmopolitas y
universales.
En otra de las cientos de tribunas, mesas redondas y
talleres instalados en ocasión del FSM, la ex alta comisaria de la
ONU sobre los Derechos Humanos Mary Robinson hizo un llamado a poner
fin a la incontrolada proliferación de armas en todo el mundo.
"Las auténticas armas de destrucción masiva
son las convencionales, que causan cada año la muerte a medio
millón de personas en el mundo", dijo la también ex primera
ministra de Irlanda.
Según Robinson, en el orbe hay al menos 639
millones de pequeñas armas y
16
000 millones de unidades de munición militar, de las que las
principales potencias son también las mayores vendedoras.
El segundo día del Foro Social Mundial también
analizó el tema de la globalización neoliberal, la soberanía
sobre la tierra y el agua y la deuda externa, entre otros
importantes asuntos que atañen a las naciones del Tercer Mundo.
El líder campesino francés y destacado activista
antiglobalización, José Bové criticó duramente a la
Organización Mundial de Comercio y las políticas agrarias de la
Unión Europea y Estados Unidos.
"La OMC debería dejar de meterse en cuestiones
de agricultura", dijo Bové, en uno de los talleres del foro.
Por su parte, el hondureño Rafael Alegría, de la
organización Vía Campesina, que reúne a pequeños agricultores de
120 países, declaró que ese grupo trabaja actualmente por liberar
la tierra del control de las transnacionales y los grandes
empresarios locales.
Para Alegría, la tendencia a que el pequeño
agricultor desaparezca es terrible en el mundo de hoy, y citó como
ejemplo que 200 000 pequeños campesinos son empujados a la pobreza
urbana cada año en Europa, fenómeno que —dijo— se multiplica
en América Latina en unas proporciones dantescas.